Cuadernos de Periodistas alcanza su número 50, cuando han pasado más de 20 años desde que comenzó a editarse. Una vez que has llegado a estas palabras del tercer director, como si fuera el tercer hombre, mis predecesores, Fernando González Urbaneja y David Corral Bravo, ya lo han dicho casi todo sobre por qué se fundó la publicación, para quiénes, con qué finalidad, con qué medios.
Tal y como habréis podido comprobar, sus aportaciones a este número, que pretende ser especial, son ya, en sí mismas, una breve historia de esta revista profesional única en su género dentro del mercado español o de habla hispana.
¿Qué más puedo añadir? Lo primero que se me ocurre, con permiso de nuestra presidenta, María Rey, y de los miembros de la actual Junta Directiva, es renovar la voluntad de servicio que esta publicación presta a la profesión periodística, a cada uno.
Un servicio que se desarrolla en tiempos añadidamente revueltos y que bien pudiera sintetizarse en la famosa afirmación de Ibsen, el de Un enemigo del pueblo, cuando escribió aquello de que “cuando elegí ser periodista, decidí dar voz a los sin voz. Nunca cejaré en esa lucha, por dura que resulte. Sé que puedo perder. Pero para mí la verdadera derrota sería no tener la conciencia tranquila. Nunca me perdonaría desaprovechar la ocasión de construir una sociedad más justa y más libre”.
De forma somera, he repasado los que pudiera denominar hermanos mayores de esta revista, los libros sobre la cultura profesional de los periodistas, y del periodismo, que se han publicado en los años de vida de esta aventura. La mera enumeración de los títulos, que no reproduciré aquí, refleja un clima de opinión necesariamente mejorable. Dejando al margen las profecías autoincumplidas de la muerte del periodismo, o de un tipo o varios de periodismos, parece que no salimos de un permanente estado de shock o de crisis, al borde de un permanente ataque de nervios.
Vivimos, como diría Dickens en el arranque de Historia de dos ciudades, en “el peor de los tiempos, en el mejor de los tiempos”. Vivimos en nuestro tiempo y nosotros somos nuestro tiempo. Somos conscientes de aquello que decían nuestros mayores, “el periodismo bien hecho hace bien al mundo”. El periodista de la CBS Bob Schieffer lo dejó claro: “Siempre habrá trabajo. Lo que ocurre es que no sabemos si lo leeremos en un trozo de papel o en un reloj de pulsera. Pero existirá siempre la necesidad de una información recogida de forma independiente. La democracia no puede existir si todo lo que tienes es lo que el Gobierno te explica. Así no funciona. Siempre existirá la necesidad de saber. No desapareceremos”.
El periodismo -nosotros, los periodistas- necesitamos una inyección de esperanza. No lo digo a efectos de un voluntarismo vano, ni de un buenismo adictivo. Lo digo a efectos del servicio que prestamos a la sociedad transmitiendo aquello que importa a la gente sobre lo que le pasa a otra mucha gente y que hace que nuestra vida sea mejor. No se trata de un falso moralismo, sino de constatar la exigencia -presente en cada reunión del Comité Editorial de esta revista, en cada uno de los números que preparamos-, de volver a lo esencial de la profesión, a lo primigenio, a lo genuino, a lo auténtico. Siendo concientes de que en nuestra cultura profesional hay problemas y carencias, pero también de que la única forma de solventarlos es el trabajo bien hecho, el tesón, la generosidad de muchos de nuestros compañeros y compañeras, con nombres y apellidos.
Cuadernos de Periodistas tiene la vocación de ser una geografía de encuentro donde caben las más diversas formas de entender y de practicar la profesión, más allá de los inevitables sesgos cognitivos, incluso ideológicos, que podamos tener o que podamos asumir. Si habitualmente se nos ha achacado a los periodistas una escasa cultura corporativa y un excesivo individualismo, afirmación que no niego, esta publicación quiere ser el lugar en el que nos encontremos, en el que nos miremos a los ojos, en el que compartamos nuestras alegrías y nuestros fracasos. Un lugar que nos ayude a elevar la mirada, los estándares de nuestras rutinas y prácticas profesionales, para atisbar la marcha de los vientos y orientar nuestro trabajo.
