25/05/2016

Pronunciación y entonación idiomática

Anomalías en radio y televisión: ¿a quién le importan?

Escrito por Mari Sol Álvarez del Valle

Resumen de la tesis doctoral en la que se analiza, entre otras muchas cuestiones, la correcta pronunciación y entonación idiomática y se repasan anomalías contra la gramática producidas en la radio y en la televisión en España. La autora atesora más de 60 años de experiencia en la profesión periodística. 


MARI SOL ÁLVAREZ DEL VALLE*

“SobreélcierredéHispanerlaaerolineayapresentadoélconcursodeacrèedoresypreparaya/
unexpedientederegulacióndémpleoqueváfectar/
atodaláplantillahablamosdemasdédosmiltrabajadores”.

No, no es un juego ni un párrafo provocador del escritor y académico Muñoz Molina. Esta noticia, que han intentado leer, ha sido transcrita tal cual fue pronunciada en los medios audiovisuales. Quienes cuidan amorosamente los signos de puntuación y los acentos se habrán estremecido, sin duda. Preposiciones y artículos acentuados, grupos fónicos unidos por un hilo interminable. Imposible de entender, ni escuchando ni leyendo. Las pausas que debieran indicar la coma, el punto o el punto y coma se hacen arbitrariamente (/). Es el resultado de la desarmonía entre el contenido y la forma, entre el significado y el significante.

Esta es una pequeña muestra del índice de las anomalías contra la gramática que discurren por todo el globo, producidas en la radio y en la televisión en España: la cuna del idioma de Cervantes. Esta situación fue la que me impulsó a investigar cómo y porqué se producían dichas anomalías en la tesis doctoral[1] defendida el pasado mes de septiembre en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

Esta facultad no existía cuando empecé a trabajar como locutora presentadora en la radio, hace más de 60 años. Tras su apertura, he tenido muchas esperanzas de que los informadores recibieran en ella la formación adecuada para desarrollar su trabajo, tanto en la prensa como en la radio y en la televisión. Sin embargo, no se ven los frutos. Recuerdo haber escuchado en Radio Nacional de España (RNE) a uno de los primeros licenciados en la facultad, quien en un informativo preguntó: “¿Capasao en el País Vajco?”¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Por qué los locutores de hoy tienen peor pronunciación y entonación idiomática que los de mi generación y anteriores? No pretendo afirmar que entonces se leyeran las noticias sin ningún defecto; pero, al menos, se entendían. Tampoco me atrevería a decir que los periodistas de las nuevas generaciones ignoren las normas de acentuación, que les lleva a acentuar artículos y preposiciones, o que no sepan cómo entonar los grupos sintácticos o los signos de puntuación. Lo peor es que ni siquiera saben que no saben. Lo lógico es pensar que no han recibido ninguna formación, ni tan siquiera información al respecto.

No obstante, algunos profesionales tuvieron oportunidades de recibir esta formación cuando se abrió en Madrid la emisora-escuela, adscrita al Sindicato Universitario: Radio SEU. Se fundó en 1941, bajo la dirección de Dionisio Porres.

Una obra fundamental para conocer las bases de la entonación del español es la realizada por Tomás Navarro Tomás. Sus publicaciones no fueron conocidas en su momento en el sector radiofónico. El manual de entonación española se publicó en 1944 en Estados Unidos, donde se exilió tras la Guerra Civil. Allí desempeñó la cátedra de Filología Hispánica en la Universidad de Columbia (Nueva York), pero en España no se distribuyó hasta fechas más tardías, en torno a 1960-1970.

En la actualidad, existen diversas publicaciones sobre entonación, casi todas enfocadas desde el punto de vista de la fonética. Sus conceptos son escasamente asequibles para estudiantes de Periodismo y no facilitan información sencilla a quienes desean prepararse para leer eficazmente ante un micrófono.

Los especialistas en fonología investigan, escriben y publican para especialistas

Aprovecho para apuntar que los especialistas en fonología investigan, escriben y publican para especialistas. Sus textos son generalmente crípticos y, en muchos casos, ni intentan divulgar dichos conocimientos. Por lo tanto, hoy será preciso proyectar un puente de acceso a estos conocimientos.

Interrupción formativa
Desde el punto de vista de la transmisión histórica de estas habilidades, permítanme que intente exponer una de las posibles causas de por qué se ha roto el proceso de aprendizaje de la locución.

La radio en España nació en la década de los años 20 del siglo XX[2]. El 17 de junio de 1925se inauguró Unión Radio, compañía al frente de la cual estuvo Ricardo Urgoiti[3], hijo del gran empresario de la comunicación y socio de Ortega y Gasset en muchas publicaciones, Nicolás María de Urgoiti. El primer informativo, de media hora de duración, lo llevó a cabo Unión Radio, titulado La Palabra. El 19 de enero de 1937, en Salamanca, se creó RNE. La ley de prensa de Serrano Suñer otorgó a esta emisora la exclusiva de la información de actualidad. Los informativos se titularon El Parte, con claras connotaciones relacionadas con la guerra y se estableció la censura previa.

