- Directores (Fernando Belzunce), por José Ignacio Wert Moreno
- Colección Ética de la Comunicación (Hugo Aznar -coord.-), por José Francisco Serrano Oceja
- Frente al poder. Trump, Bezos y el Washington Post (Martin Baron), por Luis María Anarte Balanzategui
- Revivir: la nueva Carmen de Burgos (Asunción Valdés), por Juan Cruz
'Directores'
El subtítulo de Directores habla de conversaciones con “once referentes del periodismo mundial”. No es una exageración publicitaria. Durante un año, entre abril de 2022 y el mismo mes de 2023, los periódicos del Grupo Vocento publicaron estas entrevistas a cargo de su director general editorial, Fernando Belzunce Gutiérrez. Como dice Rosental Alves en el prólogo, reunirlas en un mismo volumen da mayor sentido al empeño. Las charlas adquieren significado pleno cuando se leen una detrás de otra. Esto permite dibujar un panorama más amplio de los medios de comunicación en el mundo.
Es un panorama sesgado por algunos condicionantes. La pregunta que no tarda en hacerse el lector es hasta qué punto es representativa de la foto general la situación que puedan atravesar las cabeceras más punteras del planeta. Quien no haya conocido otra cosa que la precariedad puede sonreír con algo de malicia ante algunas de las preocupaciones mostradas por los directores. Las que tienen que ver con el ritmo de producción de las noticias, por ejemplo. Es de agradecer que la responsable de Financial Times, Roula Khalaf, hable de los efectos nocivos de las “prisas” (página 16). O que David Walmsley, del canadiense The Globe and Mail, diga que ha eliminado los plazos para que sea el periodista el que tenga el control de la pieza noticiosa y no al revés (página 46).
Detener una información a tiempo puede ser tan importante como publicarla (página 48). Allessandra Galloni, de la todopoderosa Agencia Reuters, afirma que “primero es la verdad y luego la velocidad” (página 58). Wolfgang G. Krach, del alemán Süddeutsche Zeitung, pide “saber esperar” (página 79). ¿Cuántos medios de comunicación disponen de músculo suficiente como para continuar aplicando estos principios? Hay ya una generación entera de profesionales que está a punto de cumplir dos décadas en el oficio muy lejos de esos postulados.
“Internet es un fraude”, sostiene Emilio García Ruiz, del San Francisco Chronicle (página 115). Sin esa rotundidad en sus afirmaciones, la relación no tanto con la red en sí como con su acceso a través de dispositivos móviles y el rol de las redes sociales -una “decepción”, según Khalaf (página 18)- también aparece de manera transversal en casi todas las conversaciones. Maria Ressa, del nativo digital filipino Rappler, llama “dictador” al inventor de Facebook y hoy director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg.
“El periodismo de calidad no puede sobrevivir en las redes sociales”, añade, para justificar que sus reporteros tienen vedado el acceso a los datos de lectura de las piezas que escriben, porque “la popularidad no puede ser un criterio” (página 27). Galloni pide extremar el cuidado de sus profesionales si estos optan por expresar opiniones en las susodichas redes (página 57). Krach advierte del peligro de que los periodistas tomen Twitter/X por la realidad (página 79). Joe Kahn, de The New York Times, cree que sus moradores ni siquiera son representativos no ya de la sociedad general, sino de la propia audiencia del periódico (página 109).
El modelo del muro de pago es otro asunto muy repetido. Khalaf considera constatado que hasta los lectores más jóvenes están dispuestos a gastar dinero en información (página 20). Emma Tucker, que cuando fue entrevistada por Belzunce era responsable de The Sunday Times y en la actualidad es directora de The Wall Street Journal, señala cómo en el Reino Unido este sistema era mucho más fácil de implantar en su cabecera que en el sensacionalista The Sun.
Tanto Ressa como Carlos Dada, del salvadoreño El Faro, y Adam Michnik, del polaco Gazeta Wyborcza, aportan testimonios que van más allá de los problemas cotidianos de una redacción. Nos recuerdan que el periodismo es un ejercicio peligroso para el que lo ejerce en demasiados rincones del mundo (páginas 35 y 68, entre otras).
