Libros

28/02/2025

Libros

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  • La edad de oro del periodismo (Juan Antonio Giner), por Màrius Carol
  • La muerte del periodismo (Teodoro León Gross), por Ignacio Camacho
  • Lo que yo recuerdo (Pilar Cernuda), por Fernando Ónega
  • Momentos de una vida (Darío Pérez), por Manuel Vizán Jambrina
  • Periodismo y democracia en la era de las emociones (Josep Carles Rius), por Fernando González Urbaneja

 

Periodismo con tomates

El último libro de Juan Antonio Giner se titula La edad de oro del periodismo (Libros de Vanguardia); y, aunque no hay verbo en la portada, parece evidente que se refiere a un tiempo que ya pasó. En la introducción, el autor, que ha sido maestro de periodistas en la Universidad de Navarra, Columbia y Harvard y, además, ha estado al frente de la prestigiosa consultoría periodística conocida como Innovation, confiesa que se siente afortunado de haber vivido momentos tan brillantes del oficio, pero advierte que nunca como hoy tuvimos mejores periodistas, editores gerentes, medios y plataformas tecnológicas.

Ante otros autores que anuncian el fin del periodismo, Giner está convencido de que hoy la profesión sufre la lacra de las noticias falsas, la presión de las redes sociales y el cambio de hábitos en el consumo informativo, si bien precisamente por ello considera que el periodismo de calidad es más necesario que nunca. Y en este sentido, es optimista ante el futuro. Se basa en el convencimiento de que todavía hoy se puede afirmar que “sin periodismo no hay democracia”, algo que antes defendió incluso un presidente de los Estados Unidos como Thomas Jefferson hace 200 años, cuando dijo que, si tuviera que elegir entre un Gobierno sin prensa o una prensa sin Gobierno, no dudaría en elegir lo segundo.

Existe una ley de hierro de los medios que demuestra que el periodismo siempre permanece y se adapta a cualquier tecnología soporte o medio de distribución

La idea que recorre el libro es que existe una ley de hierro de los medios que demuestra que el periodismo siempre permanece y se adapta a cualquier tecnología soporte o medio de distribución. Lo básico, escribe Giner, es que buscar noticias, redactarlas e interpretarlas nunca cambiará, aunque los periodistas tengamos hoy más y mejores herramientas que nunca para cumplir con nuestra misión de informar cuándo, cómo y dónde quieran lectores, audiencias y comunidades, así que por esa razón sigue creyendo que continuamos viviendo en la edad de oro del periodismo.

La obra se recrea en personajes irrepetibles del periodismo internacional que ha tenido ocasión de conocer, como Abe Rosenthal, a quien califica del mejor director en la historia de The New York Times; Martin Baron, que cubrió la historia sobre los abusos de menores en la diócesis de Boston, que fue llevada el cine con el título de Spotlight; Katherine Graham, que se puso al frente de The Washington Post tras el suicidio de su marido y que resistió todas las presiones para llegar hasta el final en el caso Watergate; William Shaw, el puntilloso director durante más de una década de la revista The New Yorker, que no publicaba ningún original por importante que fuera el autor hasta que no resolviera las observaciones que le hacía al pie de cada página; o Ben Bradlee, mítico director del Post, a quien pudo preguntarle qué deberían enseñarse en las escuelas de periodismo, a lo que respondió que bastaba con que los alumnos leyeran a Shakespeare.

La edad de oro del periodismo está repleto de retratos, vivencias y anécdotas de personajes que son historia del oficio. Es un libro escrito con pasión, una pequeña joya de la mejor historia del periodismo, en la que figura una definición memorable en la despedida de Rosenthal como director: “¿El secreto de The New York Times”. Miren, para aumentar una sopa de tomate, cabe añadirle más agua o más tomates: en The New York Times siempre hemos aumentado la sopa con más tomates”. Giner es de los que piensa que nunca desaparecerán los medios que apuesten por los buenos contenidos, los tomates de los que hablaba Abe.

Màrius Carol
Periodista y exdirector de La Vanguardia

 

La derrota del periodismo: de contrapoder a figurante

Si la verdad deja de tener valor, el periodismo deja de tener valor. Sobre esta premisa, que remite a la vinculación epistémica esencial para el periodismo, Teodoro León Gross ha construido para la editorial Deusto uno de los ensayos clave del año en España. Un libro sobre la crisis de un oficio en el que la realidad, su materia prima primordial, ha perdido importancia, pero que trata de algo mucho más profundo que eso: la degeneración contemporánea de la democracia.

