15/03/2016

Degeneración de las tertulias

Periodismo de confusión en las televisiones españolas

Escrito por Agustín García Matilla

Dentro de los actuales formatos televisivos que predominan en España, fórmulas pseudoinformativas en algunos casos, se está produciendo una ceremonia de la confusión que genera ruido y limita la posibilidad de elección de los ciudadanos, en lugar de favorecerla. 


AGUSTÍN GARCÍA MATILLA*

Bill Kovach y Tom Rosenstiel son los autores de Los elementos del periodismo, uno de los manuales más solventes y reconocidos por los mejores profesionales de la información. Desgraciadamente, las reglas básicas del periodismo descritas en sus páginas no siempre son aplicadas en la práctica por quienes ejercen esta profesión, especialmente en los canales de televisión. En una de sus páginas se afirma que “el periodismo intenta llegar a la verdad en un mundo confuso, procurando discernir en primer lugar lo que es información fidedigna de todo lo que son informaciones erróneas, desinformación o información interesada, para luego dejar que la comunidad reaccione y el proceso de discernimiento continúe. La búsqueda de la verdad se convierte en un diálogo”.

En este artículo, vamos a argumentar por qué dentro de los actuales formatos televisivos que predominan en España y en los que se podría fomentar ese diálogo al que hacen referencia Kovach y Rosenstiel se está produciendo una ceremonia de la confusión que genera ruido y limita la posibilidad de elección de los ciudadanos, en lugar de favorecerla.

Las televisiones de nuestro país atienden a la rutina habitual de programar espacios informativos que aspiran a cumplir con lo que Stephens denominó “el deseo de conciencia del hombre”. Los informativos diarios de televisión pretenden informar a los espectadores de aquellas noticias de las que no han podido ser testigos. Estos espacios, telediarios o telenoticias, marcan tradicionalmente el comienzo de los principales segmentos de programación del día y durante muchos años han marcado también los ritmos del consumo mediático en los hogares. Aún hoy, las cadenas generalistas siguen encontrando una audiencia fiel a estas citas informativas programadas, consiguiendo reunir audiencias significativas.

El formato convencional de los informativos mantiene una audiencia fiel

Para ilustrar con cifras el seguimiento de la información televisiva que los ciudadanos españoles realizan, hemos tomado como referencia datos de las audiencias de los informativos del periodo que abarca desde el 1 de octubre al 15 de noviembre de 2015, suministrados por Kantar Media. En el horario de mediodía, los informativos de las cinco principales televisiones generalistas superan todas ellas el millón de espectadores. La 1 de TVE lidera en este periodo la clasificación, con 1.850.000 espectadores y un 14,6% de cuota de pantalla (share); seguida de las Noticias 1, de Antena 3, con 1.799.000 espectadores y un 14,4% de cuota de pantalla; y, en tercer lugar, figura Telecinco, con 1.734.000 espectadores y una cuota de pantalla del 13,8%. De la primera a la última de estas tres cadenas hay menos de un punto de share. Ya a casi dos puntos se sitúa La Sexta Noticias, asentada en la cuarta posición, con 1.265.000 espectadores y un 12,6% de cuota de pantalla; y, finalmente, Noticias Cuatro, con 1.059.000 y un 10,8% de la audiencia, a casi cuatro puntos de la primera.

En los informativos de noche que marcan el comienzo del segmento horario de máxima audiencia del día, el primer puesto lo ocupa el informativo de las 21:00 horas de Telecinco, con 2.543.000 espectadores y una cuota de pantalla del 16,1%; La 1 ocupa la segunda posición con su Telediario 2, que registra 1.963.000 espectadores y una cuota de pantalla sensiblemente inferior –casi 600.000 espectadores menos en relación con el informativo de Telecinco–. A corta distancia del anterior figura Antena 3 Noticias 2, con 1.863.000 espectadores, ambos con cuotas de pantalla en torno al 12%. Y ya por detrás, superando el millón de espectadores, La Sexta Noticias, con el 8,8% de cuota y 1.075.000 telespectadores, y Cuatro 2, con 720.000 espectadores y una cuota de pantalla de un 5,7%. (Ver cuadro 1)

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A pesar de que la audiencia joven cada vez se separa más de los informativos regulares de televisión, estos siguen encontrando en el formato más convencional una audiencia bastante fiel.

