Periódicos para el sofá
El proceso es lento pero inexorable. Paulatinamente, los diarios de pago pierden “lectores de transporte público” y de “mesa de oficina”, que son los que lo compran de lunes a viernes, y se refugian en el nicho de “lectores de sofá”, que aprovechan el fin de semana para leer relajadamente y ya conocen el primer impacto de la actualidad. Reclaman una información más elaborada, ordenada y contextualizada. Las cabeceras, atentas a la demanda, se la ofrecen y potencian con suplementos.
La competencia por ganar el quiosco los sábados y domingos ve cómo los más aventajados ya han preparado ofertas que engloban los ejemplares de papel, incluidos todos los suplementos, más un acceso gratuito a los contenidos de pago de las correspondientes ediciones digitales del resto de la semana. El objetivo no es solo conquistar la fidelidad y el aporte financiero del deseado lector. La publicidad también gana espacio con nuevos soportes y otros precios. Incluso, un tipo de anunciante habitualmente alérgico a acudir a los diarios generalistas, como es el de las marcas de lujo, ha encontrado un buen escaparate para exponer sus productos. Además, parece que el nicho de los lectores devotos tiene más poder adquisitivo.
La idea de relegar la impresión de periódicos al fin de semana no es nueva. Sin embargo, el dinero es miedoso y los cambios en los negocios de gran envergadura son lentos. El primer diario que se ha atrevido a dar el paso ha sido el canadiense La Presse. A partir del 1 de enero de 2016 dejará de editarse cada día, como ha venido haciendo durante los últimos 131 años, y solo ofrecerá en papel la edición de los sábados. Guy Crevier, presidente y director, ha sido muy explícito al anunciar el gran cambio: “Se trata de salvar el papel o apostar por el periodismo”.
El proceso del diario de Montreal ha sido el mismo que tantos otros en el mundo. Ha perdido su relevancia ante los nuevos hábitos de consumo y ha intentado adaptarse al nuevo mercado. Desde abril de 2013 ofrece una aplicación gratuita para tabletas –La Presse+– que ha conseguido cerca de medio millón de descargas semanales, lo que garantiza unos ingresos por publicidad que, según la empresa editora, Power Corporation, ya superan el 60% de sus ingresos totales. Un éxito después de 30 meses y 40 millones de dólares (unos 37 millones de euros), rápidamente replicado por su competencia, el Toronto Star, que ya cuenta con una aplicación para tabletas que funcionará de la misma forma que La Presse+.
La empresa calcula que editar un solo día supondrá alrededor de 30 millones de dólares (cerca de 28 millones de euros) de ahorro por año. El problema es que muchos empleados contemplan preocupados la decisión, pues supondrá una reducción de plantilla aún no declarada pero segura.
En España, de la mano de Miguel Ángel Aguilar, Ahora nació directamente como un semanal en papel con su correspondiente edición digital. Solo ofrece alrededor de un 30% de sus contenidos digitales en abierto, el resto por suscripción.
En Francia, Les Echos ha acelerado su estrategia digital en esta misma dirección. La maniobra esta vez se centrará en un suplemento semanal, Les Echos Week-end, que se publicará los viernes con un pequeño plus incentivador. Por cuatro euros, el comprador adquiere, además del ejemplar en papel, el derecho a acceder libremente a la versión digital diaria del periódico. Se produce así un encuentro semanal ininterrumpido con el lector de sofá, que comienza el fin de semana en soporte tradicional y se retoma el lunes en internet. El interés estratégico persigue fidelizar a los lectores habituales, a los que se atrae hacia la aplicación digital, y conquistar otros nuevos. La empresa espera aumentar un 10% en un solo año el número de suscriptores de fin de semana. Con ello consigue también ampliar su oferta publicitaria. El suplemento tendrá de partida 124 páginas, de las cuales 50 serán de anuncios, además de los ingresos complementarios que reportará una mayor audiencia en la red. Las previsiones internas apuntan a duplicar ingresos por esta partida en 2017.
Google quiere ser tu amigo
En esta especie de conga que bailan los medios y Google, con un pasito adelante y otro hacia atrás, asistimos al amoroso reencuentro del gran buscador con el periodismo. La declaración oficial de reconciliación se produjo en junio de 2015 en el GEN Summit de Barcelona. David Drummond, vicepresidente de Google, pidió perdón por los errores cometidos frente a medio millar de editores de periódicos de todo el mundo, que no daban crédito a lo que oían. El responsable legal del gigante tecnológico se lamentó de no haber escuchado a tiempo las quejas que el sector de la información les ha planteado durante los últimos años. En la misma charla anunció un cambio radical de actitud ante los medios y sus empresas.
Si algo ha conseguido el gran buscador es que todos los medios, poco a poco, acepten su juego y –siguiendo con la metáfora de la danza– bailen a su ritmo. Para ello está invirtiendo mucho dinero y gastando un tiempo que juega en contra de las empresas acuciadas por las pérdidas.
Con una mezcla de diplomacia empresarial y filantropía, sin duda interesada, el buscador abandona una pelea de años con los editores europeos. El momento más dramático se produjo en diciembre de 2014, cuando la compañía, dolida por la llegada a España de un canon digital (conocido como la tasa Google o canon AEDE, uno de los puntos incluidos en la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual [LPI]), anunció la desaparición de su servicio Google News en nuestro país. Pero la medida surtió el efecto esperado. Los editores vieron que la posibilidad de una brusca caída del tráfico de sus sitios webs era un riesgo real. En apenas siete meses, en el marco de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial, Juan Luis Cebrián aseguró tajantemente que, mientras él esté al frente de Prisa, ninguna de sus empresas cobrará el ya famoso canon. La unidad mostrada hasta ese momento por los editores, agrupados en la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE), quedaba hecha añicos.
Algo se estaba fraguando, pues una veintena de grandes grupos de comunicación europeos, entre los que se encuentran Prisa, Unidad Editorial, Vocento, Grupo Godó, Grupo 20 Minutos y El Confidencial, han firmado un acuerdo de colaboración con uno de los grandes proyectos “caramelo” que Google ha ofrecido este año a los medios: la Digital News Initiative (DNI), una alianza que busca “ofrecer apoyo al periodismo de alta calidad en Europa a través de la tecnología y la innovación”. Ya conocíamos un precedente europeo de ayuda a la prensa. En 2013, el buscador ofreció un fondo de 60 millones de euros para apoyar la innovación en las empresas francesas de medios.
El fondo presupuestado para el DNI es de 166 millones de dólares (150 millones de euros), que se invertirán a lo largo de tres años en experimentos de periodismo digital en todo el continente europeo, que es la localización geográfica de los editores tradicionalmente enfrentados al buscador. Oficialmente, “no se trata de un fondo, sino de atraer discusión con los editores con el fin de buscar nuevas fuentes de ingresos y hacer frente al reto de la creación de un nuevo periodismo original en la red”. El concurso de proyectos, del que se conocerán los beneficiados en febrero de 2016, está abierto tanto a editoriales establecidas como a startups novedosas y emprendedores individuales.
En la batería de incentivos al pe
riodismo ofrecidos últimamente por Google encontramos el Accelerated Mobile Pages (Acelerador de Páginas Móviles), el Google News Lab o una cascada de proyectos colaborativos con profesionales de medios (como el de realidad virtual con The New York Times o el programa de ayuda a estudiantes Google Journalism Fellowship). Todos ellos se encuadran, según la empresa, en dos grupos de actuación: Trust Project, “para recuperar la confianza en los medios”, y Project Shield, “para proteger los sitios de noticias” de la censura y de los ataques informáticos. En ese sentido, el buscador asegura que ya ha defendido a 650 millones de páginas de los ataques de denegación de servicio (DDoS) en Ucrania y Rusia.