La irrupción digital no es solo una revolución tecnológica. Es una revolución cultural que ha cambiado las relaciones humanas, la economía, la política, la filosofía y, por supuesto, el periodismo. Con el rigor de su larga trayectoria académica y su experiencia como articulista de prensa y presentador de televisión, León Gross discurre sobre fenómenos como la trivialización de las noticias, el infotainment, la sociedad del espectáculo, los sesgos de confirmación, la concentración industrial de los medios. Y la posverdad, el elemento central de esta crisis de confianza a la que el propio periodismo ha contribuido, al deslizarse hacia un modelo de mecanismos de gratificación que han acabado escapando a su control para generar (o degenerar más bien) un mosaico social donde ni siquiera existen hechos compartidos, porque han sido sustituidos por los relatos alternativos.

Con amplia base documental de ensayos anglosajones, La muerte del periodismo -en propiedad, la derrota del periodismo- reflexiona sobre un universo mediático desorientado por la ausencia de un modelo de negocio que aún no ha sabido encontrar ante la pérdida de su monopolio de intermediación noticiosa. El auge de las espurias batallas culturales lo ha derrotado. La mentira es impune (León Gross, periodista, al fin y al cabo, no rehúye el señalamiento de fenómenos contraejemplares como los de Trump o Pedro Sánchez) y la desinformación se abre paso triunfal como herramienta política, derribando los fundamentos de la democracia liberal como sistema de opinión pública. Un sistema donde el periodismo está perdiendo, o ha perdido ya, su credibilidad; y, por consiguiente, ha abandonado su condición de contrapoder para convertirse en un figurante, un actor secundario.

El libro emite un diagnóstico pesimista matizado o aliviado por un punto de esperanza

El libro emite un diagnóstico pesimista matizado o aliviado por un punto de esperanza. El periodismo que hemos conocido hasta ahora, un elemento consustancial a los regímenes surgidos de la posguerra europea, está enfermo de gravedad, y el que lo sustituye no puede durar demasiado por su falta de sustancialidad. No obstante, el autor sostiene su confianza, quizá más animosa que objetiva, en que se acabe abriendo paso un nuevo modelo de negocio -¿el de la verificación?- que le dé sentido en la sociedad posmoderna. Ese modelo no puede ser el de la polarización, que, según Martin Baron, constituye la actual tendencia cortoplacista de los medios; o vuelve al anclaje sobre la realidad objetiva o la agonía acabará en extinción completa a manos de la tensión banderiza.

Ignacio Camacho
Columnista de ABC y analista de radio y TV

 

Lo que recuerda Pilar Cernuda

Escribe Pilar Cernuda al principio de Lo que yo recuerdo que no es un libro de memorias, sino, como su título indica, un libro de recuerdos. Me da igual. Personalmente, tengo problemas para distinguir memoria de recuerdo, salvo en el caso de que la memoria lleve algún adjetivo como apellido y, al comprar esta obra, no me he guiado por ese reclamo. Me he guiado, sencillamente, porque su autora es la gran Pilar Cernuda, que en sí misma es la memoria del último medio siglo largo de este país, en sus destellos de esplendor, en su emoción de aventura y en sus intimidades. Es decir, en el entierro de un régimen, en el nacimiento y construcción de otro y en lo que Pilar quiere revelar de sus andanzas vitales, que son muchas, variadas, tiernas, duras, inocentes o insolentes. Como debe ser.

Con lo cual, si me pedís una definición del género de este libro, tendré que responder como acostumbramos en mi tierra, que es la tierra de la autora: depende. Lo único que está claro es que Pilar Cernuda había practicado hasta ahora todas las variedades -salvo la poesía y el teatro- en su rica producción bibliográfica: el ensayo, la crónica política, la biografía de personajes de proyección histórica y la narrativa, con una emocionante novela de amores rotos por el drama de la emigración gallega. Ahora da un salto y se interna en un territorio -el memorialismo- en el que solo es posible el éxito o el fracaso. Lo que no sea esas dos cosas es algo peor: indiferencia.