Como en tantos aspectos, el nuevo régimen provocó importantes cambios en la radio, que abrigó dos estilos en la locución. Mientras en las emisoras no gubernamentales la locución era clara pero excesivamente vendedora, la emisora estatal desarrolló una locución más sobria y seria, con inequívocos tintes dictatoriales en la emisión de las voces. A lo largo de los años, los profesionales fueron intercambiándose en las emisoras de ambos campos, con lo que el estilo de la locución se fusionó. Ello se trasladó luego a la televisión, que se nutrió de profesionales procedentes de la radio. Por un efecto mimético, las jóvenes promociones han ido aprendiendo a leer en voz alta; sin embargo, este proceso tiende a frenarse. La política de jubilaciones anticipadas ha hecho desaparecer a muchos maestros; aunque, afortunadamente, algunos de los que se formaron en la radio continúan trabajando en cabecera de los informativos. Pero el tiempo juega en nuestra contra y aún no hemos diseñado una buena formación para los profesionales del periodismo audiovisual. ¿A quién le importa?

En la actualidad, se han terminado los intereses de la prensa frente a los de la radio y la televisión, que inspiraron el plan de estudios de las Facultades de Ciencias de la Información. Hoy, los tres formatos se han unido a través de internet mediante el World Wide Web[4]. La prensa cada vez prensa menos, en favor de las ediciones online; y la radio, vía FM, ha perdido audiencia a favor de la escucha por internet. Según un estudio estadístico elaborado en 2014 por la empresa Egostreaming, un 42% de los 10.500 oyentes de radiola escuchan por internet de cinco a ocho horas diariamente. Un incremento del 19% con respecto a 2013. Habrá que tener en cuenta esta tendencia, tanto desde un punto de vista económico como desde la calidad. Hay que recordar, en este sentido, el cambio abismalmente cualitativo que se produjo cuando la edición de los periódicos pasó a ser digital.

Al terminar una oración afirmativa, la entonación de la voz debe descender

Volviendo a las observaciones realizadas en la referida tesis doctoral, hay una que juzgamos especialmente relevante. En las noticias, al llegar al término de una oración afirmativa, o sea, en
el punto, la entonación de la voz debe descender; sin embargo, en la lectura actual se realiza una curva de abajo arriba característica de la entonación irónica.

La entonación irónica niega lo dicho verbalmente, o lo pone en duda, como mínimo; lo cual es grave en un medio de comunicación. La gran credibilidad que alcanzó la radio tras el fallido Golpe de Estado del 23-F puede estar desapareciendo de forma inconsciente en los oyentes. En nuestros análisis, hemos encontrado muchos ejemplos de esa entonación irónica. Sirva de ejemplo este segmento:

1.- Entonación correcta de una frase afirmativa: 

2.- Entonación irónica efectuada por el locutor de la emisora estudiada:
107-3

En la primera organización de personal de las empresas radiofónicas se establecían varias especialidades: el redactor y el corrector de estilo, que no leían al micrófono; el locutor, en sus distintas categorías (solo lector), y locutor comentarista, quien elaboraba también los contenidos. Estas categorías profesionales no estaban establecidas en las emisoras provinciales, en las que, posiblemente por razones económicas, todo pilotaba en una única especialidad: locutor-redactor. Esta situación es la misma que hoy mantiene la empresa audiovisual, añadiendo además a las labores de locutor-redactor las de editor, tanto en la radio como en la televisión.

Como consecuencia, el profesional de hoy necesita una formación muy amplia, incluyendo la locución, en la que se ofrezcan conocimientos de la fisiología y la anatomía de los órganos de fonación, relacionándolos con la acústica, técnica de lectura en voz alta y reglas fonológicas combinadas con la gramática y, especialmente, con la sintaxis.

Sabemos que la voz humana es única e irrepetible, con una huella sonora propia que identifica a cada individuo; pero que responde, en su funcionamiento, a unas leyes universales. Cuando enfocamos la tesis, nos dimos cuenta de que el lenguaje tiene una extraordinaria dimensión y en cuya realización cooperan simultáneamente distintos órganos del cuerpo con sus correspondientes funciones; por tanto, el lenguaje es objeto de análisis desde diversas áreas científicas. Ello nos ha inducido a abordar en nuestro trabajo algunos detalles significativos de distintos ámbitos de estudio.

El objetivo principal ha sido analizar por qué la lectura de las noticias en los medios audiovisuales difiere ostensiblemente del lenguaje natural. Lo percibimos como un canturreo o soniquete. Sin embargo, esto no ocurre cuando el locutor habla espontáneamente, improvisando. Solo cuando lee se produce una entonación y segmentación errada de unidades fonológicas o sintácticas y una acentuación impropia de palabras átonas. Hemos observado como dividen un verbo compuesto y cómo rompen los llamados “sirremas”, unidades que no pueden ser divididas, como por ejemplo separar el artículo del sustantivo, el adverbio y su verbo, el sustantivo y el complemento determinativo. Si a estas rupturas añadimos la acentuación de artículos o preposiciones, el resultado fónico no puede ser más ajeno al idioma. En la lectura de las noticias, también se pierden diferentes características en los parámetros de la fonación, presentes en el habla coloquial.

