Libros

21/11/2023

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  • Contar la verdad (Bieito Rubido), por Luis Ventoso.
  • Digan la verdad (Antonio Caño), por Álvaro Nieto.
  • Innovar en periodismo: de la desinformación al metaverso (José Francisco Serrano Oceja y Cristina Jaramillo Sánchez [eds.]), por Antonio García Jiménez.
  • La gran fragmentación (Ricardo de Querol), por Bernardo Marín.
  • Palabra de director (Pedro J. Ramírez), por Lucía Méndez.
  • Recuperemos el periodismo (Ignacio Bel Mallén [coord.]), por José Francisco Serrano Oceja.


La verdad tranquila de Bieito Rubido

Los libros de memorias periodísticas de corte autobiográfico suelen derivar en magnas odas al propio ombligo. Bieito Rubido (Cedeira, 1957) ha logrado escapar de esa tentación con Contar la verdad, obra que vio la luz en 2021 y que sigue ofreciendo un fresco imprescindible del periodismo y la España del arranque del siglo XXI, en la cual combina la humildad con el magisterio de muchas décadas de vuelo.

El libro presenta dos ventajas. La primera es que el autor, que posee una de las mejores agendas sociales de España, ha sido testigo en primerísima línea de episodios muy trascedentes de la historia de nuestro país, como la grave crisis económica de 2011-12, el golpe separatista, la abdicación de Juan Carlos I o la llegada del sanchismo. La segunda es que Bieito Rubido acomete un ejercicio de desmitificación del periodismo para presentar ese oficio como es, con sus grandezas y miserias, con su imprescindible aportación a toda sociedad sana y también señalando la grasa frívola y mendaz que tantas veces le sobra. Contar la verdad opera como un extintor apaga egos y una lección para quienes pretendan dedicarse a este fatigoso menester, incluido el relato elegante de lo duro que resulta muchas veces para los directores el trato con el sector de algunos oficinistas que pretenden erigirse en improvisados seudodirectores.

Rubido acomete un ejercicio de desmitificación del periodismo para presentar ese oficio como es

Unas palabras preliminares sobre el autor. En un país donde solo reconocemos los méritos a las personas el día que toca escribir su obituario (y esperemos que en este caso falten todavía muchas décadas), cabe consignar que Bieito Rubido es uno de los periodistas vivos más importantes de España. No es una hipérbole amable, se trata de un hecho avalado por los puestos que ha desempeñado y los resultados que ha obtenido en ellos.

En la dirección de La Voz de Galicia llevó al veterano rotativo coruñés a sus mejores datos históricos de ventas e ingresos y marcó un hito periodístico con la cobertura de la catástrofe medioambiental del Prestige, merecedora de varios premios, incluso internacionales. Además, lo dotó de una profundidad de la que carecía.

En ABC le tocó acometer una de las tareas más difíciles que pueda afrontar un director de periódico: recomponer la comunión de una cabecera con su público natural cuando se ha visto rota. Rubido lo logró a su manera, moviendo el timón con la misma suavidad con que su padre, marino mercante, hacía navegar a sus grandes navíos. “Con ABC vamos a hacer un cambio que parecerá que no se nota -me explicó al poco de llegar a su despacho de la calle Luca de Tena-, si bien ocurrirá como con esos grandes petroleros, que parece que no se mueven, pero que cuando vuelves a mirar unos minutos más tarde te das cuenta de que ya están mucho más lejos”. Así fue. Con su talante educado y su sentido del humor -y con sus inefables anécdotas de Cedeira engrasándolo todo- fue construyendo un ABC menos agresivo, más argumentativo, más interesante y con grandes exclusivas, como las del caso de los ERE o la de la tesis irregular de Pedro Sánchez.

Un periódico es una idea, en torno a la cual se reúne un amplio grupo de lectores. Propinarles una patada en la espinilla en nombre de una supuesta originalidad juvenil supone siempre el más mayúsculo de los errores. Rubido lo sabía y trabajó durante diez años para recomponer la comunidad afectiva alrededor de unos principios. Y llegó el premio, por supuesto: en su etapa convirtió a ABC en el primer periódico del centro-derecha en venta de ejemplares y también en el más leído durante varios meses en los rankings de internet, en una etapa en que todos los diarios competían de igual a igual en abierto. Curiosamente, esos éxitos fueron celebrados por su compañía de entonces relevándolo en busca de algo más “moderno”.