Realismo. Son muchas las dificultades que atraviesa nuestra profesión. Hay quien dicta el fin de la mediación constitutiva, la colonización de la IA, las transmutaciones de los periodistas en activistas, el día después de la ética, la conversión del periodismo en la larga mano de la política, etc. Como las conocéis mejor que yo, no las voy a enumerar. Algunas son particularmente preocupantes, como el hecho de que el 60% de los periodistas de todo el mundo afrontan altos niveles de ansiedad, mientras que uno de cada cinco presenta síntomas de depresión, altos niveles del síndrome del trabajador quemado o de trastorno de estrés postraumático. Realismo. Aquí lo que manda es el realismo, que no nos obliga a encadenarnos a lo que no nos permite ser lo mejor de nosotros mismos. Realismo, para poder hacer un adecuado diagnóstico y buscar las soluciones posibles.
No hace muchos días tuve la oportunidad de participar, en el Salón de Actos de nuestra APM, en una auténtica fiesta del periodismo. Se presentaba el libro del profesor José Alberto García Avilés, Águilas y colibríes. Periodistas innovadores en Europa, uno de los más importantes y recientes cantos al futuro del periodismo, en el que se narran y sintetizan las experiencias de innovación periodística más importantes de nuestro presente.
En la presentación recordé el juego que José Alberto se había planteado en un momento del libro. Se preguntó, y preguntó a quienes son los protagonistas de su obra, que “si pudieras volver atrás en el tiempo de tu juventud, cuando entraste en el mercado laboral, ¿qué consejo te darías sobre tu carrera, sobre el periodismo o la vida en general?”.
La enumeración de las respuestas es un buen catálogo de sabiduría acumulada: “Busca un mentor en todo lo que hagas”, “procura tener una mente abierta”, “no te disculpes por no llegar a todo y trabaja en equipo”, “encuentra gente que comparta tu visión”, “escucha a los demás y plantéate metas ambiciosas”, “socializa y asiste a los eventos y fiestas con colegas, porque ahí se toman las decisiones”, “no tengas miedo a equivocarte”, “busca un maestro en la profesión que te exija y te abra caminos”…
García Avilés respondió que “nunca dejes de aprender. Sigue formándote todo el tiempo. Aprende todo lo que puedas, porque esta profesión cambia muy rápido y necesitas actualizarte constantemente. Y grábate esto en tu mente: ni la tecnología, ni los falsos amigos, ni los oportunistas, ni los cantos de sirena salvarán el periodismo cuando vengan las dificultades. Solo lo salvarán los periodistas enamorados”.
Querido colega, cuánto me alegraría si cada número de Cuadernos de Periodistas te sirviera para volver al amor primero que tuviste al periodismo. Así lo deseo.
Ah, y bienvenido al número 50 de Cuadernos de Periodistas. Espero que te sorprenda.
Contenido relacionado:
- "Carta a los Lectores": "Veinte años después, vamos a menos", por Fernando González Urbaneja
- "Carta a los Lectores": "Que la reflexión continúe", por David Corral Bravo
- "Estado actual de la innovación periodística en España: responsables de medios y expertos digitales destacan productos, formatos y estrategias de éxito", por Jose Antonio González Alba
- "Cómo diseñar el negocio y mantener a la audiencia en la era de la IA, los desafíos de la innovación en EE. UU.", por Juan Varela
- "Misión del periodismo en la España de hoy", por Adela Cortina
- "Dudar de nosotros mismos", por Diego S. Garrocho
- "El Ministerio de la Verdad no os hará libres", por Víctor Lapuente
- "Los riesgos del control a los medios", por Francisco Sierra Hernando
- "Consultorio Deontológico": "¿Es legítimo utilizar el periodismo parlamentario como instrumento de agitación política?", por Milagros Pérez Oliva