Cabe observar que los informativos de la televisión pública en horario de máxima audiencia han perdido el primer lugar de esta clasificación. TVE tendría la obligación de asumir ese lugar hegemónico ante acontecimientos especiales. Tradicionalmente, las televisiones públicas europeas han sido las más seguidas ante hechos de especial trascendencia. Esto sucede en el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y, hasta hace poco tiempo, en España.

La información es uno de los contenidos de servicio público prioritarios que todas las televisiones, tanto públicas como privadas, deben atender sin excepción. Sin embargo, el mantenimiento de los recursos necesarios para responder a una amplia y rápida cobertura de la información exige inversión en recursos humanos: corresponsalías, enviados especiales, suscripción a las principales agencias de noticias, etc., y también exige tener claro cuál debería ser el orden de prelación a la hora de atender a las urgencias informativas que requiere la mayoría de la población.

Nos parece importante analizar, como ejemplo, la cobertura que se le dio a los acontecimientos que se produjeron en la noche del pasado 13 de noviembre en París.

Cobertura de los atentados de París
La deficiente cobertura informativa de los atentados que se produjeron el viernes 13 de noviembre en París fue muy significativa, debido a la mayoritaria falta de reacción de las diferentes cadenas españolas. Es en estos casos en los que los ciudadanos se deben dar cuenta de la importancia de mantener una televisión pública a la que se pueda exigir una respuesta inmediata. Aquella noche, solo el Canal 24 Horas de TVE se hizo eco de manera más completa y con la celeridad requerida de los atentados perpetrados en Francia, poniendo a disposición de la audiencia los recursos de la televisión pública estatal. En el caso de las privadas fue 13 TV el canal que alteró su programación habitual para dar cuenta de los trágicos sucesos que se sucedieron poco después de las 9 de la noche de ese mismo día.

Mayoritaria falta de reacción de las TV españolas ante los atentados de París

Las cadenas concesionarias deberían tener claro el mandato de atender a las funciones del servicio público televisivo en el ámbito de la información. Esa noche, Antena 3 siguió programando mucho tiempo después del comienzo de la tragedia el programa Tu Cara me Suena, con un corte breve de avance de lo sucedido. Por su parte, Telecinco mantuvo el programa Sálvame de Luxe, y los espectadores que quisieron informarse a través de La Sexta y de Cuatro también se sorprendieron de que no se alterara la programación habitual ante los graves acontecimientos que se estaban sucediendo. En este caso, la actualidad mandaba, aunque algunos quisieran arrimar el ascua a su sardina recurriendo a la máxima de la BBC británica: “Better be right than be first” (“Es mejor estar en lo cierto que ser los primeros”). Al menos, había que haber tenido la sensibilidad de dar entrada inmediatamente a la información de alcance que se iba produciendo.
Así lo hizo el Canal 24 Horas de TVE, que aprovechó a los habituales tertulianos de La Noche en 24 Horas del viernes, y ofreció de forma permanente las imágenes en directo que se servían desde la capital de Francia, recurriendo a los corresponsales de TVE y RNE en París y en otras capitales de Europa y América.

Esta reacción se produjo a pesar de los recortes de recursos que los programas informativos de la Corporación RTVE llevan sufriendo desde hace años. La radiotelevisión pública supo valerse de la profesionalidad de excelentes periodistas como Aurora Mínguez, Marisa Rodríguez Palop y Víctor G. Guerrero. Las imágenes servidas por las agencias desde Francia se fueron alternando con las intervenciones de líderes como Barack Obama o François Hollande y con conexiones telefónicas con testigos más o menos directos de los atentados. Las intervenciones de los invitados habituales a la tertulia sirvieron como nexos de unión y para llenar los posibles tiempos muertos en espera de nuevas informaciones desde París.

Conviene añadir que La 1 de TVE tardó también en dar prioridad a la información procedente de Francia el viernes 13 de noviembre, cosa que ya hicieron al día siguiente la mayoría de los principales canales españoles, incluido TVE.