Preguntábamos en el titular que a quién le importan las anomalías. Desde luego, a los especialistas en fonología no. La mayor parte de estos especialistas no les concede importancia, cosa que no deja de sorprendernos. Las justifican diciendo que son “fenómenos producidos por el énfasis” con el que se pronuncien las frases. No. El énfasis nada tiene que ver con cambiar los acentos, ni con separar verbos compuestos, ni con romper los sirremas. El énfasis, que utilizamos los locutores en el campo publicitario, está relacionado con los silencios y con la intensidad de la voz. En la prensa escrita coinciden con los locutores para enfatizar: en vez de silencios, emplean lo que en la jerga técnica llaman “aire”, espacios en blanco; en vez de intensidad, tipos de letra: grande, negrita. No tiene sentido enfatizar un artículo o una preposición, porque son palabras auxiliares, sin significado propio. ¿Por qué poner de relieve “lá” en la frase “la magnífica declaración”? Habrá que poner el énfasis (intensidad y mayor duración) a la palabra que califica: “magfica”.

Para analizar la lectura de un locutor, era preciso conocer los más importantes mecanismos del lenguaje espontáneo y, a partir de ese conocimiento, examinar qué elementos sufren una alteración o desaparecen en el acto de la lectura con respecto al habla natural.

En primer lugar, hemos distinguido dos tipos de lectura:

  • La lectura in mente, cuya misión es la comprensión del contenido a través de los códigos lingüísticos, en la cual no intervienen los mecanismos del movimiento ni los órganos de fonación. Es un acto de comprensión del mensaje.
  • La lectura en voz alta. En esta acción intervienen los órganos de fonación y resonancia, pero solo en ocasiones y de forma minimizada intervienen los componentes de la movilidad corporal. Prácticamente, desaparecen todos los movimientos naturales. Varios de ellos aportan el movimiento de la entonación o de la resonancia. Es el caso de algunos de los 43 músculos que tenemos en la cara.

Algunos estudios relacionan directamente el movimiento de los brazos con la palabra hablada. Por ejemplo, la elevación de brazos, que hace que subamos el volumen y el tono de voz; o el movimiento inverso, bajada de brazos, que coincide con el final de una alocución. En el final del contenido lingüístico, los brazos se paran repentinamente y no volverán a moverse hasta que empecemos de nuevo a hablar. Cuando los brazos se mueven lentamente describiendo un movimiento ondulado, suave, la voz lleva el mismo ritmo y, además, ocurre (oh, milagro) que la administración del aire con el que fonamos aguante hasta el final del semicírculo trazado por los brazos. Parece, pues, evidente que los brazos marcan el ritmo de la palabra y la administración del aire. Todos hemos visto cómo un orador político, cuando mueve brazos y manos rápidamente de arriba abajo, produce en cada afirmación un ritmo autoritario y machacón, aunque poco eficaz, porque es rechazado por la audiencia, que siente esa machaconería como el intento de hacer comprender el mensaje a una audiencia “poco preparada” y de “escasas entendederas”.

Los brazos marcan el ritmo de la palabra y la administración del aire

La lectura en voz alta, como hemos dicho, es un acto artificial, no natural, en el cual no intervienen los mecanismos biológicos innatos del ser humano, habitualmente presentes en el habla, en el que el pensamiento genera la palabra. Sin embargo, en la lectura, la palabra está ya escrita, y, por tanto, no hay un proceso simultáneo con el pensamiento. Además, el mensaje que recibe el lector a través del grafismo y de los formatos en que se inscriben constituye un elemento desorientador para el locutor. Los indicadores visuales que recibe el lector son el elemento plano del papel y la  linealidad, sin curvas de la escritura; formas que se transmiten instintivamente a la fonación.

Cuando leemos in mente, hemos adquirido un vocabulario y unos significados, pero no hemos aprendido a llevarlos al cuerpo. Hasta que esas palabras no se pronuncian en voz alta, en la lectura, no hemos “encarnado” el texto. El cuerpo tiene que aprender a incorporar todas y cada una de las frase
s comprendidas. Cuando esta práctica se realiza repetidamente, empezamos a “escuchar” nuestra propia voz entonando el conjunto de frases. Esa voz es nuestra mejor maestra en la lectura. El fenómeno de escuchar la propia voz entonando puede llegar a convertirse en una ventana sonora para “ver” a los personajes de una novela, porque algunas personas –entre las que me encuentro– son tan afortunadas que escuchan voces diferentes, ajustadas a los personajes de la narración; incluso, llegan a verlas imágenes en movimiento de los paisajes y personajes narrados en el texto.

La descodificación de la lectura en voz alta presenta muchas satisfacciones, aunque no pocas dificultades. Las causas son diversas:

  1. Escasa formación de iniciación a la lectura en la etapa infantil y adolescente
  2. Comodidad del lector, que prefiere leer in mente, por lo que supone de ahorro de tiempo y de esfuerzo vocal
  3. El miedo escénico que sienten muchas personas cuando se ven en la necesidad de leer en público. El sentido de la vergüenza impide darle expresividad al texto.

En la actualidad, nuestra cultura se ha transformado dejando al libro un papel menos preponderante, para dar mayor relieve a los contenidos audiovisuales. Pero las nuevas generaciones no pueden dejarse engañar. Porque con el ejercicio de la lectura en voz alta se fortalecen las habilidades comunicativas y el dominio del idioma. El aprendizaje de la lectura en voz alta es una necesidad para tener una mayor naturalidad en la comunicación y transmitir mayor comprensión del mensaje. Leer bien es parecer que no se está leyendo, sino hablando. Creemos que los rasgos específicos, que están presentes en el habla natural y que generalmente desaparecen al leer en voz alta, pueden ser descritos y analizados para volver a recuperarlos. Este proceso debiera ser aplicado como sistema en la enseñanza.