Paradójicamente, el tercer gran hito de la vida profesional de Bieito Rubido, El Debate, se imbrica en la más pura modernidad, pues se trata de un periódico puramente digital, aunque hereda una marca triunfadora en los años 20 y 30 del siglo XX e idéntico promotor y editor que entonces, la Asociación Católica de Propagandistas. A su original manera, sin estridencia alguna, Rubido lo ha vuelto a hacer. El Debate ha rubricado el más rápido despegue de un periódico digital español. Prueba así que en su caso la modernidad nunca constituyó un problema.

En sus memorias, Bieito defiende un “periodismo útil” y rechaza frontalmente el “periodismo de acoso” y la “arrogancia” en su desempeño. Pone en su lugar tópicos como el celebérrimo periodismo de investigación (“que es escaso”, porque muchas veces lo que realmente hay es “periodismo de filtración”). Explica sus estrategias para que un periódico funcione bien o, como él dice, “para hacer feliz a una redacción”. Además, rinde un tributo necesario a grandes profesionales y editores a cuyas órdenes ha trabajado y aprendido, como Martín Ferrand, la familia Luca de Tena o José Manuel Vargas.

Oscar Wilde sostenía que la verdadera definición de gentleman es “aquella persona que se esfuerza para que los demás se sientan bien”. En ese sentido, Bieito Rubido es epítome del caballero. Leyendo sus memorias se puede entender que es posible hacer un periodismo de altura sin que se te suba el pavo y sin pretender -ilusamente- derribar un Gobierno cada mañana.

Solo cabe plantear dos peros a esta recomendable obra: estaría bien una ampliación con un poco más del principio y un poco más del final. Es decir, una nueva edición que se enriqueciese con las extraordinarias historias de la infancia del protagonista en esa Cedeira que lleva siempre en el alma y que se cerrase con el relato de cómo ha conseguido volver a hacerlo, esta vez con El Debate. Pero tiempo habrá para esos nuevos disfrutes.

 

Luis Ventoso
Periodista y director adjunto de El Debate

 

Periodismo de verdad

Digan la verdad, de Antonio Caño, es en realidad dos libros en uno. Por un lado, encontramos las vivencias de un periodista con larga trayectoria, fundamentalmente en la cobertura de conflictos internacionales. Y, por otro, asistimos a un tratado sobre la profesión periodística, de la que se dice en el subtítulo que es “un oficio en peligro de extinción”. Por tanto, no estamos ante unas memorias al uso, sino ante un libro que en buena parte de sus páginas da importantes pinceladas a modo de manual para futuros periodistas.

Ese primer libro dentro de la obra, el de las vivencias, se divide a su vez en dos partes muy diferenciadas. La primera tiene que ver con la actividad de Caño como reportero, en la que nos va desgranando cronológicamente anécdotas de su carrera. Y la segunda, la de su etapa como director de El País, que es quizás la más morbosa para todos aquellos que tengan interés en saber lo que pasó durante su paso por la dirección del diario de Prisa.

No estamos ante unas memorias al uso, sino ante un libro que en buena parte de sus páginas da importantes pinceladas para futuros periodistas

Así pues, conviene aclarar que hay tres libros en uno: las memorias de un reportero, un manual de periodismo y la crónica de una de las etapas más convulsas en el principal periódico de España. Quizás por eso, Digan la verdad está teniendo tanto éxito, porque permite hacer varias lecturas y ofrece contenidos variados para públicos muy diversos, desde un joven estudiante de Periodismo hasta un lector maduro ajeno a la profesión, pasando, lógicamente, por todos esos periodistas que simplemente buscan en el libro los detalles de su paso por el principal despacho de la calle Miguel Yuste.