'Lo que yo recuerdo' debería ser de lectura obligatoria en las facultades, porque contiene algunas de las grandes claves de este oficio

Y Cernuda nunca provocará indiferencia por varias y notables razones que no se acostumbran a valorar en las recensiones de libros. Una es su personalidad: además de su atractivo personal e intelectual, todo lo que cuenta es de fiar, porque lo que ha contado en más de 50 años de periodismo nunca pudo ser desmentido. Otra, su profesionalidad: muy pocos periodistas de su joven edad, creo que ninguno, tiene tan buena agenda, tantas horas de vuelo, tanta experiencia y tanta presencia en los centros de decisión. Lo que escribe no es, por tanto, una acción puramente literaria, producto de la ficción, sino un testimonio de lo vivido por ella. La tercera es el factor sorpresa, que aparece prácticamente en cada página: ¿quién se podía imaginar, por ejemplo, la relación (no carnal, pero relación) de una chica de Pontevedra con Ives Montand? Y la cuarta, el valor de este libro como escuela de periodismo. Debería ser de lectura obligatoria en las facultades, porque contiene algunas de las grandes claves de este oficio: osadía, paciencia, investigación, trabajo sin horarios, cultura, fuentes, comprobación. Todo eso es Pilar Cernuda y todo eso figura en estas páginas, camuflado tras las caretas de intimidad y de confesión.

Fernando Ónega
Periodista

 

Las memorias recuperadas de Darío Pérez, uno de los primeros miembros de la APM

Darío Pérez escribió sus memorias en cuartillas recicladas, por la otra cara impresas de máquina de escribir, muchas de ellas con membrete de la Real Confederación Hidrográfica del Ebro. Este detalle concuerda con la colaboración que el autor menciona al comenzar su obra, en el Capítulo I, al referirse a “su gran amigo Manuel Lorenzo Pardo, ilustre ingeniero de caminos, fundador y director de la Real Confederación Hidrográfica del Ebro”. Las memorias escritas en El Escorial se han recuperado gracias al reacondicionado de la casa de David Stanford, tataranieto de Darío Pérez, quien las guardaba en la biblioteca de su casa familiar. David entró en la librería de Carlos Mosquera una tarde de la primavera del año 2023 explicando que quería reducir su biblioteca, pues en su nueva distribución no podía mantenerla tan grande y significativa.

Tras ello, David y Carlos acordaron repasar los ejemplares de la biblioteca. En el fondo de los estantes, tapados por los libros de delante, encontraron paquetes empolvados envueltos en papel de periódico y atados con cuerda. David, sorprendido al abrirlos, reconoció documentos que relacionó con las memorias de su tatarabuelo, que mecanografiadas y magníficamente encuadernadas conservaba en una habitación adyacente. Carlos le pidió leerlas y David generosamente accedió. Estos originales han sido el material de trabajo para la realización de esta edición que ahora presentamos.

Es así como, tras más de 60 años dormidas en la parte trasera de una estantería, ven la luz estas memorias por vez primera. Sorprende su fácil lectura, su estilo colorista, lleno de matices que nos trasladan a un periodo clave de la historia de España. Así, asistimos sucesivamente al testimonio de una familia de indianos, a las peripecias infantiles de Darío Pérez en Calatayud, al desarrollo de su pensamiento político en los cenáculos políticos regeneracionistas y a la plasmación de su vocación periodística en las incipientes redacciones de La Justicia, Heraldo de Aragón, El Liberal, El Imparcial, Heraldo de Madrid y La Libertad.

Al describir el periplo de su vida, Darío Pérez, con la ayuda de su pluma prócer, nos acerca -respetuoso y compasivo- al perfil de los prohombres del momento. Nos traslada a escenarios diversos, de las diferentes situaciones que su figura pública vive en la ajetreada parte final del siglo XIX y la igualmente ajetreada parte inicial del siglo XX. Los vientos del borrascoso devenir histórico -crisis monárquica, infausto desarrollo republicano y consiguiente guerra-, unidos a las desdichas familiares, estragan y acibaran los últimos días de Darío Pérez. Días que él, con renovado ímpetu, y para lección de sus nietos, consagra a recordar y a escribir.

Este texto ha permanecido oculto durante seis décadas a la espera de ser descubierto

Escrito en 1942, poco después del final de la Guerra Civil española, este texto ha permanecido oculto durante seis décadas a la espera de ser descubierto. La casualidad, la suerte o el destino quiso que cayera en manos de un filósofo-filólogo, Carlos Mosquera, y un editor, Manuel Vizán, autor de estas líneas, de cuya colaboración ha terminado viendo la luz una edición que ha cuidado al máximo la calidad y el respeto por el texto original.