Leer bien es parecer que no se está leyendo, sino hablando

Aunque poco conocidos, existen otros factores que distorsionan el trabajo de un locutor, afectando a la emisión de la voz y al resultado final de la comunicación. Habrán observado cómo gritan algunos locutores cuando nos cuentan las noticias, ¿verdad? Pues se debe a lo siguiente: en un escenario natural, donde ponemos los ojos, a nuestro objetivo, tratamos de enviar la voz. Es instintivo. Sin embargo, en un escenario como la radio o la televisión, donde nuestro objetivo es virtual, el instinto nos engaña; porque ponemos los ojos mentalmente en un oyente, imaginando que está lejos…, pero no es así.

Citaremos un ejemplo que vivimos a diario: cuando hablamos por teléfono a larga distancia, el volumen de nuestra voz se hace mayor, por efecto del cálculo que hemos hecho con la mirada mental. Error de cálculo.

 Tanto en la transmisión telefónica como en la radiotelevisiva, el micrófono es exactamente el propio oído del oyente; y eso se produce por las distintas reconversiones técnicas que experimenta la señal sonora a través de los medios. El medio elástico de difusión de las ondas sonoras que lleva la voz no es el aire, sino los medios técnicos de radiotelevisión. La señal de micrófonos, cámaras, amplificaciones, etc. será sometida a una serie de procesos de reconversión de ondas que producirán un resultado final no calculado por el locutor; de manera que cuando el sonido de la voz llega finalmente a los oyentes, tendrá características diferentes a las que inicialmente había calculado el locutor. Los parámetros de la voz, con ese error de cálculo, experimentan una pérdida de cualidades relacionadas con la afectividad, la cercanía, la confianza y la consiguiente capacidad de influencia en el oyente.

Fisiología de la voz
Hemos examinado, en conjunto, la anatomía y fisiología de los órganos de la voz y las teorías y técnicas de fonación y resonancia, aportando la propia experiencia profesional, que ha sido larga, y en la que hemos encontrado recursos inesperados, apasionantes, a la vez que sufrimiento cuando no encontrábamos soluciones a eventuales problemas fisiológicos.

En primer lugar, tenemos que contradecir la opinión generalizada, en nuestra profesión, de que un buen locutor, o una buena voz, nace, no se hace. Absolutamente falso. La llamada “buena voz” la tienen de forma natural algunas personas, es cierto; pero la educación de la voz y su adecuado manejo hace que cualquier voz resulte óptima. Educar las voces es materia de aprendizaje, incluso en la escuela, si en España hubiéramos desarrollado dicha formación. De hecho, los padres y quienes rodean al niño, sin ser conscientes, son los primeros maestros en el manejo de la voz. Aunque este aprendizaje a veces es negativo, ya que si los padres vocalizan mal, o gritan, sus hijos copiarán idéntico patrón.

Es absolutamente falso que una buena voz nace, no se hace

La voz, el modo de hablar, porta más información que nuestro DNI. En él se inscribe el historial social y cultural del hablante. Refleja no solo los sentimientos ocasionales, también el carácter, las intenciones hacia el interlocutor, muestra el estado de salud, la actitud ante los acontecimientos. Cuando muchos de estos parámetros hayan sido estudiados y clasificados, podrán ser de gran utilidad, por ejemplo, para los técnicos que realizan la selección de personal en las empresas. Y no solo podrán ser utilizados en este campo. Sabemos, y hemos comprobado, que cuando, leyendo, adoptamos de manera fingida un estado de ánimo concreto, de alegría o de tristeza, a los pocos segundos se instala realmente ese ánimo en nosotros. Este feedback [realimentación] podría ser de extraordinaria utilidad en determinados tratamientos psicológicos.

Todos estos fenómenos, que acabamos de señalar, se encuentran en la fonación de la voz y en su proyección.

La proyección de la voz
Se denomina voz proyectada o directiva. Para ejecutar esta acción de manera eficaz, hay que mantener dos actitudes, mirada y verticalidad del cuerpo, que constituyen la preparación para la acción de habla. La proyección del aire impulsado por el diafragma, conjuntamente con la relajación mental y física, darán como resultado una voz plena de energía pero sin sonidos tímbricos estridentes, porque el paso laríngeo se ha “ensanchado” con la fuerza del aire. De esa forma, el sonido resultante será suave, cálido y envolvente.

 La sonoridad y la resonancia se producen en el rostro, con resultado para el oyente de mensaje sincero, creíble. Si no se proyecta la voz, el sonido se queda en la “gola”(cuello); el mensaje “no llega”, porque procede de un locutor no sincero, que denota autosuficiencia y prepotencia y ningún deseo de compartir el mensaje con el oyente.