La dirección de Informativos de TVE fracasó, sin embargo, en la cobertura de los acontecimientos que se produjeron el miércoles 18 de noviembre en el barrio de Saint-Denis, al invertirse los términos en relación con los sucesos acontecidos dos días antes en diferentes localizaciones de París. Antena 3, La Sexta y Cuatro superaron en audiencia a TVE, y el sindicato Comisiones Obreras denunció lo que, en su opinión, fue una improvisación de Álvarez Gundín y del equipo directivo de Informativos al decidir ampliar el horario de emisión de Los Desayunos de TVE hasta las 15:00 horas.

Riesgo de una definitiva trivialización de la información televisiva

El riesgo de la progresiva debilitación de las redacciones de informativos de las cadenas de televisión, en busca de fórmulas menos costosas y más rentables, puede llegar a producir una definitiva trivialización de la información televisiva. En estos momentos, estamos viviendo ya fórmulas pseudoinformativas, en las que la confusión y el ruido predominan sobre la búsqueda de una información que aspire a investigar los acontecimientos desde los principios básicos del periodismo para lograr que sea el espectador quien tenga la última palabra a la hora de valorar la realidad.

Tertulias y tertulianos
Los programas construidos con la presencia de tertulianos se suceden en los diversos segmentos horarios de las televisiones convencionales. No hablamos de algunos de los programas producidos por Telecinco, como Sálvame, Sálvame de Luxe y Sálvame Naranja, que ocupan muchas horas en las parrillas de programación y se suelen situar entre los tres y los cinco programas de más audiencia del día, superando de media los dos millones de espectadores. Esos son espacios representativos de un formato seguido por un elevado porcentaje de la audiencia y, a la vez, denostado por quienes denuncian la baja calidad de la televisión de nuestro país.

Nos referimos aquí a otros ejemplos en los que se cuenta con periodistas que prestan su colaboración en cadenas de variados perfiles ideológicos, como los programas de 13 TV El Cascabel, conducido por Antonio Jiménez (464.000 telespectadores de media diaria en el periodo analizado), La Marimorena, presentado y coordinado por Carlos Cuesta (410.000 telespectadores) y Más Claro Agua, conducido por Isabel Durán (136.000 telespectadores); de La Sexta, como Al Rojo Vivo, presentado por Antonio García Ferreras (715.000 telespectadores), y La Sexta Noche, conducido por Iñaki López (1.167.000 telespectadores); de Antena 3, con Espejo Público, presentado por Susana Grisso (468.000 telespectadores), y la oferta del canal todo noticias de TVE, conducido por Sergio Martín Herrera, La Noche en 24 Horas (205.000 telespectadores). (Ver cuadro 2)

Son solo algunos de los ejemplos significativos de los formatos aludidos y programados en diversos horarios por cadenas públicas y privadas. Todos ellos coinciden en contar con la presencia de tertulianos que pueden llegar a colaborar en tres o más programas de las mismas o diferentes empresas, como suele suceder en los casos de Francisco Marhuenda, Alfonso Rojo, Graciano Palomo o Eduardo Inda. Lejos de la reiterada presencia de los anteriores periodistas, podemos citar a otros profesionales como Ángel Expósito, Antón Losada, Ignacio Escolar, Ernesto Ekaizer, Jesús Cintora, Jaime González, Hermann Tertsch, etc. En el caso de las mujeres, sus apariciones no son tan frecuentes y reiteradas como las de algunos de los periodistas invitados a los platós con más asiduidad. Profesionales como Nativel Preciado, Montserrat Domínguez, Lucía Méndez, Charo Zarzalejos, Curri Valenzuela, Montse Suárez y Elisa Beni son tertulianas con frecuentes apariciones en las televisiones, pero con una presencia más esporádica que la de los periodistas varones anteriormente citados.

Este artículo no tiene por objetivo cuestionar los méritos de unos profesionales que cuentan con variadas y reconocibles carreras. Entre los nombres antes citados figuran ex reporteros de guerra, directores de diarios en papel o digitales, autores de libros, articulistas de prestigio, etc. Esto no impide que nos hagamos una serie de preguntas que quizás ayuden al lector, a veces telespectador, a valorar si estos formatos facilitan encontrar la verdad en un mundo complejo y muchas veces confuso. Debemos interrogarnos acerca de si estos programas promueven un debate interesante e inteligente, fomentan la reflexión, contribuyen a obtener una información contrastada y refuerzan los valores democráticos de nuestra sociedad o si, por el contrario, presentan contravalores enfrentados al buen periodismo.

La primera pregunta que podemos hacernos es si un tertuliano que a veces participa en tres y hasta cuatro diferentes tertulias, que en ocasiones dirige medios de comunicación o que ocupa puestos directivos en ellos, puede tener capacidad para opinar con conocimiento de causa sobre un abanico de temas tan variados que van desde los más recientes atentados perpetrados por el autodenominado Estado Islámico hasta la política educativa que ampara la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce).

¿Qué respuesta ética y deontológica se le puede transmitir a los cientos de periodistas que o bien no han podido acceder aún a su primer empleo o son alguno de los miles de profesionales que han perdido su trabajo en los últimos años?

¿Cómo puede entenderse que alguien que tiene la responsabilidad de dirigir un medio de comunicación, o de ser directivo en él, pueda compatibilizar esta tarea, con la función múltiple que supone estar acudiendo a sucesivas tertulias en las que se abordan variados contenidos que, aún relacionados con la actualidad, exigirían que se les dedicara un tiempo previo mínimo dedicado a su estudio?

¿De qué sirven tertulias sostenidas con argumentos recurrentes que tratan de reforzar las ideas preconcebidas de los telespectadores que las siguen, sin que pueda haber una preparación previa que invite a una reflexión meditada y una exposición de motivos pausada y solvente?

La respuesta habitual de que la televisión exige espectáculo se podría rebatir argumentando que la mayoría de los programas de debate programados por las televisiones españolas cuenta con una moderación que permite el solapamiento de dos o más palabras simultáneas durante al menos un tercio de las
intervenciones del programa. Esto nos llevaría a concluir que “el ruido” es considerado uno de los elementos propios del lenguaje televisivo.

¿Qué sentido tiene programar un formato que supuestamente se basa en el diálogo, cuando muchos de los espacios de tertulia o debate que se emiten en nuestro país se construyen a partir de una escaleta que predetermina un contenido que viene condicionado por los ataques al adversario ideológico, por la construcción o improvisación de los clímax dramáticos con los que se estima que se puede subir la audiencia o como mera reacción a los mensajes recibidos a través de las redes sociales?

En abril de 2014, La Sexta Noche emitió un programa en el que la portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y hoy alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, fue llamada “gordita” por el periodista Alfonso Rojo. Los apercibimientos a los tertulianos, las amenazas de los propios tertulianos de abandonar los programas al sentirse supuestamente ofendidos, así como las expulsiones de tertulianos, parecen haberse convertido en una faceta más del espectáculo. En el caso mencionado, el moderador de la tertulia reaccionó tarde ante el gesto grosero del citado periodista. En una dinámica tan perversa, podría justificarse que el moderador Iñaki López reaccionara tímidamente en el momento en que se produjo esa repudiable intervención de su colega, y que no fuera hasta algunos minutos después cuando procediera a la expulsión de Alfonso Rojo. Quizás las instrucciones dadas desde el control de realización a través del “pinganillo” permitieron recurrir a este golpe de efecto, que no supuso una expulsión definitiva del periodista, dado que, en el bloque siguiente del programa, Rojo se incorporó de nuevo al plató

¿Por qué el espectáculo se está asociando a la creación de momentos de clímax en los que se tiende a provocar la reacción airada de los propios tertulianos?

La presencia en los platós de los representantes de partidos asimilados por algunos canales como de izquierda radical, es el caso de Podemos, o simplemente de izquierda, como Izquierda Unida, ha sido mayoritariamente sosegada y educada en la expresión de opiniones y réplicas a los contertulios de los diversos programas a los que son invitados. No siempre ha sucedido lo mismo en las reacciones de los contertulios que son colaboradores fijos. Podemos recordar cómo el periodista Sergio Martín, conductor de La Noche en 24 Horas, espetó al líder de Podemos, Pablo Iglesias, que “esta semana está usted de enhorabuena, entonces”, relacionando esa irónica enhorabuena con la reciente salida de un preso etarra de la cárcel.