Sea como fuere, Digan la verdad permite hacerse una idea muy clara de qué tipo de periodista es Antonio Caño, y en él se derrumban algunos de los mitos que sobre su figura existen. Es una evidencia que Caño es un tipo controvertido: generalmente alabado por la derecha y denostado por buena parte de la izquierda. Sus críticos le echan en cara todo tipo de tropelías y le han convertido en una especie de demonio de la profesión. Sin embargo, cualquiera que se acerque a su libro comprobará que estamos hablando de un periodista con mayúsculas. Obsesionado con la verdad, los datos y los hechos. Para nada ideologizado y, en general, bastante moderado. Un periodista nacido a los pechos de una agencia de noticias, con lo que eso marca a la hora de contar lo que sucede, y cuyo único objetivo ha sido siempre informar.

Puedo dar buena fe de ello, pues formé parte del equipo de Caño durante su paso por la dirección de El País. Algunos dirán que estoy condicionado por haber estado a sus órdenes, y seguramente tengan razón, pero como profesional que lleva ya 26 años de carrera a sus espaldas puedo asegurar que nos encontramos ante uno de los periodistas más sólidos e independientes de nuestro país.

Como se puede ver a través de las páginas de su libro, Caño es una rara avis en la profesión, probablemente porque la mayor parte de su carrera ha transcurrido fuera de España. Eso le ha permitido conocer de primera mano cómo funciona el periodismo en otras latitudes y le ha alejado de las prácticas cainitas y de trinchera en las que vive buena parte de la profesión en España.

De ahí que una de sus principales batallas siempre haya sido denunciar el activismo de algunos periodistas, más preocupados por cambiar el mundo que por contar lo que pasa. “Si uno quiere salvar el planeta, es mejor que se enrole en Greenpeace”, les dijo hace unos meses a los numerosos alumnos de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid que habían acudido a escucharle con ocasión de la presentación de su libro.

Ese es, seguramente, el principal cáncer de la profesión en estos momentos, y a ello dedica Caño buena parte del volumen. Las redacciones de los principales medios de comunicación de nuestro país están atestadas de periodistas cuya prioridad no es informar por encima de todo, sino hacer activismo en favor de sus propias ideas y creencias. Y, curiosamente, en la mayoría de las ocasiones no lo hacen por imposición de sus jefes, sino por la convicción de que su labor en este mundo es esa: la agitación y la propaganda. Nos hemos acostumbrado a ver con naturalidad que un periodista se haya convertido en un seudoportavoz de un partido político, un sindicato o un equipo de fútbol. El sectarismo lo domina todo.

Según concluye Caño en su libro, esa es la principal amenaza para la profesión, y por eso habla de “peligro de extinción” en su portada. Yo, que dirijo un periódico digital y en cuyas páginas él escribe un artículo cada semana, no puedo estar de acuerdo con esa afirmación. El periodismo en España tiene un inmenso futuro, como demuestra el enorme interés con que el público acoge iniciativas como Theobjective.com. Sigue habiendo periodistas a la vieja usanza, interesados en informar por encima de todo, y estoy seguro de que Digan la verdad está poniendo un importante grano de arena para que la profesión termine por recuperar el rumbo y abandone las cavernas.

No dejen de leer este libro si les interesa mínimamente el periodismo. Es una honesta reivindicación del oficio y, también, una muy buena reivindicación personal de un periodista que ha sido injustamente tratado. El tiempo pone a cada uno en su lugar y estoy seguro de que, con el paso de los años, como ya se está empezando a ver, la figura de Caño adquirirá la dimensión que realmente tiene.

Álvaro Nieto
Director de Theobjective.com

 

Una apuesta por el valor del periodismo: la importancia de la verdad, la ética y la innovación en los medios

En los últimos años son continuas las transformaciones en el periodismo. Algunas de ellas están vinculadas al cambio de paradigma en el consumo de las noticias, cada vez más dependiente de los smartphones y las redes sociales; al impacto de las campañas de desinformación, o a los retos y amenazas derivados de la inteligencia artificial (IA). Una realidad que hace que novedades editoriales como el libro colectivo Innovar en periodismo: de la desinformación al metaverso, editado por los profesores José Francisco Serrano Oceja y Cristina Jaramillo Sánchez (Universidad CEU San Pablo), sean bienvenidas.