Otro modo erróneo de emitir la voz es nasalizándola. Se produce cuando se toma escaso aire. La forma de “ahorrar” ese insuficiente aire es lanzarlo por la nariz, cerrando la salida por la boca. Quien practica esta forma de hablar se escucha a sí mismo aceptablemente bien, porque toda la resonancia, que no sale fuera, es percibida en su oído. No obstante, el sonido que sale al exterior es poco recomendable. La nasalización denota una personalidad vaga, apática.

La voz que despierta interés
Cuando alguien siente gran interés por lo que dice, se advierte un cambio sustancial de emisión de voz. Es un sonido que sugiere actitud de búsqueda, emoción por haber encontrado la clave del suceso. Eso también emociona al oyente. Ese sonido provoca en el receptor un repentino y creciente interés por el tema que se está contando. Pero cuando un locutor lee, como conoce ya la noticia, pierde el sonido de interés. Por tanto, debiera formarse para saber emitir siempre estos parámetros, imprescindibles para leer noticias en la radio y en la televisión.

Las actitudes en la comunicación tienen un reflejo en la acústica. Esa actitud de interé
s por parte del locutor determina el sonido que escuchará el receptor. El oyente percibirá al locutor “más cerca” de él. Este fenómeno se debe sin duda a los niveles generales de audición medidos en decibelios.

Susurro débil  ............................. 20 decibelios
Susurro suave  .............................. 30 decibelios
Susurro fuerte  .............................. 50 decibelios
Conversación  .............................. 60 decibelios
Grito  ............................................80 o más decibelios

Puede comprenderse que los 80 decibelios del grito, difíciles de soportar directamente en el oído, se hacen insoportables en la amplificación con micrófonos. Los 60 decibelios de la conversación, es decir, del habla, que no tiene proyección vocal, no producen el efecto de hacer sentir al oyente la cercanía con el locutor. Sin embargo, los 50 decibelios de un susurro fuerte son óptimos para llegar con claridad al oyente y, además, sugerirle que la información que está recibiendo es de primera mano y que es la primera persona en recibirla. Esa sensación de conocer un suceso antes de que se haya publicado “a todo el mundo” tiene un gran efecto psicológico en el oyente, sintiéndose depositario de una “exclusiva” del acontecimiento a través de una voz “cercana y amiga”. La actitud psicológica del comunicador ante una noticia verdaderamente importante e inédita estimula sus órganos de fonación para pronunciar la noticia. Esa intención actúa sobre los parámetros de la voz, haciéndola más soplada, aguda y “estrecha”,llegando al susurro.

En la literatura, encontramos la referencia a la llamada “voz modal”, la cual es descrita por el profesor Villayandre Llamazares[5]como “un tipo de voz compuesto de fonación: soplo o susurro+voz modal (voz sexi)”, característica de Marilyn Monroe. También afirma que se usa en los cambios de registro en la fonación y puede servir para señalar un paréntesis o un constituyente secundario. Estos parámetros en la emisión de voz son los que nosotros denominamos “voz de interés”. Así que consideramos que esta forma es la más oportuna para que los locutores de la radio y la televisión cuenten lo que pasa por el mundo.

Los efectos de la crisis
Nuestro trabajo de investigación ha tenido un telón de fondo: la crisis económica de nuestro país. Pues, aunque no se lo crean, esta situación ha influido en la entonación de los locutores. A lo largo del tiempo, observamos que entre los profesionales existe una especie de contagio, porque no solo cometen idénticos errores, sino que estos se producen de forma simultánea. Uno de ellos es una “rara” realización del tonema de anticadencia, es decir, elevación del tono, que se realiza siempre al término de la parte tensiva de la frase. Pues bien, este tonema de anticadencia se percibe como si no pudieran sostenerlo elevado, “se cae”. Es el equivalente al que se produce en frases populares que carecen de expectativas de esperanza, como:

113_1En este caso, esa elevación se cae, como si el hablante no tuviera fuerzas físicas o anímicas, para mantener firme el tonema ascendente.

Esta anomalía se ha propagado rápidamente como una epidemia, según nuestra percepción; en menos de 15 días, casi todos los locutores, en cualquier emisora, de radio o de televisión, sufren la “anticadencia caída”. Como la entonación tiene un componente psicológico, es probable que en tiempos de crisis, como los que atraviesa toda Europa, esa “anticadencia caída” sea la expresión inconsciente de la falta de esperanza que empapa al locutor y a la sociedad.

Se suman a las diversas observaciones que hemos descrito tres interesantes curvas en la entonación, las cuales tienen una importante repercusión en la relación psicológica con el oyente: la curva irónica, que hemos comentado ya al principio de este artículo, la curva “gitana” o de persuasión y la curva autoritaria.

