15/07/2019

CARTA A LOS LECTORES - N.º 38

No todo está perdido, aunque a veces lo parezca

Escrito por Victoria Prego

Este número de Cuadernos de Periodistas nos acerca al brocal del pozo de la incertidumbre en la que bracea la profesión periodística desde hace ya más de diez años. Desde el auge del uso y abuso por parte de los líderes políticos del mundo democrático y no democrático de la herramienta del bulo y de la estrategia para descalificar la veracidad de las informaciones que publican los medios y que no resultan de su agrado, hasta el riesgo creciente que padecen la mayoría de los periódicos –los de papel, por supuesto, pero también los digitales– de desaparición, porque sus fuentes de financiación se van agotando. La esperanza la encontramos en ver cómo algunos de los más importantes periódicos del mundo han logrado superar con extraordinario éxito ese trance. Casi todos los elementos que cercan hoy al buen periodismo están presentes y son analizados en esta edición.

La publicación se abre con un artículo de José Antonio Zarzalejos, en el que analiza lo sucedido a partir de la campaña presidencial estadounidense de Donald Trump, que marcó “un punto de inflexión en la relación entre los medios de comunicación y el poder emergente del candidato republicano, quien desplegó toda una cruzada contra los periódicos más acreditados y los digitales, radios y televisiones más solventes”. El proceso del brexit contribuyó notablemente a aumentar la manipulación interesada que perseguía objetivos políticos perfectamente diseñados.

A partir de ahí, dice Zarzalejos, se ha producido en todo occidente la estigmatización de los periodistas como seres “acríticos y mentirosos”, lo cual ha dejado bajo mínimos el valor de la verdad. De modo que hemos entrado ya en la fase, lamentable pero cierta, de la comunicación basura.

En medio de ese escenario se bate incansable el buen periodismo, que sigue reivindicando con toda la razón su papel irrenunciable de garante del “recto ejercicio de la libertad de expresión”, irrenunciable en la medida en que, sin un periodismo honesto y veraz, no se garantiza la salud de los sistemas democráticos.

Clara Jiménez Cruz denuncia a su vez que el término “fake news” se ha convertido en un arma arrojadiza para atacar a los periodistas cuando la información publicada no es del agrado del afectado. El problema añadido que ella apunta es que, con los medios “adaptando sus diseños para el consumo del móvil, se han perdido las referencias que permitían en el pasado al lector reconocer si estaba consumiendo información de un medio de comunicación fiable o de una página web sin credibilidad”. Y ese fenómeno repercute no solo en la calidad de la información, sino en la credibilidad de los periodistas y en la confianza decreciente que la ciudadanía tiene en los medios.

En esa denuncia coincide también Marc Amorós García, que insiste en que la propia Comisión Europea lucha contra el uso de esa expresión, “fake news”, como herramienta para atacar frontalmente al periodismo, con el objetivo de “eliminar su papel y su servicio como contador de los hechos”. Igualmente, pone el foco sobre el ecosistema actual en el que “las noticias son gratis –las reales, pero también las falsas– y anónimas muchas de ellas. Consumimos noticias sobre las que desconocemos cada vez más datos, tales como su autoría, procedencia o calidad informativa”.

La confianza de los españoles en los medios se sitúa por debajo de los 100 puntos sobre 200, con un desplome de diez puntos en el último año

No tiene nada de extraño, por lo tanto, que la confianza de los españoles en los medios de comunicación se sitúe ahora por debajo de los 100 puntos en una escala de 200, con un desplome de diez puntos en el último año.

La verificación de las noticias publicadas es la única respuesta que de momento se ha puesto en marcha en los países occidentales para luchar contra la desinformación. De hecho, en España han aparecido varios verificadores de datos independientes, muchos de los cuales agrupan a numerosos medios de comunicación, lo que les facilita y les proporciona más músculo para batallar contra la desinformación en el discurso público y político. No obstante, cuentan con algunas limitaciones evidentes: la menor de las cuales es que normalmente la verificación del dato no alcanza ni mucho menos la difusión de la propia noticia falsa y, además, una gran limitación es que, dada la sobreabundancia de desinformación circulando libremente por las redes sociales, no hay verificador que tenga la capacidad para vencer en esa batalla desigual.

La conclusión es que, siendo necesaria e imprescindible la existencia de verificadores de datos, su esfuerzo se está revelando insuficiente en la lucha contra las noticias falsas, que tienen un público dispuesto a cerrar la puerta a la información, a los hechos reales, y abrírsela a los “hechos alternativos”. De esta manera, más que estar informados, lo que muchos ciudadanos están es fundamentalmente entretenidos.

Más que estar informados, lo que muchos ciudadanos están es fundamentalmente entretenidos

Pero no todo son malas noticias y lamentos. Cuadernos de Periodistas publica también en este número un artículo de Joshua Benton, director del Nieman Lab, de la Universidad de Harvard, en el que nos abre la puerta a las infinitas posibilidades que se pueden abrir a los periodistas con la aplicación de la tecnología 5G, la cual puede provocar una auténtica revolución en el periodismo digital, no solamente en la forma en que se podrá recopilar la información, sino también en el modo en que se difunde. El escenario que apunta Benton entra ya dentro de la ciencia ficción traducida súbitamente en una realidad palpable, lo cual demuestra que el ejercicio de esta profesión va a seguir sufriendo cambios de una formidable envergadura que acabaran convirtiéndola en algo irreconocible para los viejos redactores que han desarrollado su profesión dentro de los parámetros tradicionales.

Francisco Rouco fija su atención en los medios de comunicación dirigidos específicamente a los jóvenes de entre 18 y 34 años, ahora llamados por lo visto centeniales y mileniales. En definitiva, los jóvenes. Rouco constata que esa parte de la población, sobre todo los de menor edad, ha sustituido la televisión como primera fuente de información por las redes sociales y los blogs. Ello, como ya subrayan en este Cuadernos otros autores, afecta sensiblemente a todo el circuito de la comunicación, ya que supone una pérdida del contexto y de la jerarquía del contenido periodístico en la experiencia del público. Asimismo, Rouco examina el fracaso de muchos de estos medios destinados en especial al consumidor más joven. Y citando al investigador Samuel Negredo, concluye que carece de sentido dirigirse a este sector casi exclusivamente con contenidos de entretenimiento, pues “esta gente quiere saber sobre vivienda, derechos laborales, derechos de las mujeres, derechos civiles y otros intereses amplios”. “Los modelos que han fracasado”, dice Negredo, “puede que lo hicieran porque eran una caricatura de lo que se supone que interesa a los jóvenes”.

Toda esta descripción de los problemas que afectan a las sociedades desarrolladas de las democracias liberales, empalidece y se difumina hasta casi desaparecer cuando se enfrenta a otra realidad brutal y cercana: la de la falta de libertad para recibir información. De eso se ocupa Florantonia Singer, periodista venezolana, que describe las condiciones heroicas en que algunos periodistas de su país luchan para proporcionar algunas briznas de información a una población absolutamente sometida a la dictadura de un Gobierno tirano. Ese es el contraste que nos hace reflexionar y apreciar que nosotros, en realidad, vivimos de verdad en el mejor de los mundos hoy disponibles.

Finalmente, los ejemplos que nos dan esperanza: Ismael Nafría nos explica con detalle cómo los grandes diarios estadounidenses han logrado salir de la crisis y están ya cabalgando sobre el éxito. Son el ejemplo y la demostración de que es posible sobrevivir.