Los equipos de dirección tienen la obligación de conocer el historial comunicativo de los políticos a los que invitan y si no lo supieran, las propias redes sociales amplifican los anecdotarios de anteriores enfrentamientos dialécticos protagonizados por este tipo de personajes, que, a su vez, asumen el papel que implica jugar en “territorio enemigo”. Este ha sido el caso de la exmilitante del PSOE y activista de izquierdas Beatriz Talegón, quien se ha distinguido por exponer apasionadamente sus ideas políticas en diferentes medios de comunicación. Sería ingenuo pensar que la invitación, en un programa de ideología conservadora, a una política especialmente significada por su beligerancia dialéctica desde una posición de izquierdas pueda ser una sorpresa para los responsables de un determinado programa.

Para ilustrar acerca de lo predecible que pueden resultar incidentes aparentemente imprevisibles, acontecidos en un plató, reseñamos otro ejemplo de tertulia que acabó con la expulsión de la ya citada Beatriz Talegón. Isabel Durán echó de su programa en 13 TV, Más Claro Agua, emitido el 18 de noviembre de 2015, a Talegón, por la acusación de manipulación que esta última vertió sobre la presentadora y por interpretar que en la tertulia se habían realizado acusaciones injustas, en su opinión, sobre las verdaderas declaraciones del político Gerardo Pisarello, número 2 de la candidatura liderada por Ada Colau al Ayuntamiento de Barcelona. Lo cierto es que Talegón, después de acusar al ministro de Defensa de haber vendido armas que habrían podido llegar a grupos terroristas, no aceptó la moderación de la responsable del programa y monopolizó la palabra alegando que había estado en silencio durante la hora anterior. Isabel Durán la expulsó finalmente con la siguiente advertencia: “Ya te digo desde ahora que no vuelves a este plató a montar un número así”.

Se buscan enfrentamientos en los que prime la espectacularización

Cualquier telespectador que tenga una mínima curiosidad en hacer zapping por diferentes tertulias que manejan parecidas estrategias podría llegar a la conclusión de que en la mayor parte de ellas se busca un enfrentamiento en el que prime la espectacularización, en detrimento del debate constructivo. Como ya se ha avanzado, nos hemos acostumbrado a hechos que podrían ser considerados insólitos como el de que periodistas que cobran por su colaboración habitual amenacen con abandonar la tertulia al sentirse ofendidos.

El maestro de periodistas Walter Cronkite consiguió la confianza de los ciudadanos norteamericanos llevando a la práctica aseveraciones como estas: “Tenemos que estar en lo cierto y ser justos”, o reclamando los valores de un periodismo que llevará a “ser veraz y exacto o preciso”. Los mismos principios se recogen en las directrices editoriales de la BBC o en los libros de estilo de los más importantes medios de comunicación del mundo. No sucede así en los formatos de los programas que estamos analizando.

Las tertulias priman valores enfrentados a los que tradicionalmente se han defendido en el ejercicio del mejor periodismo. Se suele anteponer el sesgo ideológico de sus tertulianos, sus caprichos e intereses, sus filias y sus fobias particulares. La repetición de las apariciones de los mismos personajes lleva a una reiteración de idénticos argumentos que se convierten en clichés ya denunciados hace años por Kovach y Rosenstiel, cuando afirmaban que “un nuevo periodismo de la interpretación opinativa se está imponiendo de manera aplastante al viejo periodismo de verificación”. Este hecho es realmente dramático cuando se produce en unos medios públicos que los partidos políticos que han gobernado en nuestro país han ido debilitando. Se ha conseguido que los propios ciudadanos descrean de ese importante papel; en este caso, de una televisión pública, que debería verse reforzada precisamente por su credibilidad y la adopción de su papel como fuente de referencia.

Ya es habitual que el Consejo de Informativos de TVE realice estudios sobre la mayor o menor pluralidad existente en los informativos. Recientemente, este Consejo ha denunciado que, en su opinión, los debates y las tertulias de TVE padecen un evidente sesgo progubernamental y falta de pluralidad. En su escrito, cuantifica la mayor presencia de representantes de unos grupos de comunicación en detrimento de otros que o bien tienen presencia limitada o simplemente no aparecen, lo que, según este Consejo, amplía el sesgo ideológico que esto conlleva en el tratamiento informativo de los programas que incorporan a colaboradores externos. Los profesionales de los informativos reclaman la puesta en práctica de los valores de neutralidad, pluralidad e independencia que son de obligado cumplimiento. Esto no debería suceder solamente en las televisiones públicas, sino también en los canales privados que cuentan con unas concesiones que obligan también al cumplimiento de objetivos de servicio público.

La radiotelevisión pública ha contado y cuenta con excelentes profesionales de la información que durante décadas lucharon por hacer un periodismo de calidad. Desde pioneros
como Victoriano Fernández Asís hasta Rosa María Mateo, desde Rosa María Calaf hasta Lorenzo Milá, desde Manu Leguineche hasta Ana Blanco. Dentro de esta larga lista, podríamos citar a otros muchos que se afanaron por dotar a su presencia en las pantallas de una personalidad característica no incompatible con la búsqueda de la verdad: desde Jesús Hermida hasta Iñaki Gabilondo, y otros que en la actualidad han renovado ese periodismo de verificación aportando una imagen mucho más sencilla, fresca y directa del ejercicio profesional, como es el caso de Jordi Évole, quien, con su fórmula del programa Salvados, no solo ha logrado profundizar en ese imprescindible periodismo de verificación, sino que además ha conseguido la necesaria credibilidad que le ha permitido atraer un público que permanece fiel a sus programas. Évole llega a convocar de media en Salvados a más de tres millones de telespectadores. El programa que incluyó el diálogo con Albert Rivera y Pablo Iglesias batió un récord de audiencia, llegando a obtener 5.214.000 espectadores y una cuota de pantalla del 25,2%.

Este hecho da cuenta del interés suscitado por la irrupción en el panorama político español de los nuevos líderes de las formaciones emergentes. Los datos de audiencia alcanzados por La 1 en las entrevistas a los líderes del PP y del PSOE, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, oscilaron entre los 2.230.000 telespectadores en la entrevista al primero, con un 11,5% de share y con 2.063.000 telespectadores, y una cuota de pantalla del 10,2% en el caso del segundo. La entrevista a Mariano Rajoy de Antena 3 rozó los dos millones de telespectadores.

Revisar el modelo televisivo
A pesar de las excepciones reseñables que nos hablan de que en las televisiones españolas sigue habiendo ejemplos de buen periodismo, seguimos asistiendo a esa ceremonia de la confusión generada por periodistas que hacen del tic gestual, de la improvisación, del acoso al entrevistado o al tertuliano y de la mala educación una norma de estilo.

Es el momento de abrir un debate que haga que los partidos políticos tradicionales se replanteen la política audiovisual desarrollada hasta ahora en nuestro país y de que también los nuevos partidos piensen en presentar alternativas, más allá de la denuncia genérica hasta ahora esbozada sobre el modelo de radiotelevisión existente en España.

No se puede seguir debilitando la televisión pública

No se puede seguir debilitando la televisión pública, reforzando el duopolio privado actualmente existente en la televisión española, y se debe exigir que las cadenas de televisión en su conjunto sean mucho más respetuosas con la ciudadanía y rompan con esa dinámica del “todo vale” para aumentar sus audiencias y obtener mayores beneficios en su cuenta de resultados, a costa de los propios telespectadores.

Solo una ciudadanía más crítica puede exigir a los canales de televisión un mayor rigor y profesionalidad. En los últimos tiempos se han realizado investigaciones, se han publicado libros y se han presentado interesantes informes que ayudarían a repensar el modelo de radiotelevisión que podría aplicarse en nuestro país. Algunos de ellos se reseñan en la bibliografía y webgrafía al final de este artículo.

No estaría de más que los partidos políticos se plantearan revisar con seriedad el modelo de radiotelevisión que se desea desarrollar en España en el nuevo contexto digital, multimedia y transmedia. La mayoría de los profesionales de la comunicación tiene claras las carencias del sistema y clama por una actualización del modelo y por una refundación de los medios que mejore el nivel de competencia mediática de los ciudadanos y permita una “realfabetización comunicativa” de sus profesionales para llegar a construir una sociedad más madura, educada y democrática.

 

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
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