16/07/2014

CARTA A LOS LECTORES - Nº 28

Diez años y muchos problemas

Escrito por Carmen del Riego

¿A quién le importa reflexionar sobre el periodismo? La respuesta debería ser, sin ninguna duda, a nosotros, los periodistas, más con todos los problemas que la profesión tiene que afrontar día a día. Y no hablo solo de las condiciones laborales y de la precarización del trabajo, sino, sobre todo, de las trabas que intentan ponernos desde distintas esferas del poder para que no seamos lo que tenemos que ser, quienes expliquen a los ciudadanos lo que pasa a su alrededor: en su ciudad, en su país, en su sociedad, en el mundo.

Pero hoy, cuando sacamos a la calle el número 28 de Cuadernos de Periodistas, con el que cumplimos diez años, me inunda la duda de si el esfuerzo que hay detrás de cada uno de estos números sirve de algo. Si la calidad de los trabajos con la que intentamos hacer cada uno de los números de esta revista especializada es apreciada por sus destinatarios y, sobre todo, si alguien nos lee.

En estos diez años, hemos tratado todos los asuntos que cualquier periodista espero que se haya planteado a lo largo de sus años de ejercicio, desde los peligros de la libertad de expresión en el mundo de hoy hasta los intentos de acabar con el periodismo, sustituyendo la información por propaganda, una práctica cada vez más extendida y a la que muchos periodistas se pliegan por comodidad o por impotencia. Sin olvidarnos de la crisis del sector, producto de la situación económica que vivimos en España, y también de la crisis global a la que nos enfrentamos a causa de las nuevas tecnologías que están cambiando nuestra profesión, sin que sepamos todavía lo que tiene que ser.

Hemos intentado adaptarnos, nosotros también, a esa nueva situación, por convencimiento, aunque también por obligación. No queremos ser nosotros quienes contribuyamos a la muerte del papel, pero los altos costes de producción que supone la edición de una revista como esta –que trata de incorporar las reflexiones más profundas de las mejores plumas, lo que, sin duda, supone un coste–, nos ha llevado a publicar también la edición digital. Nos ahorra dinero, si bien en los números que llevamos provoca pocas discusiones, comentarios, reflexiones de vuelta, lo que debería darse en esa interacción que se supone que es uno de los mayores beneficios del mundo digital.

Pese al silencio de los periodistas lectores, que esperamos que los haya, seguiremos ahí, repensando el periodismo, analizando nuestros problemas, intentando acercar soluciones y defendiendo siempre los principios esenciales de esta profesión, tantas veces amenazados y que solo nosotros, los periodistas, podremos vencer, si sabemos lo que nos pasa o, por lo menos, si no nos ponemos de perfil ante esos problemas e intentamos decir no.

En estos diez años, hemos tratado todos los asuntos que cualquier periodista espero que se haya planteado a lo largo de sus años de ejercicio

Los problemas que nos amenazan no son solo externos, los cuales, en buena medida, son los tratados en este número con el que celebramos nuestro décimo aniversario. También están nuestras malas prácticas, que las tenemos: la dejación, el sectarismo y, por lo tanto, la manipulación o, por lo menos, la falta de profesionalidad –no voy a hablar de objetividad ni de neutralidad–. Todo esto debe llamarnos a la reflexión. No estoy hablando de prácticas deleznables, como las que se descubrieron que ejercían algunos medios británicos en el caso Murdoch. Me estoy refiriendo a otras prácticas diarias, menos descaradas, casi aceptadas por casi todos, pero igual de dañinas, no solo para la profesión, sino para los ciudadanos que reciben información no exacta, por no decir no veraz. Si cada ejemplar de periódico o página web que lee un ciudadano responde más a los intereses políticos, económicos o de cualquier otro sector que a los de los lectores, estaremos engañando a nuestra audiencia y prostituyendo el periodismo.

Debemos reflexionar sobre ello. No basta con denunciar, como hacemos siempre y en este número reiteramos, los intentos del poder de poner límites a nuestra profesión, o de ponernos trabas al ponérselas a los ciudadanos para llegar a determinados lugares donde antes solo llegábamos nosotros y ahora quieren llegar todos. O de criticar la dependencia que los medios de comunicación tienen de quienes los financian. Dependencia que siempre apuntamos de los otros periodistas, no en los medios en los que trabajamos cada uno, sino en los que lo hacen los demás. Dependencia no tanto de los editores, que cada vez quedan menos, sino de los bancos, grandes empresas o los lectores que contribuyen al sostenimiento de las empresas periodísticas. A todos ellos no les gusta oír determinadas cosas, quieren leer otras, y nosotros, los periodistas, acabamos dándoselas, porque en el fondo es más fácil. Y no puede ser así, puesto que tenemos la obligación de contarles la verdad, aunque no les guste.

De todo esto es de lo que me gustaría que reflexionáramos juntos. No solo con quienes desde un mayor conocimiento o preocupación firman los magníficos artículos de este número de Cuadernos de Periodistas, sino con quienes los lean. Y si pueden, que nos hagan llegar esas reflexiones, esos comentarios; no solamente para enriquecer el debate, que sería nuestro mayor objetivo, también para saber que hay alguien ahí que nos lee, periodistas a los que les preocupa lo que a nosotros nos quita el sueño.