Khalaf y Sergio Dávila, del brasileño Folha de São Paulo, hacen mención a la diversidad. Krach tenía a su redacción trabajando a distancia desde sus hogares cuando fue entrevistado y clamaba por el regreso al espacio compartido. Hay también muchas preguntas sobre inteligencia artificial, pero este tema avanza tan rápido que mucho nos tememos que las respuestas ya han quedado obsoletas.
La vasca Libros del Cuerno ha hecho una edición cuidada, con un diseño atractivo y estupendas caricaturas de los entrevistados a cargo de Carlos Rivaherrera. El esfuerzo de Belzunce merecía un libro para los curiosos de hoy y los estudiosos de mañana.
José Ignacio Wert
Periodista en 120 Minutos (Telemadrid), doctor en Comunicación Social, colaborador en El Español y vocal de la Junta Directiva de la Asociación de la Prensa de Madrid
Nuevos horizontes en la reflexión deontológica del periodismo
Durante demasiado tiempo se ha sostenido de forma dominante el discurso, modelo o paradigma de la crisis del periodismo. Aunque para no fustigarnos demasiado, podríamos decir que el periodismo está permanentemente en crisis. Habría quizá que matizar. Con toda probabilidad, el periodismo está en permanente cambio, evolución respecto a los determinantes de su naturaleza como forma social de transmitir conocimiento: la tecnología, la economía, la relación con el público en contextos sociales en los que emergen nuevas temáticas y las dinámicas empresariales y profesionales.
La pregunta que nos debiéramos hacer es si a este permanente estado de transformación en el que está el periodismo le acompaña una adecuada reflexión ética, que no solo deontológica, entendiendo la reflexión ética -algunos autores la denominarían moral- como la que hace referencia a los principios sobre los que se sustenta la actividad profesional, y la deontológica, referida a las normas concretas como reglas de juego que conforman los estándares de la práctica profesional.
Por esta razón de la necesidad de un acompañamiento ético de los cambios en el periodismo es oportuna la aparición de una nueva colección en la editorial Tecnos dedicada a la Ética de la Comunicación. Una colección que está relacionada con los resultados de los proyectos de investigación de una serie de equipos consolidados en el ámbito universitario y, en concreto, con el liderazgo de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia. Proyectos financiados por la Generalitat Valenciana (AICO/2021/212) y el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (PID 2021-124969 NB-I00), que cuentan como investigador principal con el profesor Hugo Aznar.
Esta colección se divide en dos tipos de libros. Por una parte, volúmenes colectivos, a cargo de investigadores de reputada trayectoria, que “están destinados a abordar, desde una óptica práctica, ética y crítica, los distintos aspectos y matices de materias propias de la comunicación social, así como su estado actual”.
Y por otra, una serie de guías sobre cuestiones específicas de la comunicación social. Guías con indicaciones concretas para los profesionales, extraídas de las recomendaciones de los códigos éticos llamados de segunda generación.
Dejamos constancia aquí de la aparición de los tres primeros volúmenes: el dedicado al Tratamiento ético de la violencia de género en los medios, de María Sánchez-Ramos, Belén Zurbano-Berenguer y Aurora Edo-Ibáñez; el segundo, Ética de la comunicación ambiental y cambio climático, que tiene como coordinadores a María Teresa Mercado y María Gemma Teso, y el tercero, Autorregulación de la comunicación social, coordinado por Hugo Aznar y María Teresa Mercado, fruto del Seminario “Los retos de la autorregulación mediática frente a la desinformación”, celebrado en el Palacio Colomina (Valencia) los días 22 y 23 de junio de 2022. Textos presentados recientemente en un acto en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).
En la citada presentación, la presidenta de la APM, María Rey, resaltó la “labor titánica” que representa convertir todas estas reflexiones en materia impresa, que quede para la formación de los periodistas más jóvenes. “Es lo que podemos aportar unas generaciones a las siguientes, en estos tiempos tan convulsos en los que parece que están cambiando las reglas de la profesión”, apuntó.
José Francisco Serrano Oceja
Periodista y profesor
‘No estamos en guerra con la Administración, hacemos nuestro trabajo’
Repite Martin Baron en el epílogo de su libro Frente al poder. Trump, Bezos y el Washington Post, que “no estamos en guerra con la Administración, hacemos nuestro trabajo”. El antiguo director de The Washington Post respondía así a uno de los múltiples ataques del expresidente Donald Trump, al afirmar “estar en una guerra continua” con la prensa y calificarla como “enemiga del pueblo”. La frase de Baron preside la sección de información nacional del periódico estadounidense, donde se colocó después de su retiro tras ocho años al frente, siete de ellos bajo la propiedad de Jeff Bezos, fundador de Amazon. Baron relata ese convulso periodo en unas memorias atípicas.
Un comentario en la aplicación de lectura Goodreads le define como el “Forrest Gump” de la prensa por su paso por eventos históricos: las redacciones que ha liderado han ganado 17 premios Pulitzer, diez en The Washington Post; cubrió la crisis de Elián González con Cuba desde el Miami Herald; el atentado del 11-S en The Boston Globe, donde también encabezó la investigación del encubrimiento de abusos sexuales de la Iglesia católica y que ficciona la película Spotlight. Ya en el Post, la filtración de los programas de vigilancia de las agencias de seguridad norteamericanas de Edward Snowden, la injerencia rusa en las elecciones de Trump contra Hillary Clinton, el #MeToo y la presidencia de Trump, con el asalto del Capitolio incluida, cuando partidarios del entonces presidente saliente de los EE. UU. que no reconocían la victoria de Joe Biden irrumpieron en la sede del Congreso.
Sus más de 550 páginas van más allá de las vivencias de un periodista. Constituyen una defensa de los principios de la prensa frente a distintas formas de autoridad: el poder político, en un mandatario que miente; la de un nuevo propietario, símbolo de nuevas formas de economía, y la de una sociedad -y profesión- que se resiste a un cambio de tiempo acelerado.
Baron comienza narrando un encuentro secreto en la Casa Blanca entre los principales responsables de The Washington Post y Donald Trump, una cena que sacada de contexto podría haber servido de munición contra el diario estadounidense. Trump quería favoritismo en la cobertura de su mandato, pero el Post se negó.
Este desencuentro supondría la punta del iceberg de una relación tóxica entre políticos y periodistas, que llegaron a necesitar seguridad privada para proteger su integridad física. La duda de si el periódico debe mantenerse fiel a sus criterios de objetividad e imparcialidad o si estos han quedado caducos se refleja en preguntas como: ¿hay que escribir “falsedades” o “mentiras”? ¿Se puede llamar abiertamente “racista” al presidente de los Estados Unidos?
A los pocos meses de ponerse al frente de la cabecera, esta fue adquirida por el dueño de Amazon. Bezos aterrizó con la idea de modernizarlo más allá de su reputación (los papeles del Pentágono, Watergate, el caso Snowden). El millonario quiere hacerlo digital, global y rentable: “El punto muerto para cualquier empresa es glorificar el pasado, sin importar lo bueno que fue”. Ello implica toda una declaración de intenciones.
El magnate, narra Baron, supera el reto a la vez que se convierte en un férreo defensor de la misión del Post. Bezos aumentó la plantilla, lo elevó a la cabeza del mundo digital, defendió sus coberturas -incluso ante los ataques de la Casa Blanca al buque insignia de su imperio, Amazon- y no marcó ninguna censura, aunque se informase de las prácticas laborales de sus empresas o de su propio divorcio.
El punto de inflexión lo marca su asistencia al funeral del legendario editor Ben Bradlee, conocido en España por la película Los archivos del Pentágono, en la que le dio vida Tom Hanks. Al saber que no pensaba acudir, el periodista de investigación Bob Woodward, que desveló junto con Bernstein el escándalo Watergate, le escribió: “Bradlee era el alma de la institución que ahora posees”. Los panegíricos de sus antiguos compañeros abrieron los ojos de Bezos a la cultura del Post.
Pero la historia que realmente subyace más allá de Bezos y de Trump es la de una redacción que lucha por adaptarse a los nuevos tiempos; a una sociedad polarizada y que duda de la prensa, y a un nuevo modelo económico de suscripciones digitales. Un memorando de uno de los jefes de sección a Baron lo resume en que solo uno de los cabezas de departamento comprendía cómo cubrir una noticia para internet, mientras que casi todos los perfiles digitales carecían del conocimiento periodístico para realizar una cobertura. Esta disparidad alcanza su punto álgido con las redes sociales y su impacto en la imagen de The Washington Post. ¿Puede el redactor opinar en su perfil personal sobre hechos que cubre?, ¿existe un perfil personal si se trabaja en un medio?
Frente al poder no es un libro solo para periodistas, pero sí que todo periodista debería leerlo. Cualquiera que haya vivido la necesaria transformación digital, o la esté viviendo ahora, reconocerá las incógnitas para superar la nostalgia y casar el periodismo de antes con el de ahora; las frustraciones y las salvaguardas para defender la verdad frente a los bulos, y la necesidad de una prensa libre en los tiempos que corren. Ya lo dice The Washington Post en su cabecera: “La democracia muere en la oscuridad” (Democracy dies in darkness, en inglés).
Luis María Anarte Balanzategui
Responsable del área digital de la agencia Colpisa
Asunción Valdés en busca del periodismo mejor
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) acogió en su sede un homenaje debido a la esencia del mejor periodismo español, pues Carmen de Burgos, la homenajeada, en un acto que revivió también la figura de Azorín, es la presencia inmortal de una etapa especialmente importante de este oficio.
Ahora el periodismo parece un tenebroso paso en falso de lo que es la naturaleza que le atribuimos. Con esa nostalgia seguí lo que Asunción Valdés, la autora del mejor libro escrito sobre aquella mujer tan importante para el oficio, tuvo que decir de este trabajo cuya naturaleza exige información y verdad. Credibilidad y entusiasmo.
Periodismo, como decía el legendario director de la Repubblica de Roma, es algo que se practica para que el lector sepa lo que pasa. En el periodismo actual, por no decir contemporáneo, porque espero que este sarampión no dure demasiado, abunda la opinión frente a la información. Esta dejadez ha hecho que ahora cualquier cosa escrita o dicha por un periodista parezca a la vez diatriba y comentario.
Esta circunstancia ha convertido el nuestro en un oficio de crítica y no de consideración o de búsqueda. En este tiempo, las obras, bellamente editadas, hermosamente escritas, de Asunción Valdés no solo rinden tributo a aquella gran periodista, sino que resaltan el valor histórico, pero no olvidado, de la verdadera esencia del periodismo.
Me cupo el honor de estar en la mesa que organizó la APM para dar a conocer la salida de estos dos tomos de homenaje a Carmen de Burgos, que llevan el título genérico de Revivir y que ha editado con particular belleza, como de colección de lujo, el Instituto Alicantino de Cultura.
Lo primero que resalta de la edición es la pasión de la autora por el periodismo y por el personaje, que pasó a la historia con el aire de un nombre que fue tanto una descripción como un seudónimo, Colombine. Esa sensación de entrañamiento de Valdés y Colombine se advierte en la obra y se advirtió en la propia sala en la que Asunción le puso voz al entusiasmo de su propia escritura. Sin mirar un papel, de los muchos y buenos que ha escrito para estos dos volúmenes, trajo a la actualidad la obra de Carmen de Burgos, como si la tuviéramos en la sala y ella la estuviera mirando.
A mí, como periodista nacido poco después de la muerte de aquella leyenda del oficio, me dieron ganas de resucitar en su tiempo para haber asistido en ese mismo momento a las enseñanzas profesionales que Asunción Valdés iba rememorando.
Pensé, y lo dije, y lo escribí, que Valdés ha dedicado un enorme esfuerzo para que no se pierda ese nombre, para que no perdamos, por tanto, la esencia del periodismo que representó Colombine.
De hecho, lo que los libros demuestran no solo es la pasión del rescate, sino su necesidad, como si estuviera rescatando del vacío a una colega y también a una amiga. Mientras escuchaba a Asunción Valdés fui viendo a su personaje, Colombine, como si fuera una figura del periodismo de hoy, y la verdad es que no pude encontrar muchos parangones.
Entonces, Colombine fue perseguida por las circunstancias de la época, sufrió las consecuencias morales y políticas de aquellos tiempos, los arrostró, se hizo fuerte contra la mezquindad. ¿Qué hubiera pasado ahora?
La situación actual no se parece a aquella, o no en demasía; pero ¿y el periodismo? La esencia del periodismo no ha variado, no variará, porque tanto a Carmen de Burgos como al citado Eugenio Scalfari se les puede ver, cada uno en su tiempo, defendiendo las mismas ideas e iguales modos de llevarlas a cabo. Y hoy, ay, tendrían dificultades parecidas, o aún peores, que las que ellos sufrieron en sus respectivos tiempos para llevar a cabo el oficio que eligieron.
Juan Cruz Ruiz
Periodista