¿Cómo debe actuar la profesión periodística ante el ambiente de crispación contra la prensa de los políticos y, en general, de la ciudadanía?

Tarjeta Roja Press

Escrito por Milagros Pérez Oliva

La primera cuestión que debe plantearse es por qué se produce ese ambiente de crispación contra la profesión. En qué medida está justificado por el propio comportamiento de los medios y en qué medida obedece a una estrategia de descrédito por parte de determinados actores políticos, interesados en erosionar la función de control del periodismo cuando se ejerce de forma independiente y de acuerdo con los principios deontológicos. Es evidente que la crispación se ha instalado en la política española como una estrategia de desgaste del adversario y también como una forma de polarizar y fidelizar al electorado afín, en un momento de confusión general y grandes incertidumbres.

La realidad sobre la que los medios han de informar es cada vez más compleja y los ciclos económicos y políticos cada vez más cortos. Los tiempos se aceleran y aumenta la volatilidad. En estas circunstancias, el debate político sobre las diferentes propuestas de solución a los problemas exige un grado de conocimiento y de comprensión de la realidad que no es fácil de alcanzar. Entre algunos spin doctors y estrategas de la comunicación política se ha instalado la convicción de que es más fácil tratar de arrastrar a la gente por la vía emocional que convencerla con argumentos racionales, y más sabiendo que muchas veces los actores de la política local o nacional no tienen capacidad de incidir sobre los grandes problemas que condicionan la vida de la gente. Respuestas simples y liderazgos fuertes. Esta es la fórmula que se persigue para tratar de sortear esa dificultad. El éxito de los populismos de Donald Trump o Jair Bolsonaro a la hora de fidelizar a sus seguidores demuestra la capacidad de arrastre de esta estrategia, pero también el peligro que representa para la democracia en la medida en que no puede triunfar sin recurrir a la mentira o la distorsión informativa.

Aunque la mayor parte de las campañas de desinformación discurre ahora a través de las redes sociales, influir sobre los medios tradicionales sigue siendo un elemento imprescindible de la acción política por el papel que continúan teniendo en la conformación de los estados de opinión. Esa es la razón por la que la polarización política tiende a extenderse también a los medios. Las fuerzas políticas en liza tratan de colonizar el sistema mediático y asegurarse el control de emisores afines para tener una caja de resonancia que les permita amplificar sus campañas de crispación. Es también una forma de controlar la conversación pública y crear marcos mentales que permitan encuadrar la discusión. Es decir, de qué se discute y en qué términos se hace. La llamada “guerra de medios” solo es la extensión de la estrategia de polarización desde la esfera política a la esfera mediática.

Participar en las estrategias de crispación, sea de forma consciente o involuntaria, afecta a la credibilidad del periodismo en su conjunto

Participar en las estrategias de crispación, sea de forma consciente o involuntaria, afecta a la credibilidad del periodismo en su conjunto. El papel que los medios juegan en la crispación comienza a ser percibido como un problema: un 53,7% de los ciudadanos culpa de la crispación a los políticos y a los partidos, según el CIS, pero un 11,8% considera que los medios de comunicación y los periodistas están entre quienes más contribuyen a que la haya y otro 4,6% culpa por igual a políticos y periodistas.

De un tiempo a esta parte se observa un creciente malestar por la forma en la que el periodismo ejerce su función. Podría sintetizarse en ideas recurrentes como que “todos mienten” o “todos manipulan”. La causa de este descrédito es consecuencia del periodismo de trinchera y crispación en el que algunos medios han caído, pero también de errores recurrentes en la gestión de la información. Se acusa con frecuencia a los medios, no sin razón, de no representar bien la realidad por intereses particulares o por no saber controlar ciertas dinámicas informativas que provocan sesgos y distorsiones. Entre las críticas más frecuentes que llegan a través de los mecanismos de participación figura la tendencia a la espectacularización, a valorar más lo impactante que lo importante, a resaltar los aspectos más conflictivos de cualquier asunto, a fomentar el enfrentamiento o tratar de forma superficial asuntos complejos.

¿Qué debe hacer la profesión periodística ante el clima de crispación? En primer lugar, no dimitir. Tratar de acercarse lo más posible a la verdad, contarla de forma transparente y contribuir a un debate político racional ofreciendo los elementos de interpretación de la realidad que ayuden a comprender la complejidad de los problemas. En la medida en que lo haga, será inevitable entrar en colisión con quienes utilizan la desinformación, los bulos y las teorías de la conspiración como instrumento de polarización.

Desmontar los bulos y las teorías de la conspiración forma parte de la obligación de informar con rigor

Desmontarlos forma parte de la obligación de informar con rigor. Al hacerlo, es posible que la respuesta sea una mayor crispación, esta vez dirigida contra el propio medio; pero, en estos casos, la respuesta solo puede ser una: resistir y persistir.

Tenemos instrumentos: el cumplimiento estricto del código deontológico; decidir la propia agenda informativa, atendiendo al interés de los ciudadanos antes que al de los actores políticos; indagar la verdad y no acatar los argumentarios que pretenden imponer los estrategas de la comunicación partidista, y desenmascarar las mentiras cada vez que se detecten. Ser honestos con las fuentes y reconocer los errores cuando se produzcan, porque nadie es infalible y menos en un momento en que abundan las trampas y cuesta tanto desentrañar la verdad. En resumen, actuar de acuerdo con las normas éticas de la profesión y no dejarse intimidar por el griterío y la presión de quienes intentan instrumentalizar a los medios para alcanzar sus propósitos.

A la corta, puede resultar incómodo y exigir un sobreesfuerzo; si bien, a la larga, la independencia de criterio y el rigor es lo que puede garantizar que el periodismo pueda seguir ejerciendo su función como garante del derecho de la ciudadanía a recibir información veraz.

 

Contenidos relacionados: