29/11/2021

Vicisitudes a las que se enfrentan los periodistas

Tipología de ruedas de prensa en el ámbito internacional

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Escrito por Anna Bosch

Desde su experiencia profesional en distintos países, la autora repasa las especificidades y vicisitudes a las que se enfrentan los periodistas en las ruedas de prensa de los distintos representantes políticos.


ANNA BOSCH*

Suele existir una confusión terminológica en torno a los conceptos “declaración” y “rueda de prensa”. A menudo, somos los propios periodistas quienes alimentamos esa confusión anunciando una rueda de prensa cuando simplemente han dicho que tal persona “comparecerá” ante la prensa.

Traducir automáticamente que eso será una rueda de prensa, si no se ha especificado, es un error nuestro. Debemos disipar la duda antes. Ambas fórmulas son habituales en dos países de larga tradición democrática y de ejercicio de la libertad de prensa: Estados Unidos y Reino Unido.

Protocolo de la Casa Blanca
En EE. UU., concretamente en el caso de las ruedas de prensa de su presidente en la Casa Blanca, existe una jerarquía. Para empezar, los asientos, que son pocos, están asignados. La primera fila está reservada para las tres grandes cadenas de televisión (NBC, CBS y ABC), las dos principales cadenas por cable 24 horas (CNN y Fox News) y las dos principales agencias de noticias (Associated Press y Reuters).

Solo 49 asientos para preguntar al presidente de los Estados Unidos. La selección de medios y la distribución de los asientos no depende de la Casa Blanca ni de Presidencia ni del Gobierno, sino de los periodistas; en concreto, de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca (WHCA, por sus siglas en inglés). Al no haber sitio para todos los medios, es esta asociación la encargada de la selección. Como no caben todos los que quisieran estar, elige algunos medios para que hagan pool y sirvan la información a otros medios.

Los 49 asientos para preguntar al presidente de EE. UU en la Casa Blanca están asignados

La asignación de los asientos está basada en “criterios de audiencia o número de lectores, en su historial cuando han hecho pool para otros medios y en la frecuencia con que sus periodistas viajan con el presidente”. Esta asociación tiene una comisión que determina los asientos manteniendo su misión “de asegurar el máximo acceso y ‘rendición de cuentas’ (accountability) en nombre de los ciudadanos de los EE. UU.”.

La escasez de espacio y esos criterios son las razones por las que, cuando un corresponsal extranjero pide la acreditación de la Casa Blanca -distinta a la de prensa- para acudir de pie, te responden que solo las dan a quienes acuden a diario a las ruedas de prensa (del portavoz). Si no es el caso, te toca pedir acceso cada vez que te interesa.

La cuestión se la toman tan en serio que hace un año, en uno de los desprecios constantes de la presidencia de Donald Trump hacia la prensa, cuando le pidieron a la periodista de la CNN que intercambiara su sitio en primera fila con un periodista que estaba en la penúltima, se negaron ambos. Y cuando les amenazaron con la intervención del servicio secreto, recordaron que la asignación de asientos es competencia de los periodistas. Al periodista de la sexta fila no se le ocurrió ir de listillo y aprovecharse de la cruzada del presidente Trump contra la CNN.

También hay una jerarquía a la hora de poder hacer preguntas. Se empieza por los veteranos y “grandes”, y hacia el final de la comparecencia se lleva a cabo una especie de “pedrea” para los medios menos relevantes.

Donald Trump rompió la relación tradicional entre la presidencia y la prensa a unos niveles que ni Richard Nixon se atrevió. Llevó el enfrentamiento a vetar corresponsales, medida que tuvo que rectificar obligado por los tribunales. Para estupor de los demócratas, el presidente Trump, cargo al que en EE. UU. se refieren como “líder del mundo libre”, dejó claro desde el primer día que el enfrentamiento con la prensa era y seguiría siendo uno de los pilares de su campaña permanente con declaraciones como “Estoy en guerra con los medios” o “La prensa es el enemigo del pueblo”.