Puede que se trate de un juego de poder para asegurarse la producción de contenidos, aunque lo cierto es que este año se ha producido un cambio de rumbo importante. Google incluso se plantea la posibilidad de cobrar por contenidos. Es el golpe de efecto final para ganar la simpatía de muchos de los enemigos que tenía entre los editores. “Es el gran reto, pero si quieres valor en las noticias, tendrás que pagar por ello”, afirmó Drummond en Barcelona.
En agosto de 2015, los más escépticos descubrieron pistas sobre el golpe de timón. No afecta solamente a los medios, sino a toda la empresa y su anhelo de reinar sobre internet y, asimismo, sobre la totalidad de las nuevas tecnologías. Una reestructuración corporativa para aumentar beneficios. Los periodistas no somos el centro del universo. En pleno verano, Google anunció que la nueva compañía matriz se llama Alphabet, en la que el motor de búsqueda será una de las unidades. Según Larry Page, cofundador de Google, la empresa funciona bien, pero se puede hacer “más clara y más responsable”.
Alphabet será la “compañía paraguas” para operar en Wall Street. Tendrá a Larry Page como director general y a Sergey Brin, también cofundador, como presidente; mientras que Eric Schmidt será el presidente ejecutivo del Consejo de Administración. El hasta ahora vicepresidente encargado de los productos de Google, Sundar Pichai, asumirá la dirección general del motor de búsqueda. Y en esta permuta de puestos de responsabilidad está la explicación al cambio de actitud.
Google, que ha sido durante años un negocio inmenso, mantendrá dentro de Alphabet las actividades como motor de búsqueda, publicidad, cartografía, aplicaciones, YouTube y el sistema operativo móviles Android. Ahora se presenta liberado de áreas hasta el momento parasitarias, como los vehículos autónomos, las gafas virtuales Google Glass, la Google TV, el Proyecto Wing de envío con drones, la fibra de alta velocidad o la red Google+, entre otros. Para quien sepa leer entre líneas, las acciones de la compañía de Mountain View alcanzaron en bolsa un máximo histórico en 2014, pero desde entonces no se han recuperado. Los usuarios de internet no apreciarán la metamorfosis empresarial. Puede que los medios sí. Va a depender de las decisiones que tome Sundar Pichai.
FUENTES: Blog oficial de Google España, Nieman Lab, El País
La información como experiencia interactiva
Hay conflictos que se convierten en guerras invisibles porque los periodistas no informan sobre ellos. El ejemplo más próximo lo tenemos ahora con Siria, un país extremadamente peligroso para los reporteros (hay tres periodistas españoles desaparecidos allí desde julio, aunque, por razones de seguridad, no se ha dado demasiada publicidad al hecho). Aunque su guerra civil, más que invisible, es tergiversada para nosotros. Las noticias que nos llegan suelen ser de interés propagandístico para alguna de las partes implicadas. Los informadores occidentales solo pueden informar fielmente de los movimientos de población expatriada por el choque armado entre el régimen de Bashar al-Assad y un puñado de grupos rebeldes extremistas, con el autodenominado Estado Islámico a la cabeza. El “periodismo de inmersión”, una forma de aplicar la realidad virtual con técnicas ya utilizadas en los videojuegos, ha encontrado en estas dificultades una razón para desarrollarse. Así lo demuestra el Proyecto Siria, desarrollado en Estados Unidos por el Interactive Media Lab de la Universidad del Sur de California.
Conviene puntualizar aquí que no es realidad virtual propiamente, pues esta trata de crear mundos que no existen con el fin de que parezcan reales. En este caso hablamos de realidad aumentada, una tecnología que reproduce el mundo real, nunca intenta crear otros paralelos. En el futuro será de gran ayuda para el “periodismo de inmersión”, pero de momento no avanza demasiado porque no hay empresas que puedan afrontar su alto coste. Las producciones de piezas informativas de este tipo requieren grandes equipos interdisciplinarios de periodistas, programadores y diseñadores con conocimientos tecnológicos muy específicos.