Este estado de cosas viene siendo escrutado por organizaciones como Reporteros Sin Fronteras. Precisamente, en la última edición de su Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, clama por los dramáticos efectos de la industria del engaño, en alusión a las campañas de desinformación. Y llega a afirmar que “la diferencia entre lo verdadero y lo falso, lo real y lo artificial, los hechos y los artefactos, se difumina, poniendo en peligro el derecho a la información”, junto con el avance rápido de la IA generativa que puede poner en peligro la estabilidad del sistema mediático.

El hilo conductor de esta monografía es, en su apuesta por el valor del periodismo, subrayar la importancia de la verdad, la ética y la innovación en los medios, además de tener presente las necesidades formativas de los periodistas y las exigencias continuas a las que se ven sometidos por las tecnologías. Al contexto laboral complejo (Informe Anual de la Profesión Periodística 2022, APM) se suma el paso de “un entorno donde los medios eran los guardianes a otro en el que las plataformas son las que controlan el acceso a las audiencias”.

El hilo conductor de esta monografía es, en su apuesta por el valor del periodismo, subrayar la importancia de la verdad, la ética y la innovación en los medios

En efecto, las redes sociales, los algoritmos y las aplicaciones definen el acceso a las noticias de los ciudadanos, en la línea de lo que señala el informe Digital News Report de 2022, dando lugar a fenómenos interconectados como el de “las noticias me encuentran”, el consumo incidental o la evitación de la información y que, combinados con la actual sobreabundancia informativa y con el clima de desconfianza y polarización creciente, pueden conducir paradójicamente a estar mal informados.

Este trabajo colectivo aborda este tipo de cuestiones. Para ello, cuenta con la aportación de reconocidos investigadores del departamento de Periodismo y Nuevas Narrativas Digitales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad San Pablo CEU, así como de expertos de otras universidades como la Carlos III de Madrid, Rey Juan Carlos, Complutense, Francisco de Vitoria, Isabel I de Burgos y Loyola Andalucía, junto con autores pertenecientes a diversas empresas.

Se divide en tres partes. La primera se ocupa de la influencia de la digitalización en el periodismo y la comunicación, vertebrada por capítulos dedicados a los referentes hermenéuticos de la permanencia aplicados al periodismo, al papel del periodismo constructivo y a los desafíos éticos del periodismo digital. De igual manera, analiza las herramientas y procedimientos existentes de fact-checking para hacer frente a la desinformación, así como las urgencias formativas de los comunicadores y, finalmente, el impacto del blockchain desde un enfoque comunicativo.

Un segundo grupo de capítulos se centra en la IA dentro del periodismo. Sus autores describen con profusión el alcance de la robotización de los textos periodísticos, y explican proyectos y casos concretos del uso de la IA en las redacciones. De igual modo, aborda la huella de la IA en los instrumentos empleados en las rutinas periodísticas, los chatbots en su relación con la producción y el consumo periodístico, sin olvidar la dimensión ética de aplicaciones inteligentes como Perspective, válida para marcar automáticamente comentarios sociales tóxicos. Asimismo, se adentra en la adaptación de la IA para la creación, difusión y distribución de contenidos transmedia.

Y, por último, la tercera parte ofrece un conjunto de textos dedicados al análisis global o la descripción de casos concretos de nuevas narrativas periodísticas, pertenecientes al ámbito del periodismo narrativo como género de autor, del periodismo lento y del inmersivo, todos unidos por la hibridación como característica básica. También tiene cabida en este apartado el estudio del metaverso como parte del ecosistema digital. Finaliza detallando diversos aspectos de interés que ponen de manifiesto las redes sociales y el advergaming.

En definitiva, nos encontramos ante un trabajo relevante que aborda algunos de los interrogantes actuales del periodismo. Predomina en él una mirada profesional, aunque no exenta de una reflexión sosegada y académica. Y a pesar de su enfoque tecnológico, con su lectura volvemos a caer en la cuenta de que “no hay nada que sustituya a la información justa y argumentada de manera convincente y basada en hechos”, como afirmaba David Walmsley, director de The Globe and Mail (Canadá), en una entrevista publicada en ABC.