Downing Street y Foreign Office
Al igual que en la Casa Blanca, en el caso de Downing Street -lugar donde se encuentra la residencia del primer ministro del Reino Unido- y de la Foreign & Commonwealth Office, solo he accedido a estos dos lugares, como corresponsal de un medio extranjero, cuando ha habido alguna visita y rueda de prensa de algún mandatario español.

El caso más absurdo que he vivido fue cuando se formó el primer Gobierno de David Cameron en la primavera de 2010. El recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, convocó una rueda de prensa dirigida a los medios extranjeros para exponer los ejes de la política internacional del nuevo gabinete. Era el primer Gobierno del Partido Conservador (en coalición con el Partido Liberal Demócrata de Nick Clegg) después de 13 años de Gobiernos laboristas, de Tony Blair y Gordon Brown. Obviamente, pedí acreditarme y la respuesta me dejó atónita: la asignación será por sorteo. Como la lotería. Recurrí esa forma con la que intentaron quitarme de encima con una carta argumentando que TVE no era un medio más, sino que se trataba de una televisión pública, de un socio de la Unión Europea, del quinto país en población y que emitía en una lengua de más de 400 millones de hablantes. Ni se inmutaron. La respuesta fue un breve correo electrónico, con la educada impertinencia que tanto dominan los británicos, recordándome que las acreditaciones se darían por sorteo. Y así fue. Así vi a colegas de medios que no tenían ni de lejos la relevancia de TVE acudir a esa rueda de prensa mientras que yo me tuve que quedar en el despacho.

Cumbres bilaterales
En cuanto a la prensa, el funcionamiento en las cumbres bilaterales es algo parecido a la versión diplomática de las bodas: la familia de un cónyuge y la del otro. En salas que tienen un pasillo central suelen sentarse los periodistas de un país a un lado y los del otro, al otro.

Recuerdo hace pocos años un “escándalo” en España porque en la rueda de prensa de una reunión bilateral solo se dio la palabra a cuatro medios: dos preguntas por país. No fue una extravagancia. Es bastante habitual en estas cumbres el formato 2x2 o 3x3. Y es igualmente habitual que antes de empezar la rueda de prensa se dé a conocer qué dos medios de cada país tendrán ese privilegio. Suele ser una agencia y una televisión, o una agencia y un periódico de gran tirada (y renombre).

Usos y estilos
“Señor presidente, han dicho que tienen un plan para reconstruir edificios en el Líbano. ¿No preferirían los libaneses que les dijeran a los israelíes que dejen de destruir casas? Y, primer ministro, han dicho tener un plan, pero ¿no es cierto que usted y el presidente creen que Israel está en el lado correcto de la guerra contra el terrorismo, y que lo que quieren ustedes es que la gane y no que la detenga?”. Boom.

Breve, conciso, directo a la yugular y sin anestesia, así fue el periodista británico Nick Robinson[1] en su pregunta al presidente George W. Bush y al primer ministro Tony Blair en una rueda de prensa celebrada en la Casa Blanca el 28 de julio de 2006, durante la última guerra en el Líbano. Robinson era el periodista que cubría al primer ministro Blair para la BBC, la televisión pública británica.

Nadie en las ruedas de prensa, por duras que fueran, preguntaba así en los Estados Unidos. ¿Se imaginan al periodista que sigue al presidente del Gobierno para TVE, de la Generalitat para TV3, de la Comunidad de Madrid para Telemadrid o de la Xunta para TVG haciendo una pregunta parecida? ¿En la Casa Blanca?

Unos meses después, el 17 de mayo de 2007, Tony Blair volvió a la Casa Blanca en la que se intuía que iba a ser la última visita como primer ministro del Reino Unido. En cuanto dieron la palabra a los periodistas británicos, estos fueron a degüello. Todas las preguntas giraron en torno a si no era inútil lo que trataran en esa visita puesto que Blair lo dejaba, y si no sería mejor que Bush hablara ya con Gordon Brown, que en poco más de un mes sustituiría a Blair. También, dado que ello ya era público, si no debería Blair dejar el Gobierno en ese momento, y “¿señor presidente [Bush], es usted en parte responsable [por la guerra de Irak] de que Blair tenga que dejar el cargo antes de que acabe la legislatura?”.