Santiago Alba y Bonifaz escribió en el prólogo que “en esos periódicos se destacó siempre la hidalga figura de Darío Pérez. Escribo el calificativo con deliberada y merecida aplicación al periodista que ha sabido y querido proceder con la exquisitez moral de un caballero de la pluma. Ni una inexactitud tendenciosa, ni una indiscreción ligera, menos una adulación baja, ni una calumnia infame. La prosa política de Darío Pérez, documentada siempre, está hecha de verdad y de serenidad, servidas por una simpática altivez aragonesa”.

Manuel Vizán Jambrina
Editor en Librero Antonio Azorín San Lorenzo de El Escorial y en Negra Ediciones

 

Algoritmos 'clickbait' y las peripecias del 'periodismo de trinchera' en la era de las emociones

La vinculación del periodismo con la democracia es casi una tautología. Así comienza el libro de Rius con la doble proposición: “sin democracia no hay periodismo” y “sin periodismo no hay democracia”; entendiendo por periodismo un ejercicio pleno de la doble libertad de información (que casa con el derecho a saber de la ciudadanía) y de opinión o expresión que fundamenta el pluralismo y el contraste de pareceres. Y digo “casi” tautológico (lo mismo expresado de distinta forma) porque tales derechos no son ilimitados y en la gestión de sus límites está la gracia y la desgracia.

De todo esto trata el documentado libro de Josep Carles Rius, que supone una segunda parte de su anterior obra Periodismo en reconstrucción (2016) , en el que propuso un diagnóstico cabal sobre la actual y compleja crisis del periodismo con propuestas de soluciones alternativas para superar el fracaso.

En esta nueva obra, Rius profundizada en el flujo informativo en la nueva era digital dominada por plataformas tecnológicas y redes sociales, deteniéndose en las oportunidades que brinda a la desinformación, al arrinconamiento de la lex artis del periodismo en democracia y a la gestión de las emociones de los ciudadanos que desborda en buen entendimiento de la realidad.

Se trata de un trabajo ambicioso y muy documentado, que, además de reseñar opiniones propias del autor, traslada las opiniones plurales y amplias de periodistas, politólogos y sociólogos que han razonado sobre lo que nos pasa.

Digo ambicioso pues se trata de un libro que encierra varios libros. Uno primero sobre el desafío a las democracias de esta “era de las emociones”, que tiñe el tratamiento de la actualidad con referencias concretas a las guerras en curso, el brexit, el desafío Trump, la emergencia del populismo y la frustración e ira de una parte de la ciudadanía que se siente desprotegida por sus Gobiernos.

La segunda parte analiza el impacto de las redes sociales en la conformación de la opinión pública y en los procesos electorales. La aparición del algoritmo como motor decisivo e incontrolable y del clickbait como tentación irresistible de los jefes de redacción para recuperar público a costa de la credibilidad.

Un tercer libro es el capítulo referido al procés en Cataluña y las ocho olas emocionales que definen su desarrollo durante los últimos doce años. Un análisis desde las entrañas del fenómeno que ilustra su desarrollo y permite entenderlo, despojando de emotividad tanto a sus protagonistas como al resto de los ciudadanos.

Un cuarto trabajo se refiere con sinceridad y valentía a las peripecias del “periodismo de trinchera”, alineado con partidos o ideologías, con especial referencia al llamado periodismo madrileño, sobre el que el autor desliza opiniones poco fundadas y analizadas. Esta es la parte más tópica del importante trabajo de Rius, en la que se deja llevar por la distinción los “buenos” y los “malos”, los “hunos” y los “hotros”, que tanto irritaba a Unamuno.

Expone los retos del periodismo de hoy con el eje puesto en la recuperación de la credibilidad

Finalmente, expone los retos del periodismo de hoy con el eje puesto en la recuperación de la credibilidad, en la vigencia de la lex artis del oficio, que ya razonó en su obra de 2016 y que no es otra que la diligente búsqueda de la verdad al servicio de la ciudadanía.

En resumen, un trabajo honesto, profundo, sincero, de un profesional de largo recorrido en el oficio práctico y en la enseñanza universitaria. Un trabajo que nos impele a reflexionar y a actuar en consecuencia para ese objetivo imprescindible de reconstrucción de una profesión que es necesaria para la democracia.

Fernando González Urbaneja
Presidente de la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo y expresidente de la APM