¡Es la demografía, estúpido!
Hace años ya publiqué en esta sección un artículo en el que avisaba de la inutilidad, que a veces roza el ridículo, de usar cifras absolutas cuando se compara la incidencia en diferentes territorios de un fenómeno social[1]. Contar el número de viviendas en las que hay un robo en el verano en diferentes comunidades, sin tener […]
¿Comparar lo incomparable?
Como ya he comentado otras veces en esta misma sección[1], si las estadísticas en general tienen mala fama, las estadísticas comparativas (y por tanto, se supone, “odiosas”) la tienen aún peor; a pesar de que en el fondo toda estadística es, aunque solo sea implícitamente, comparativa.