Consultorio Deontológico

¿Es ético mezclar información con opinión en noticias presentadas a la audiencia como pura información?

Escrito por Milagros Pérez Oliva

Uno de los elementos diferenciales del periodismo de calidad es que ofrece una distinción clara, con elementos tipográficos diferenciales, entre información y opinión. Ese modelo se está resquebrajando. La creciente confusión entre información y opinión y los abusos del llamado periodismo interpretativo están contribuyendo a la crisis de credibilidad que atraviesa el periodismo.

Un medio puede tener una línea de pensamiento y una cosmovisión determinadas, por supuesto. Esta línea se expresa a través de editoriales y de artículos y columnas de opinión. La forma de presentarlos es esencial para que el lector tenga claro en todo momento que lo que está leyendo bajo ese formato es una opinión: corporativa, en el caso de los editoriales, y particular, en el caso de los artículos de autor. La diferenciación formal como opinión es un requisito de calidad esencial y un deber de claridad, porque no hacerlo abre la puerta a la distorsión y el engaño.

Un medio de calidad no puede permitir tampoco que los datos que se ofrecen en un artículo de opinión sean falsos o inexactos

Se ha dicho muchas veces de forma simplificada: los hechos son sagrados, las opiniones, libres. Un medio de calidad no puede permitir tampoco que los datos que se ofrecen en un artículo de opinión sean falsos o inexactos, pero la interpretación de los datos y la visión que con ellos construya su autor son legítimamente libres.

Por la misma razón que la opinión debe aparecer claramente diferenciada, las informaciones deben atenerse siempre a unas reglas de verificación y a unos requisitos de presentación que las haga creíbles. La información debe narrar los hechos y exponer la realidad que quiere presentar con datos comprobables. Las opiniones que incluya para su interpretación deben ser expertas, pertinentes y verificables. Debe hacerlo además de la forma más transparente posible, citando el origen de los datos y las fuentes. El lector debe poder encontrar en el propio texto informativo los elementos de verificación que le permitan comprobar, si lo desea, la veracidad y solvencia de lo que lee.

Una de las carencias que más daña la credibilidad del periodismo es el recurso cada vez más frecuente a fuentes anónimas sin que esté justificado hacerlo. Este fue uno de los elementos que el Informe Siegal destacó entre los más relevantes a la hora de explicar el incomprensible fallo de los controles de calidad del diario The New York Times en el caso Jayson Blair, un reportero estrella que publicó decenas de reportajes de éxito que resultaron ser invenciones. Muchas buenas informaciones se basan en fuentes anónimas cuyas revelaciones han sido comprobadas por el periodista. Pero mantener el anonimato de las fuentes debe ser un recurso excepcional para casos en los que revelar su identidad le pueda suponer un grave perjuicio o riesgo de represalias. Sin embargo, proliferan las informaciones basadas en fuentes anónimas cuya única justificación es la conveniencia de la propia fuente. Cuando esas informaciones se refieren a conflictos internos de partidos e instituciones, el anonimato da a las fuentes una gran capacidad de engaño y distorsión, pero también le concede al periodista un gran margen de manipulación que deja indefenso al lector.

El texto debe incluir y ofrecer al lector los datos y elementos factuales que justifican la conclusión a la que se llega

La realidad es compleja, y en los últimos años se ha teorizado la necesidad de un periodismo más interpretativo que ofrezca el contexto y las claves de lo que sucede. El buen periodismo siempre tiene un componente de interpretación, comenzando por la primera decisión: establecer qué es noticia y qué no lo es. Aunque una cosa es el periodismo interpretativo y otra el periodismo opinativo. En todo caso, el texto debe incluir y ofrecer al lector los datos y elementos factuales que justifican la conclusión a la que se llega, así como las fuentes de las que proceden. En ningún caso está justificado que en una pieza informativa, por muy interpretativa que sea, predominen los elementos subjetivos de quien la redacta. El periodista ha de hacer un esfuerzo de distanciamiento y de objetivación de los datos para poder tener una visión amplia y no condicionada por los propios prejuicios o creencias.

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