El Proyecto Siria ha presentado ya dos reportajes interactivos, uno de ellos en el Museo Victoria y Alberto de Londres. La primera pieza narra la explosión de una bomba en una concurrida calle de Alepo. La segunda describe cómo es un campo de refugiados. El equipo llevó en cada caso una profunda investigación (se ha clasificado el género como una variante del reportaje en profundidad) con el fin de que todos los detalles sean precisos hasta el extremo de parecer reales. Para el escenario de la bomba, el equipo partió de imágenes de vídeo de las secuelas de la explosión, creó tomas panorámicas que reconstruyen el barrio de Alepo y, además, utilizó sonido real.
La sensación que tiene el usuario, que debe utilizar unas gafas especiales, va más allá de la impresión bidimensional que da la cobertura tradicional del vídeo. Lo vive como una experiencia personal. Se siente un testigo atrapado en la historia, con lo que deja de ser un mero espectador. El sistema le permite experimentar el evento desde múltiples perspectivas, con audio real y gráficos en 3D, lo que provoca siempre una respuesta empática muy fuerte. Esta circunstancia plantea que puede haber contraindicaciones para este tipo de periodismo, ya que, según los psicólogos, podría provocar una especie de “síndrome postraumático” propio de quienes han asistido a un conflicto bélico real.
En realidad, el usuario sabe que está inmerso en una ficción, pero la técnica es tan poderosa que no permite distracciones. Al contrario, todos los que han probado la experiencia la describen como “presencial”. Todos se implicaron emocionalmente con el trauma que los sirios están viviendo cada día, lo cual prueba la utilidad de la tecnología como poderoso medio de comunicación. Sin embargo, y a pesar de que el programa permite elegir dónde ir, qué buscar y con qué propósito, “hay una cierta retirada de la realidad, ya que las escenas se animan digitalmente”. Por esta razón, los jóvenes suelen mostrarse más abiertos a la experiencia. Están más habituados al mundo de los videojuegos y son receptivos. Entienden enseguida la diferencia entre el mundo real y el mundo recreado.
No obstante, los desarrolladores no aconsejan a los padres que dejen a los niños sumergirse en estos reportajes. La experiencia podría ser aterradora para los pequeños. Un usuario adulto y concienciado percibirá rápidamente la cantidad de información que recibe frente a una emisión de noticias tradicional. Este aspecto da sentido y abre muchas opciones a esta tecnología.
La realidad aumentada no es una novedad. Apareció allá por los años 90, con la incorporación de ordenadores con procesadores más veloces y técnicas de renderiza
do de gráficos. Después de la experiencia de la industria de los videojuegos y la implantación de los dispositivos móviles, el periodismo prestó cierta atención a sus posibilidades. Probablemente, una de las más conocidas es la de los códigos QR (Quick Response Code, código de respuesta rápida). Se trata de un módulo para almacenar información en una matriz de puntos que puede ser leído con un teléfono móvil que, inmediatamente, nos traslada a una página web con información adicional. Se ha utilizado mucho en publicidad. Aunque las oportunidades comunicacionales y periodísticas van más allá de los anuncios. Se puede combinar la información con los objetos, personajes y escenarios a los que se refiere.
Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo de pantallas ubicuas interconectadas que permiten experiencias antes impensables. Pero, además, hemos normalizado la influencia de la realidad virtual y del videojuego, lo que inevitablemente invita a los periodistas a explorar narrativas en ámbitos desconocidos hasta ahora. Antes habrá que superar seguramente barreras económicas. Y cuando se haga, que será pronto, la visión del quehacer profesional será diferente, como también lo será la perspectiva publicitaria e, incluso, la manera de generar ingresos.
Internet se muestra en este momento como un gran laboratorio social que permite probar todo tipo de experimentos comunicacionales, en el que aún queda mucho por debatir. Una prueba de ello es que todavía no se ha determinado la nomenclatura. El 17.º Simposio Internacional de Periodismo Online (ISOJ), celebrado en abril de 2015 en la ciudad estadounidense de Austin, dedicó un panel a la realidad virtual en medios de comunicación. En periodismo, que por definición debería reflejar lo que ocurre en el mundo y alejarse de la recreación, también hay un hueco para la realidad virtual, aunque esa denominación puede que no sea correcta y en el futuro optemos por “realidad aumentada”, por utilizar términos más precisos.
El panel “The arrival of virtual-reality journalism: Using immersive 3D devices for experiential storytelling” de este simposio de referencia estuvo dirigido por Robert Hernández, profesor de la Universidad del Sur de California, quien señaló en la presentación que “los periodistas tienen que adaptarse a la tecnología de su público, les guste o no. Y esta puede ser el móvil, el reloj de Apple o las técnicas de inmersión total”. Todos los ponentes hablaron de “una tecnología inevitable”, pero hay que puntualizar que muchas de las experiencias allí presentadas se situaban más cerca del periodismo inmersivo que de la realidad virtual propiamente dicha.
También en Estados Unidos, el Tow Center for Digital Journalism, dependiente de la Universidad de Columbia, se ha propuesto desarrollar prototipos de cámaras de grabación y audio para ofrecer experiencias a los usuarios que estén muy cerca de la percepción real. La idea insiste en que se parezca a un documental o a una recreación fotoperiodística más que a un videojuego, lo que exige una narración diferente a los periodistas y, a las empresas, mucha innovación técnica.
Hasta el incansable equipo de The New York Times se ha unido a la experimentación en el periodismo inmersivo. Regala a sus suscriptores unas gafas de realidad virtual, aunque también se las ofrece al resto de sus lectores en el quiosco con la edición de domingo. El sistema, que utiliza tecnología RV de Google Cardboard (unas lentes ensambladas en un visor de cartón con el fin de abaratar su coste), necesita la descarga de una aplicación gratuita para teléfono móvil.
En España, la periodista y profesora Eva Domínguez es quien más ha estudiado este tema, al que dedicó su tesis doctoral (2013), un libro (2014) y varias ponencias en congresos.
FUENTES: Motherboard, Universidad del Sur de California
No se admiten comentarios
La temporada de otoño-invierno en internet tiene, sin duda, un tema-tendencia estrella: en 2015 se ha llevado, especialmente en Estados Unidos, que los medios cierren sus páginas de comentarios. Cabeceras como Popular Science, Bloomberg Business, Reuters, Mic, The Week, Re/code, The Verge, The Daily Dot, The Daily Beast, The Chicago Sun-Times y Motherboard tienen eso en común: han acabado con lo que consideraban el ruido ensordecedor de la multitud maleducada en sus webs. Todos han dado sus explicaciones. El portal de la revista Vice anunció que su decisión se basaba en que “la naturaleza incendiaria de los comentarios solo asfixia las auténticas conversaciones”. No obstante, ha dejado una vía de desahogo a sus usuarios mediante el envío de “cartas al editor”, que pasan un filtro previo por parte de la redacción. The Verge se adelantó y, ya en julio de 2015, avisó del cierre “temporal” de la sección que había adquirido un tono “muy agresivo y negativo”.
No compensa mantener unas secciones completamente intratables. Es preferible desviar el diálogo hacia las redes sociales y dejar todos los recursos de la redacción enfocados en las noticias.
La interacción era hasta hace muy poco uno de los nuevos paradigmas de la comunicación en red y, por supuesto, uno de los máximos valores a cultivar por cualquier medio digital. Hemos asumido que la red ha acabado con el monólogo del profesional, y que es tan importante como necesario escuchar al lector y animarlo a participar en la conversación. Sin embargo, el torrente de abjuraciones pone en duda la validez del principio. Las secciones acaban enterradas en conversaciones de mal gusto por parte de algunos usuarios.
La dificultad de moderar una gran cantidad de respuestas, ni siquiera con métodos informáticos o por parte de empresas en las que se delega esta responsabilidad, ha generado problemas a estas cabeceras. Han invertido tiempo y recursos porque creían en el nuevo diálogo. Los trolls (comentaristas incívicos en la red) han llenado de incivismo muchas de estas páginas. Los insultos más provocadores y soeces se suelen filtrar, pero resulta prácticamente imposible mantener una conversación civilizada cuando se tratan temas polémicos. La mayoría de las webs ha optado por fórmulas mixtas de filtrado, supervisión más autorregulación de los propios foros. Los propios usuarios suelen ser los mejores guardianes de las buenas formas en la conversación virtual.