La curva de persuasión la denominamos “gitana” porque las mujeres de esta raza, españolas o rumanas, cuando se han visto obligadas a tener que pedir limosna, dan a la frase petitoria una curva descendente magistral. Es dulce pero llena de energía, es decir, de aire, de sentimiento. Seguramente, esa habilidad brota de un instinto ancestral para conseguir resolver una necesidad imperativa. ¿Cómo se produce esa curva? Las sílabas de la frase persuasiva van descendiendo de tono progresivamente hasta su final. Se realizan siempre con proyección de voz. Las características de timbre suave lanzadas con energía producen un efecto magnífico. Aunque hay algo más que intuimos del fenómeno de esta curva. Todos recordarán, tras haber escuchado a un cantante de ópera o un concierto de música orquestal, como la emoción nos invade cuando interpretan el final de la partitura, pleno de energía, explosionando, hasta rematar en lo que podríamos denominar “chimpún” y luego un silencio total. O cuando una patinadora artística da vueltas a gran velocidad sobre un solo pie y luego, repentinamente, se para, sin perder el equilibrio. Es el mismo chimpún, pero en este caso de la energía del movimiento. Y siempre, tras ese chimpún, de movimiento o de sonido, expresamos con aplausos entusiastas nuestra emoción. ¿Por qué nos provoca esa emoción? Sinceramente, no tenemos una respuesta, solo la observación. 
114-1
La curva autoritaria
La curva autoritaria consiste en que las sílabas de la frase final, en vez de continuar descendiendo de tono paulatinamente, como en la persuasiva, se interrumpe. Luego un silencio, y termina en tono bajo y rotundo:

114-2

Esta curva es tan demoledora para quien la escucha que seguramente hay que autodefenderse de su efecto. En el cine americano, hemos visto cómo, tras una orden tan autoritaria de forma, en una escuela militar, les hacen decir a los reclutas con fuerza y energía “sí, señor”. Esa puede ser la fórmula de autodefensa psicológica, porque ese “sí, señor”, dicho con gran volumen de voz, sirve de desahogo. Es como un puñetazo directo al mando en cuestión.

Separar las partes de una oración
Para separar los grupos fónicos que integran una oración, es decir, sus pausas internas, nos hemos valido de una simulación. Tras observar que, en el habla espontánea, la voz se mueve en dos bandas tonales que cubren una amplia escala de forma cómoda, lo que en canto se denomina tesitura, hemos propuesto una herramienta simuladora, que representa simbólicamente cualquier tesitura de voz con dos niveles: meseta y valle. Su función consiste en jerarquizar la oración al separar los elementos principales (meseta) de los secundarios (valle), determinando la ubicación de los grupos fónicos en sus niveles correspondientes, así como segmentando y señalando sus tonos frontera. El tono frontera es el que se produce en la separación de los grupos fónicos, que, a nuestro juicio, no son otros que los grupos sintácticos. Esta herramienta del campo tonal nos ha ayudado a segmentar cada oración y a relacionar sus componentes.

El conocimiento objetivo de la entonación es de importancia capital

El conocimiento objetivo de la entonación es de importancia capital, porque este es uno de los que se deterioran en el acto de la lectur
a y que actúa dando forma sonora a las frases. Es decir, el significante da forma al significado. Si esto no se produce correctamente, el mensaje no llegará claro o estará repleto de ambigüedades.

Pongamos algún ejemplo para ver cómo una pausa, puesta en diferente lugar, origina diferentes interpretaciones semánticas. Frases en las que el sujeto es el político catalán Artur Mas (el asterisco señala pausa y un tonema de separación):

  1. Mas * subió * solo las escaleras
    En este ejemplo queda claro lo que subió Mas: solamente, las escaleras.
  1. Mas *subió solo * las escaleras
    En este segundo ejemplo se aclara que Mas subió, sin compañía, las escaleras.

Ejemplo de noticia con el nombre del Movimiento de Resistencia Palestino Islámico, Hamás, cuya coincidencia fonética con la expresión “jamás” puede llevar a interpretaciones ambiguas:

  1. Hamás *sostuvo que los atentados contra Israel continuarán (amenaza clara)
  2. Hamás sostuvo *que los atentados contra Israel continuarán (negación de amenaza)

Los signos de puntuación
Paralelamente, también hemos relacionado la entonación con los signos de puntuación, ya que, a nuestro juicio, constituyen una guía vertebradora de la estructura sintáctica, además de serlo también de la entonación, formada por los grupos fónicos. La escritura, desde muy antiguo, ha tratado de plasmar con signos gráficos todo lo que la palabra hablada o cantada debía realizar. El profesor Luque Moreno[6] ha expuesto en su extensa obra la evolución de los signos desde la antigüedad hasta nuestros días. Los signos de puntuación nacieron para dar cuenta de las pausas y de la entonación, tanto de acentos como de tonos agudos o graves en los textos; todo en el ámbito litúrgico.

En el periodismo escrito ha dejado de utilizarse prácticamente el punto y coma; sin embargo, no ha desaparecido de la palabra hablada. En el habla coloquial, no en la lectura, se mantiene. Tiene un sonido (tonema) de final, como el punto, pero con pausa menor. Aún recordamos la regla de uso para el punto y coma, debe ponerse generalmente antes de “pero”, “mas”, “sin embargo”, “no obstante”, “aunque”.

Método de investigación
Los trabajos de investigación en el campo fonológico se realizan habitualmente con la medición en hercios de la frecuencia fundamental (F0) o también denominado pitch, que informan sobre la velocidad a la que vibran las cuerdas vocales al producir un sonido. Este método exige una calidad nítida de las grabaciones a analizar. En nuestro caso, no era posible, dadas las circunstancias de ruidos y ráfagas que presentaban nuestras muestras regrabadas del directo. Por ello, optamos por el método del investigador, basado en la percepción directa auditiva. Es un método al que los investigadores conceden un alto porcentaje de aciertos en el análisis. Tras nuestro largo estudio, celebramos haber optado por este método, porque desveló las limitaciones del llamado “científico”.