Antonio García Jiménez
Catedrático de Periodismo en la Universidad Rey Juan Carlos

 

Una mirada panorámica y optimista de la revolución digital

Entender de qué va la revolución tecnológica de las últimas décadas se ha convertido en una obligación para todos los profesionales del periodismo. Si este oficio consiste en contar a la gente lo que sucede en el mundo, todo eso que sucede tiene cada vez más que ver con ese vendaval que, como la piedra que se arroja al agua, cada vez va creando ondas más amplias y alcanzando todos los rincones del estanque.

No hay un ámbito de la realidad que, por muy sólido que nos pareciera, no se haya visto o se vaya a ver profundamente alterado en esta era de la conexión total: desde la forma de comunicarnos, relacionarnos y ocupar nuestro ocio (quizá sus efectos más cotidianos y visibles); al reparto del poder empresarial, concentrado ahora en un puñado de nuevas compañías de tamaño descomunal; la creación cultural y la industria del entretenimiento, o nuestra propia privacidad. Incluso, actividades que devuelven al ser humano a sus raíces más salvajes, como el deporte, no han sido inmunes a esta transformación. El uso masivo de datos para mejorar el rendimiento de los atletas, la confección de zapatillas o bañadores tan sofisticados que son considerados dopaje o el polémico VAR del fútbol así lo demuestran.

La gran fragmentación, ensayo escrito por Ricardo de Querol, subdirector de El País, es un estupendo manual para comprender este proceso de forma panorámica y sencilla. Una introducción a esta nueva era que, como visión de conjunto, resulta particularmente interesante para los periodistas y estudiantes de Periodismo. Además de condensar con claridad los efectos más notorios de la revolución digital, la obra incluye muchas referencias a otros libros y artículos para que el lector pueda ampliar sus conocimientos sobre los asuntos abordados.

Además de condensar con claridad los efectos más notorios de la revolución digital, la obra incluye referencias a otros libros y artículos

En realidad, el ensayo no es solo una foto fija de lo que está sucediendo. En una revolución permanente como esta, en cuanto describimos lo que pasa, el relato ya ha sido sepultado por nuevos acontecimientos. ChatGPT, uno de los hitos más recientes de este proceso, quizá sea solo un meme superado por otras realidades dentro de un par de años. Por eso, quizá lo más interesante del libro sean las pistas que ofrece al lector para que, más allá de inventos concretos, entienda por dónde van los tiros de todo esto, qué fuerzas son las que lo mueven y hacia dónde nos dirigimos.

Además, La gran fragmentación tiene un interés añadido para el lector periodista, porque uno de sus capítulos está dedicado a reflexionar sobre el futuro de este oficio. Sobre el aluvión de noticias falsas -que no son noticias, como nos recuerda De Querol- que ponen en peligro la democracia. Sobre la funesta moda del clickbait, cimentado en un malentendido sobre el negocio de los medios, que al final ha acabado hartando a los lectores y amenazando la credibilidad periodística. Sobre el fin tantas veces anunciado del periódico impreso, de cuya muerte, como de la de Mark Twain, se han vertido noticias de momento exageradas. O sobre si finalmente la inteligencia artificial nos dejará a todos sin trabajo.

“Qué temer por el periodismo” se llama el capítulo que -sentimos chafar al lector el final- concluye con una reflexión optimista. Si, como decían Diderot y Dalambert en la Enciclopedia, un periodista “es un hombre (añadamos ahora, o una mujer) comprometido con el progreso de la mente humana y un fanático de la verdad”, hoy disponemos de unas herramientas extraordinarias para dirigir este oficio hacia ese propósito.

No es este simplemente un deseo o una aspiración ingenua sin sustento real. Como recuerda De Querol, en los últimos años, algunos medios están demostrando que el periodismo puede tener un futuro brillante si apuesta por la calidad: los grandes temas desarrollados en profundidad atraen la adhesión de más lectores, lo que permite a su vez emprender proyectos cada vez más atractivos, y eso amplía aún más las audiencias en una especie de círculo virtuoso, que, según algunos, puede conducirnos a una nueva edad de oro de la profesión. Esto no es una profecía; es, más bien, una gran oportunidad, y en nuestras manos está empujar en esa dirección.