La Fundación Knight ha recogido la preocupación y ha propuesto una tormenta de ideas colectiva en lo que ha llamado The Coral Project. En la iniciativa participan también The Washington Post y The New York Times, que están en contacto con cabeceras de 25 países. Se trata de repensar desde cero la interacción con los usuarios en los medios digitales. Los responsables han puesto en línea una pizarra digital abierta para que todo el mundo pueda aportar ideas y han propuesto el desarrollo de un nuevo software de filtro que ofrecerá en breve con código abierto en colaboración con Mozilla.
Con un objetivo parecido, el Engaging News Project, dependiente del Annette Strauss Institute de la Universidad de Texas, ha publicado ya algunas de las conclusiones de su investigación al respecto. Muestra que la conversación mejora cuando los periodistas participan en los debates de forma explícita y con comentarios firmados por ellos. Inmediatamente, el hilo de la conversación adquiere un nivel formal que los comentaristas acatan de forma tácita.
En general, parece que son pocos los profesionales que están en contra de los comentarios como principio. Se acepta que el diálogo invita a los lectores a volver y los fidelizan, uno de los valores más buscados en este momento. El aspecto peor valorado es
que se maltrate la lengua, se utilicen tacos sin necesidad, que las palabras destilen “veneno y violencia” o que sean delictivos. Se pierden lectores en lugar de ganarlos, porque otros van a huir de nuestra web. Y parece que la idea de que “tenemos los comentarios que nos merecemos” ha cuajado. La imagen del medio queda dañada.
Huffington Post puso fin a los comentarios anónimos en su plataforma y empleó el módulo de Facebook, dado que la red social verifica la identidad de los usuarios que quieren ingresar en su comunidad. Se requiere el uso de nombres y datos reales. Algunos medios están adoptando esta solución, pese a que el HuffPo se enfrentó a una fuerte reacción.
Lo cierto es que Twitter y Facebook se han adueñado de la conversación en la red. ¿Significa esto que los medios han fracasado en su intento de conversar con sus lectores? ¿Son las secciones de comentarios esa caja de Pandora que nunca se debió abrir? ¿Se deberían considerar las opiniones de los usuarios como parte del contenido de un medio? ¿Por qué dejar algo tan valioso como la relación directa en manos de grandes empresas que van a comerciar con los datos de nuestros visitantes?
FUENTES: Nieman Lab, Medium.com, Xataka.com, Engaging News Project
Reporteros convertidos en curadores
La Dutch Journalism Fund, una institución holandesa que estimula con dinero, conocimiento e investigación la calidad, diversidad e independencia del periodismo, acaba de publicar Scenarios for the Future of Journalism (Escenarios para el futuro del periodismo), un estudio prospectivo sobre cómo ve el periodismo que se hará dentro de diez años. El primer paisaje que dibuja, dedicado a lo que llama “la sabiduría de la multitud” y subtitulado “mucha gente con mentalidad tecnológica e iniciativas a pequeña escala”, se remata con una contundente frase: “El reportero se convierte en curador”. Para los investigadores, en 2025, el papel del periodista profesional habrá cambiado. Ya no será el profesional que conocemos, sino la persona que selecciona las noticias, comprueba los hechos y modera el debate.
El papel más importante lo tendrán los curadores de verificación (fact-checkers), mientras que sitúa a los redactores contratados por medios como una minoría dentro de la profesión, en la que estarán las mentes más privilegiadas que han sabido dar un plus diferencial a su voz o que cuentan con habilidades analíticas superiores. El resto, la gran mayoría de la profesión, se ocupará de llevar a proporciones manejables la inabarcable información de internet. Será un trabajo importante debido a la abrumadora cantidad de blogs, tuits (el estudio cree que Twitter será primordial en el futuro) y datos que la red pondrá a disposición del consumidor. Los colaboradores complementarán sus ingresos a través de donaciones, dando conferencias o mediante campañas de microfinanciación de sus trabajos.