Cuando nos dispusimos a analizar el acento impropio de las noticias, se nos repitió un patrón: la sílaba anterior a la tónica bajaba siempre de tono respecto a las precedentes; pero, en principio, no nos llamó la atención comparándola con las descripciones de acento encontradas en la literatura: “Prominencia fonética dada a una sílaba particular en una palabra”. “El acento puede definirse como la prominencia de una sílaba en contraste con las que la rodean”. “Esta prominencia se manifiesta acústicamente y es percibida por los hablantes”. Luego, examinamos nuestro patrón desde el punto de vista fisiológico y descubrimos su efecto. El descenso de la pretónica ponía en marcha la bajada del diafragma, que tomaba así aire para lanzarlo en la fonación, produciendo de esa manera la elevación de la siguiente sílaba, acentuándola.

La idea la conectamos con las técnicas que recomendaban los fonetistas[7] a sus pacientes para recuperar la respiración diafragmática, en la que les hacían decir “y uno, y dos, y tres”. Al pronunciar la copulativa, el diafragma baja y, con esa bajada, hay una toma importante de aire. Al volver a subir, lo impulsa con energía y produce la tónica. También Quilis[8] lo observó, aunque parece que en aquel momento nadie le concedió importancia a la hora de describir el acento. Apuntó lo siguiente: “Podemos describir, desde el punto de vista fonológico, la producción del rasgo acentual del siguiente modo: los estudios electromiográficos de la actividad de los músculos intercostales internos durante la emisión repetida de una sola sílaba acentuada han puesto de manifiesto que se produce un aumento general en el conjunto de la actividad muscular mientras se emite la sílaba, y que esta actividad aparece principalmente en los momentos de explosión que preceden inmediatamente a cada sílaba”.

Al no dominar la administración del aire, baja el tono de las sílabas

Con estas dos aclaraciones ya tenemos un diagnóstico de lo que les sucede a los locutores en la actualidad: como no dominan la administración del aire, y como no se paran a hacerlo en las fronteras de los grupos fónicos, van perdiendo gas y, con él, baja el tono de las sílabas. Cuando ya han llegado a su máximo de grave, el instinto para no ahogarse es apoyándose en la pretónica. Ahí toman aire, pero, claro, la siguiente sílaba que pronuncian sale acentuada. Nos estábamos acercando a dar una respuesta a una cuestión que se habían preguntado ya muchos investigadores y también nosotros en la tesis: si el acento y la entonación general de la frase interactúan entre sí. Continuamos indagando hasta que llegó…

Una intriga
Posamos nuestra atención en la siguiente referencia bibliográfica: “La estructura sintáctica y entonativa de los enunciados puede determinar que algunas sílabas acentuadas no puedan verse en los oscilogramas y variaciones melódicas con valores en frecuencias (Hz)”[9]. Sin embargo, puede verse que en la palabra con acento sí aparece una elevación en la gráfica. El hecho de que no aparezca en la valoración de frecuencias se debe, a nuestro juicio, a que la sílaba acentuada vino a producirse en la zona de descenso de la curva de la frase y, por tanto, no puede medirse con el valor alto de la frecuencia fundamental (F0). Por esto se induce que el acento no tiene una altura absoluta, sino relativa. Además, en el oscilograma sí puede apreciarse la bajada de la pretónica.

Así, podemos deducir las siguientes cuestiones:

  1. Que toda prominencia tonal que esté por debajo de los 120 Hz no es captada en el laboratorio como altura de la F0, aunque sí es percibida auditivamente.
  2. Que la prominencia tonal detectada como acento puede tener diferentes alturas en Hz. Esa altura será baja de frecuencia cuando la prominencia se produzca en las frases que van declinando hacia su final y que nosotros hemos situado en el nivel llamado valle. Con este razonamiento, podemos decir que la altura tonal no es absoluta en términos de la F0, sino que es relativa.
  3. Que la altura de la F0 no determina por sí sola el fenómeno acentual, porque este se produce, sobre todo y de forma repetida, como efecto de la bajada de nivel de la pretónica, con respecto a las átonas precedentes.

Debemos reiterar que esas sílabas, producidas en los tonos más bajos, sí reciben acento tonal, aunque no haya elevación de la frecuencia fundamental. Podrá no percibirse con los estudios de frecuencias, pero sí de forma auditiva.

Encontramos otros estudios de varios investigadores que corroboran la aparente ausencia de acento: “Alrededor de un 80% de las sílabas acentuadas no coincide con un máximo de F0. Esto sucede en todas las cond
iciones en que se han encontrado diferencias entre ellas”[10]. Y también: “En la observación alineada de grupos tónicos coincidentes en la posición del acento agudo, grave y esdrújulo se puede observar que el punto más bajo era el de la vocal pretónica”[11].Estos autores afirman que no localizan si el acento se realiza antes de la sílaba tónica, al inicio de esta o justo en la vocal tónica.