Bernardo Marín
Periodista de El País y autor de La tiranía del clic

 

La fe perpetua en el periodismo

Cuando llegué a la redacción del vibrante y joven Diario 16, Pedro J. Ramírez era un director exigente. Muy exigente. Y era un director muy mandón y con autoridad. La gente le tenía miedo. Cuando le echaron de Diario 16, perdimos al director y perdimos al diario.

Meses después, nos encandiló para fundar El Mundo. Éramos un grupo de amigos que, educados por él, teníamos fe ciega en el periodismo como sacerdocio y forma de vida. Las 24 horas del día y de la noche. Cuando le echaron de El Mundo, 25 años después de fundarlo y convertirlo en el medio de éxito y referencia que cada día deparaba alguna sorpresa, Ramírez ya no era aquel director-fiera de su juventud dispuesto a comerse a sus periodistas si no daban todo de sí mismos. Era un director revestido de la autoridad profesional que solo da haber nacido para ser periodista y para dirigir un periódico igual que se dirige una orquesta. Sacando lo mejor de cada uno de los músicos.

El ahora director de El Español nunca ha sabido vivir sin tener una redacción a la que llevar por el camino de la actualidad diaria, con esa pasión profesional que ha intentado volcar en su libro de memorias.

Palabra de director es un tratado de fe en el periodismo. Sus 600 páginas recogen todo lo que de bueno y malo hay en los alrededores del poder, que es donde siempre ha acampado Ramírez. No para detentar el poder -que a su particular manera lo ha tenido y lo sigue teniendo en forma de influencia-, sino para descorrer los cortinajes y enseñar a los lectores lo que hay detrás de la obra que se representa.

Sus 600 páginas recogen todo lo que de bueno y malo hay en los alrededores del poder

La prensa como vigilante del poder. Ni más ni menos. Por las páginas del libro de memorias de Pedro J. desfila el poder con todas las mayúsculas y todos los nombres que lo han tenido en la España de finales del siglo XX y principios del XXI. Personajes reales de los que Ramírez retrata en todas sus grandezas y miserias: el rey, los presidentes del Gobierno, los ministros, los empresarios, los banqueros, los artistas, los escritores… Ramírez se metió en sus despachos y en sus casas para investigarlos y retratarlos.

Los episodios están narrados con esa capacidad suya de destilar la esencia misma de las palabras para situar al lector en mitad del escenario donde sucedieron los hechos. El autor pagó un alto precio personal por levantar las alfombras; en ocasiones, sin muchos miramientos. El episodio de su vídeo sexual fue central en su biografía y hubiera acabado con cualquier otro que no fuera él.

La pasión con la que Ramírez ejerce el periodismo no ha sufrido mella, ni por sus varias destituciones de periódicos que habían sido creación suya ni por la reconversión tecnológica y empresarial que está dando la vuelta a la profesión como si fuera un calcetín. Si hay que abrazar el mundo digital, él va el primero, y aún cree que estamos en la antesala de la edad de oro del periodismo. Ese entusiasmo es el que contagió a sus redacciones, que fueron lugares donde se debatía sobre todo lo divino y lo humano con absoluta libertad. Tal y como se desprende de sus memorias, Pedro J. Ramírez es un director que siempre creyó en la inteligencia colectiva de una redacción a la que mueve una misma fe. El periodismo es lo único.

Lucía Méndez
Redactora jefa de El Mundo

 

Recuperemos el periodismo

Algo está pasando en el periodismo patrio si nada más abrir las páginas de esta radiografía de la profesión periodística nos encontramos con estos dos diagnósticos que, quizá algún lector o lectora, puedan calificar de poco halagüeños.

El primero lo escribe José Antonio Zarzalejos en la segunda aportación de este libro polifónico. Dice que “en las últimas décadas nos hemos convertido en una profesión de plañideras. Y de forma constante nos formulamos preguntas existenciales. Cuestionarnos el futuro de nuestra profesión se ha convertido en un reiterado lamento porque la respuesta siempre, o casi siempre, es la misma: precariedad laboral, medios de comunicación insuficientemente financiados, descapitalización de periódicos, radios y televisiones por la expulsión de los profesionales de más coste salarial y de mayor excelencia profesional, deterioro de la libertad de prensa sobre la que inciden nuevos fenómenos políticos y empresariales y, en fin, la disrupción de la tecnología que ha alterado sustancialmente el entendimiento de nuestro oficio”.

Cuestionarnos el futuro de nuestra profesión se ha convertido en un reiterado lamento porque la respuesta casi siempre es la misma

Y casi al final, Bieito Rubido, en una aportación titulada “España: se busca editor”, principia su texto de la siguiente manera: “En España apenas si hay editores. El deterioro del sector de los medios explica el hecho. La situación es así de dramática, ya que la ausencia de personas de ideas comprometidas con el bien común y vinculadas empresarialmente a la prensa, en concreto, y a los medios, en general, es algo que viene dándose en las últimas décadas”.

Menos mal que Fernando González Urbaneja, en el capítulo inaugural que viene después de la presentación del decano de los decanos de las Facultades de Ciencias de la Información en España, Javier Fernández del Moral, se empeña en convencernos de que “vamos a más y a mejor”, aunque estemos “en un momento de incertidumbre y cambio, al borde del precipicio”, en el que “lo nuevo no se consolida y lo viejo no muere. Un momento de cabeceras zombis que se resisten a aceptar que están muertas; y de recién nacidos que no saben si van a crecer y cómo van a hacerlo”.  Un momento propicio, según quien fuera presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) y de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), “en el que hay que pensar, al menos abrir el debate sobre cómo garantizar el marco de la libertad de información y de cómo proteger el periodismo por su función social”.

Debate a fondo es el que sugiere esta iniciativa que se presenta como “Ideas para regenerar la profesión periodística”, con tres capítulos principales: el dedicado al papel de los periodistas, el de los problemas diarios y uno final dedicado a los editores, en el que se reproducen entrevistas a Alejandro Echevarría, Fernando de Yarza López-Madrazo y José Joly Martínez de Salazar, junto con una añadida colaboración de Antonio Fernández-Galiano.

Además de los ya citados, hay que destacar aquí el nombre del resto de los colaboradores, mayoritariamente procedentes del ámbito profesional, en activo o ya jubilados, y del académico: Rubén Arranz y Álvaro Zarzalejos, que escriben sobre las tertulias informativas; Fernando Cano, sobre cómo evitar que la prensa tradicional sea devorada por las redes sociales; Jorge del Corral y Díez del Corral, que hace un mapa crítico del excesivo peso de los medios públicos audiovisuales y su secuestro por el Poder Ejecutivo; Loreto Corredoira, sobre la desinformación y otros desórdenes informativos, con especial atención a la polarización social, el discurso del odio y del negacionismo, es decir, la venganza de la posverdad; Carmen Fuente, sobre el desiderátum del pluralismo audiovisual; Alberto Lardiés, sobre la necesaria reconquista de la calidad televisiva; Mercedes Medina y Tatiana Pereira-Villazón, sobre el ocaso de la información en la televisión; Lucía Méndez, sobre las relaciones entre el poder político y el mediático; María Peral, sobre los medios y los tribunales; Carlos Sánchez Sanz, sobre la guerra infinita por la independencia de los medios; Justino Sinova, sobre el asalto de la opinión al mensaje informativo, y el aglutinador y padre del volumen, Ignacio Bel Mallén, sobre las dimensiones éticas y los problemas de la profesión periodística según los periodistas, trabajo para el que tiene como fuente principal el utilísimo Informe Anual de la Profesión Periodística de la APM.

Albert Camus, en el Combat, escribió que “un país vale lo que vale su prensa”. La frase más repetida en el libro es la de Thomas Jefferson: prefiero prensa sin Gobierno que Gobierno sin prensa. Pues eso.

José Francisco Serrano Oceja
Periodista y profesor