El ensañamiento con el primer ministro saliente fue tal que en un momento determinado Bush se erigió en abogado defensor de su amigo, y principal valedor de la invasión de Irak, diciendo: “Es como si ustedes estuvieran bailando claqué sobre su tumba política”. A partir de ahí, un largo elogio al Blair intelectual y argumentativo.

A mis colegas españoles les dejo eso de “las comparaciones son odiosas”, respecto al tono que usan los periodistas que siguen a políticos en España, tanto de medios públicos como privados.

Suele ser bastante universal en cumbres bilaterales el vicio de preguntar por asuntos internos

Sí suele ser bastante universal en este tipo de ruedas de prensa conjuntas el vicio de preguntar por asuntos internos, cada uno de su país, y no por cuestiones bilaterales o internacionales, salvo que sean de primera magnitud como una guerra. La raíz del vicio es que los periodistas que cubren estas ruedas de prensa son periodistas especializados y obsesionados con la política nacional.

Repreguntar
Repreguntar es lo básico. Tan básico que en ambos países y también en las ruedas de prensa de la Unión Europea, si un político o portavoz no responde a una pregunta o lo hace yéndose por los cerros de Úbeda, el siguiente periodista a quien dan la palabra retoma la misma pregunta: “Le vuelvo a preguntar lo que no ha contestado a mi colega, porque nos interesa saber qué tiene que decir sobre ello”.

No nos engañemos, a ningún dirigente le gustan las ruedas de prensa. Las convocan cuando las consideran beneficiosas o cuando no queda ya más remedio. Veamos en el cuadro de abajo el saldo de ruedas de prensa de los presidentes del país con el cuarto poder más fuerte, Estados Unidos, a 20 de abril de 2021.

Si hablamos de la Comisión Europea, la discriminación a la prensa de su presidenta, Ursula Von der Leyen, es uno de los principales reproches. La alemana se esconde de la prensa, no le rinde cuentas. Von der Leyen ha abrazado las redes sociales como un salvavidas. Son ya varias las ocasiones en que los periodistas que cubren la información de la Unión Europea en Bruselas se enteran de algo de la Comisión por un tuit de la presidenta, y no por una comparecencia ante la prensa acreditada.

Para colmo, es habitual toparse con entrevistas o declaraciones de Von der Leyen a medios alemanes, o con que habla solo para algunos medios y prescinde del resto de los que cubren la Comisión.

Los bolos de presidentes y ministros
Como corresponsal en el extranjero, me ha tocado cubrir viajes y ruedas de prensa de distintos dirigentes españoles, ya fueran presidentes del Gobierno, ministros, diputados o presidentes de comunidades autónomas.

Hay una dinámica que se repite: casi siempre el político viaja con un séquito de prensa, que es mayor cuanto más importante es el cargo o la megalomanía del político. Son periodistas que cubren habitualmente a ese cargo en España y cuando este viaja.

En los casos en que TVE no ha mandado al “equipo habitual de seguimiento”, porque ha confiado en la corresponsal destinada en el lugar, siempre he asistido a una misma dinámica:

  1. Entre el político y los periodistas que lo siguen habitualmente se ha establecido una relación humana lógica de confianza, pero la observadora externa en muchas ocasiones ha visto, confusa, la diferencia entre esa confianza lógica y el compadreo. Cuando un exministro famoso por su ego llamó con un diminutivo a una de las periodistas en el público y ella lo toleró, estaba claro que la línea, tenue -lo admito-, se había cruzado.
  2. Consecuencia de lo anterior, el político siente cierta desconfianza ante esa corresponsal ajena a su “círculo” que le pregunta sin miedo a que le pueda sentar mal lo que pregunta.

A mi juicio, casi peor es el caso de políticos que no dan explicaciones en España, pero fuera convocan a la prensa para hablar sobre nuestro país. ¿Y por qué no dice eso usted en España? ¿Tiene que venir a Londres, a Washington… a decirlo? O, simplemente, lo hacen para proyectar la imagen de que pintan mucho en la escena internacional. Esto último es una especialidad de ministros ególatras y cargos autonómicos. Si vienes a hacer diplomacia, y a “vender” España, Cataluña, Andalucía, Castilla-La Mancha, Madrid..., convoca a los medios locales, no a mí.