Finalmente, encontramos otro punto de la intriga: la afamada fonetistaCanellada[12], alumna de Navarro Tomás, se quedó desconcertada analizando una frase interrogativa (¿El nuevo “pápa”?), al observar que la última sílaba tiene una frecuencia mucho más alta que la tónica. Le dan esta explicación: “Eso, tan sencillo, es lo que intriga a algunos fonetistas. Ellos suponen que la tónica ha bajado de frecuencia para destacarse y marcar así el acento. Su acento, el acento fonológico del vocablo ‘pápa’, sigue en su sitio. Lo que pasa es que las frecuencias respectivas de las dos sílabas han de acomodarse a la línea tonal, que tiene así determinado su tipo (Canellada se está refiriendo al tipo de interrogativas). Entonces, el resultado de las medidas que obtenemos es el resultado de la acomodación: la tónica ha quedado más baja y la átona ha quedado más alta”. Y concluye: “El acento fonológico queda de esta manera como anulado en su aspecto tonal, y tiene que haber otro elemento que lo sustituya en el papel de hacer destacar la primera frente a la segunda. Tal elemento es la cantidad”.

En su estudio, creemos que ha podido existir una interpretación poco certera de la información de las mediciones automáticas de las frecuencias leídas en Hz. La razón de su error es que el acento, cuando se produce en las frases descendentes, situadas en la última parte de una oración o periodo, no se refleja en los datos de frecuencias como un aumento de la amplitud de la onda. Sin embargo, la acción de la pretónica sí dejaba clara la acentuación de la sílaba “pá”. La última sílaba, que a ellos les daba mayor relieve, tenía su origen en la inexperiencia de la lectora que usaron para la prueba. Esa interrogativa que señalan solo la hace un niño o un adulto que no ha madurado en su lectura. Cuando los autores afirman que “el acento queda anulado”, no estuvieron acertados. Lo que queda anulado no es el acento, sino la manera con el que, hasta ahora, ha sido medido: la altura en frecuencias. La que marca el oscilógrafo en el análisis de frecuencias es la absoluta. Y no es captada por el análisis una frecuencia que no supere los 120 Hz. Por esta razón, creemos que la altura tonal del acento es relativa, no absoluta.

Así pues, la explicación de la naturaleza y proceso del acento tienen origen en la fisiología. En el tránsito de la átona a la tónica, y antes de que se pronuncie la tónica, se transmite una vibración del aire, por efecto del disparo que efectúa el diafragma. Esa turbulencia llena de energía es la que percibieron, en forma de intensidad, nuestros ilustres fonetistas.

Llegamos así a una nueva aproximación al acento fonológico: este se produce cuando la sílaba previa a la tónica, a su izquierda, es decir, la pretónica, baja de nivel de tono con respecto a las átonas precedentes del cuerpo de la frase.

Viendo el proceso fisiológico del citado movimiento, hemos de deducir que el correlato acústico del acento no está constituido por una mayor altura de laF0, frecuencia fundamental. El acento es el efecto que se produce en cualquier nivel de la frase, en términos de la tesitura tonal del que habla, a causa de la bajada de tono de la sílaba pretónica respecto a las precedentes. Como consecuencia, el acento podría tener, simultáneamente, las siguientes características:

  1. Una elevación del fundamental relativa, no absoluta
  2. Una mayor energía
  3. Mayor intensidad
  4. Posibilidad de emplear mayor duración en la tónica

La cuestión de si el acento repercute en la entonación y viceversa ha preocupado a la mayoría de los investigadores. Según Canellada[13], “separar estas dos cosas para su estudio equivaldría, ni más ni menos, que a deshacer el nudo léxico prosódico de la estructura de la frase”.

Creemos que, con nuestras pesquisas, hemos contribuido a deshacer, al menos en parte, ese nudo gordiano que había entre la producción del acento y la línea tonal general de la oración. A ese nudo se unía la toma de aire a destiempo del locutor, algo hasta ahora no tenido en cuenta.

Es muy posible que tengamos ya suficientes elementos sustanciales para diseñarlos contenidos de un nuevo sistema de enseñanza de la locución, que ayude a los periodistas-locutores a evitar anomalías prosódicas. Con ello se preservaría la pureza y belleza del idioma español. ¿A quién le importa? Seguro que al público, a los oyentes, sí.

[1] Álvarez del Valle, 2015.
[2] La emisora pionera fue EAJ-1 Radio Barcelona. Las primeras emisiones se realizaron entre 1923 y 1924 en Radio Ibérica de Madrid, durante la dictadura de Primo de Rivera. 
[3] Ricardo Urgoiti Somovilla (Zalla, 26 de julio de 1900 - Fuenterrabía, 14 de septiembre de 1979
[4] La primera estación de radio por internet fue Talk Radio (Carl Malamud, 1993). Después, Radio HK (1995) fue convertido a uno de los servidores originales de Real Audio. Hoy, algunas estaciones de radio utilizan la tecnología de servicios web de proveedores como Live365 para hacer webcast 24 horas al día.
[5] (Villayandre Llamazares, 2008).
[6] (Luque Moreno, 2006).
[7] (Le Huche, 2000).
[8] (Quilis, 1998).
[9] (Real Academia Española, Fonética y Fonología, 2011. Inserción: 9.8g).
[10] (Garrido, Llisterri, Mota y Ríos, 1995).
[11] (Fernández Salgado, 2001).
[12] (Canellada, 1987).
[13] (Canellada, 1987).