Se supone que el estudio habla del futuro, pero prácticamente todo lo que dice se puede aplicar ya. Este verano, el blog de la Fundación Knight proclamaba que el trabajo de curación “trae lo mejor de la web”. Esto es algo que ya se viene diciendo con insistencia desde hace por lo menos un lustro.
Si como dice Lluís Codina, profesor de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, el periodismo de calidad se basa en la cultura de la verificación, la unión profesional perfecta se produce cuando un periodista es capaz de practicar la labor de curación. Es decir, cuando sabe buscar, filtrar y seleccionar recursos de calidad, analizarlos, interpretarlos, comentarlos y difundirlos. Pone un ejemplo: cuando marca algunos números de teléfono para investigar sobre el tema de su próximo artículo. Porque “un buen periodista lleva la cultura de la verificación en su ADN” y, gracias a su oficio, tiene un olfato especial para detectar información sospechosa y descartar fuentes poco fiables.
Verdaderamente, la nueva función atribuida al periodista, la de content curator, tal y como suele aparecer en la red, tiene una difícil traducción al español. Hemos adoptado curador de contenido a la espera de lo que digan los académicos, pero el término resulta extraño para la gran mayoría de los profesionales del periodismo. Por eso, lo primero de todo, habría que delimitar que hablamos de una persona que selecciona lo que puede resultar de interés y lo pone a disposición de los demás usuarios de internet.
El olfato no es la única habilidad que requiere esta labor. La selección ha de hacerse de manera sistemática y bien organizada. Hay multitud de herramientas para ello. Basta con hacer una simple búsqueda en Google para comprobarlo. Los próximos ejemplos de ello serán el Project Lightning, de Twitter, y Signal, de Facebook. Ambas redes sociales compiten por la hegemonía en su campo y se han dado cuenta de la importancia que ha adquirido la curación.
Project Lightning pretende facilitar el acceso a la gran cantidad de contenido que se mueve en esta red. A finales de este año estará operativo; si bien, como adelanto, Twitter dejará que los usuarios –aunque no tengan cuenta en la red– puedan seleccionar contenido de un tema o acontecimiento que les interese. No será necesario seguir a otros tuiteros o conocer el hashtag (etiqueta).
Signal, por su parte, es un guiño directo que Facebook quiere hacer a los medios. Con anterioridad, hizo un acercamiento con Instant Articles, su plataforma de distribución de noticias para el cual seleccionó como socios a The New York Times y BuzzFeed. Esta nueva herramienta sirve para cualquier medio o periodista. Es gratuita y ya está operativa. Entre otras funciones de curaduría de las que dispone destacan: descubrir los temas que son tendencia en Facebook, ordenados cronológicamente; conocer datos sobre quién está liderando una conversación en la red social, lo que incluye diálogos en tiempo real de políticos, escritores, actores, músicos, equipos deportivos, deportistas, entre otros; encontrar y seleccionar en Instagram contenidos sobre eventos noticiosos de todo el mundo, con búsquedas geolocalizadas, e, igualmente, la plataforma facilita que los contenidos puedan ser fácilmente embebidos en coberturas online y offline.
El crecimiento de la labor de curación por parte de los periodistas va en paralelo al desarrollo de los medios digitales, con lo que es probable que se cumplan las predicciones del Dutch Journalism Fund en dos direcciones: por una parte, la de los curadores periodísticos “secos”, que no realizan cambios en su selección de contenidos, y, por otra, los que quieren aportar sus propias reflexiones, generadores de una nueva información enriquecida. Tanto unos como otros son necesarios como vacuna para la infoxicación (intoxicación por exceso de información), una amenaza que podría convertirse en epidemia.
FUENTES: Blog de Lluís Codina, Dutch Journalism Fund, Knight Foundation, Signal