Diferentes idiomas
En octubre de 2019, cubrí los preparativos de las elecciones primarias del Partido Demócrata en EE. UU. El hoy secretario (ministro) de Transporte, Pete Buttigieg, fue uno de los aspirantes que seguimos. Consciente de que Buttigieg hablaba español, en los dos encuentros con la prensa a los que acudí, aproveché para preguntarle en nuestro idioma. Sin pedir permiso. Y él contestó con toda normalidad. Al resto de los colegas, estadounidenses de Iowa, es probable que no les hiciera gracia, si bien asumieron que era inevitable y nadie se quejó. Lo máximo fue que, tras una respuesta, una colega de una televisión estadounidense le pidió, con cierto retintín, “en inglés, por favor”. Se lo pidió así, en español. En una de las ocasiones, animado por mi intervención, un colega de la televisión alemana RTL le hizo una pregunta en francés. Buttigieg intentó responder en ese mismo idioma, pero al final se lio. Los colegas estadounidenses callaron, nadie osó quejarse, y el político se excusó por tener un francés oxidado. Ni el español ni el francés son lenguas cooficiales en ningún lugar de EE. UU. El inglés, tampoco.

En el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial, organizaciones internacionales con sede en Washington, está establecido que las ruedas de prensa sean íntegramente en inglés. Fundamentalmente, para evitar el caos de centenares de lenguas y sus respectivos intérpretes.

Aun así, y sin mucha sorpresa, cuando Dominique Strauss-Kahn era director gerente del FMI, siempre había algún periodista francés que le preguntaba en su idioma durante la rueda de prensa. En el caso de su predecesor, Rodrigo Rato, estaba establecido que después de la rueda de prensa en inglés, hiciese un pequeño aparte con los medios en español.

Argucias
El tiempo de las conferencias de prensa es finito, por lo que todo cargo político que he visto da respuestas lo más largas posibles (Obama se alargaba ad infinitum). Cuanto más hable el político, menos tiempo habrá para preguntas incómodas. En cambio, los periodistas se entretienen poco o nada en la exposición y van directos al grano.

El tiempo finito de las ruedas de prensa hace que los políticos alarguen sus respuestas al máximo

Hasta el momento, Donald Trump es el ejemplo más claro del peso relativo y menguante que tienen las ruedas de prensa en la era de las redes sociales. ¿Para qué necesito pasar por el filtro de la prensa si puedo hacer llegar mi mensaje como quiero directamente a los ciudadanos? Esa fue la lógica que aplicó el expresidente y que, de tanto forzarla, llevó a la clausura de su cuenta en Twitter. Medida que no se saltó la sacrosanta Primera Enmienda de la Constitución, la que consagra la libertad de credo y expresión, porque la censura la ejerció una empresa privada, no un estamento público.

Hace años, le pregunté a un embajador británico en Madrid qué le chocaba más de su experiencia en España. Lo primero, los horarios absurdos de las comidas. Lo segundo: “Cada vez que me reúno con un ministro o un alto cargo, me encuentro encima de la mesa un dosier con artículos del Financial Times, The Economist u otro medio británico. ¡Y se quejan ante mí! ¡Como si los medios dependieran del Gobierno! ¡Si se me ocurre coger el teléfono y llamar a un medio, el escándalo que me montarían!”

Con esto no pretendo decir que no haya medios y periodistas afines a los Gobiernos de turno en esos dos países, pero sí que hay líneas claras que, por decoro e interés de ambas partes, no se cruzan. Al político, en general, no le interesa parecer poco democrático, y mucho menos le interesa al periodista quedar como blando o sumiso. Hasta el punto de que, a veces, incluso llegas a sospechar que en el enfrentamiento en esas ruedas de prensa entre político y periodistas hay algo de espectáculo premeditado.

[1] Nick Robinson se ha definido a si mismo como “judío de nacimiento, agnóstico en la actualidad”.