04/11/2022

Principales problemas de los periodistas autónomos

Una conversación sobre periodismo ‘freelance’ y su sostenibilidad

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Escrito por Cristina Puerta

Los ingresos que perciben por su trabajo y la falta de un marco laboral que se adecue a sus necesidades son los dos ingredientes del principal problema de los periodistas autónomos: sus ingresos netos y, por ende, su precariedad económica. Además, la propuesta de cotizaciones por tramos de ingresos para autónomos también ha hecho saltar las alarmas entre los profesionales, asociaciones y sindicatos de la prensa española.


CRISTINA PUERTA*

Cada año, más periodistas, bien por elección o bien obligados por las circunstancias, optan por darse de alta en el régimen de autónomos y trabajar como periodistas freelances. En España, la cifra se sitúa ya en más de 73.500 profesionales y los datos de los últimos cinco años muestran que el número de periodistas autónomos va en aumento. El Informe Anual de la Profesión Periodística 2021, elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), señala que el 69% de los periodistas autónomos se decantó por esta opción forzados por las circunstancias (frente al 79% que declaró haberlo hecho en 2017), mientras que un 31% se declaró autónomo de forma voluntaria, un 10% más que en el año 2017, cuando solo era del 21%.

En el ámbito europeo, esta tendencia es mayoritaria: aun cuando muchos se ven abocados al mundo freelance, la mayoría escogieron esta condición motu proprio. Una encuesta del European Journalism Centre sobre la situación del periodismo freelance en el continente revelaba que el 60% de los encuestados decidieron hacerse autónomos por la flexibilidad y la libertad para elegir las historias, mientras que solamente un 22% lo hizo porque no fueron capaces de encontrar un puesto en un medio de comunicación. “Creo que eso desmiente la idea errónea de que los freelances lo son porque no tienen otras opciones”, declaraba Ana María Salinas, entonces project manager del European Journalism Centre durante la ponencia “¿Cómo podemos hacer el periodismo freelance sostenible?”, que tuvo lugar el 8 de abril en el marco del Festival Internacional de Periodismo (IJF).

Sin embargo, como ya ocurrió con la Great Resignation, lo que sucede en otros países no debe tomarse como un indicio de que pueda ocurrir en España, donde las condiciones del periodista autónomo son completamente diferentes a las de otros países. A pesar de ser una figura reconocida dentro de la industria periodística, su situación está marcada por la inestabilidad y la precariedad. En España, la protección de sus derechos y condiciones laborales o el acceso a las prestaciones sociales dentro de un marco legal son prácticamente nulas, muy por detrás de las medidas reguladoras de otros países europeos, como Francia, donde la legislación se asegura de que los profesionales sean considerados trabajadores dentro de una empresa y tengan acceso a las mismas prestaciones sociales que el resto de los empleados por cuenta ajena.

La situación del periodista autónomo en España está marcada por la inestabilidad y la precariedad

Asegurar la sostenibilidad de esta figura, que aporta valor, información única y un punto de vista propio a las informaciones publicadas por los medios de comunicación, es un trabajo conjunto. Es importante no solo visibilizar y concienciar sobre su situación a las empresas periodísticas y organismos políticos, sino también realizar un esfuerzo desde dentro de la industria periodística -directivos, editores, redactores jefes, asociaciones y sindicatos-, a nivel legislativo, educativo e individual, como profesionales autónomos dentro del sector.

Sin un marco laboral adecuado a sus circunstancias
Para conocer las dificultades sistemáticas del periodista freelance, basta con saber que, hasta el año 2022, los profesionales que ejercían por cuenta propia debían darse de alta dentro del epígrafe de “artesanos” y “escultores” del impuesto de actividades económicas (IAE). El 1 de enero de 2022, finalmente, entró en vigor el epígrafe 863, dentro de la agrupación 86 de la sección segunda del IAE, en el que se reconocía a los periodistas y comunicadores autónomos dentro del censo de actividades económicas de la Agencia Tributaria. En teoría, ello ayudará en el futuro a visibilizar la realidad del periodista autónomo y a que las Administraciones públicas tomen medidas legislativas para apoyar su figura. En la práctica, y por el momento, los periodistas por cuenta propia siguen teniendo que pagar el mismo IRPF, el mismo IVA, la misma cuota de autónomos y continúan sin poder desgravarse muchos de los gastos derivados de la práctica de su profesión.

El periodista que ejerce de manera freelance se encuentra con una traba: que ni el Régimen General de la Seguridad Social ni el Régimen Especial del Trabajador Autónomo se adecuan a las peculiaridades de su perfil profesional. Por su carácter de colaborador externo, no pertenece a la plantilla de una empresa de medios y, por tanto, no puede ser incluido como trabajador por cuenta ajena, acceder a las prestaciones sociales ni estar protegido por los convenios. Por su carácter de profesional por cuenta propia debe estar dado de alta dentro del régimen de autónomos. Sin embargo, la alta cuota de autónomos -la base mínima está ahora en 294 euros-, junto con los impuestos, supone otra barrera de entrada hacia la profesión, sobre todo cuando un 38% y un 21% de los periodistas autónomos gana hasta 1.000 euros y 1.500 euros al mes, respectivamente.

La regulación actual no se adecua a las peculiaridades del perfil profesional de los periodistas autónomos

Aun cuando durante el primer año se pueden acoger a una cuota reducida, este periodo puede no ser suficiente para generar ingresos recurrentes y suficientes para pasar el mes con solvencia. La propuesta de nuevos tramos de cotizaciones por ingresos reales que está negociando el Gobierno no haría sino empeorar la situación para los autónomos. La reducción de la cuota mínima para muchos es insuficiente, pues, por las cifras barajadas por el Gobierno en el momento en que se escribe este artículo, para ese 38% de los profesionales, seguiría suponiendo pagar una quinta parte de sus ingresos -en el caso de los que lleguen a 1.000 euros; para los que ganen menos, el porcentaje es aún mayor-.

A ojos del sistema laboral, el periodista autónomo es una empresa, a falta de una categoría más adecuada. Sin embargo, al ser una “empresa” de una sola persona, sin trabajadores por cuenta ajena, su capacidad productiva está limitada al tiempo del que dispone -y las tarifas que se pagan en el sector no son proporcionales al tiempo que estos periodistas invierten en realizar su trabajo-, ni ejerce el tipo de trabajo que se puede delegar. Este vacío legislativo laboral acaba por perjudicar al freelance.

Dentro de la industria, también las opiniones son diferentes. ¿Puede considerarse al periodista autónomo una empresa solvente? ¿Debería crearse una categoría empresarial nueva? ¿O debería incluirse en el régimen de trabajadores por cuenta ajena? “Si se pudiera crear una figura diferente para ellos…  Porque no son autónomos puros (…), no es que tú seas autónomo y tengas una tienda de nueve a cinco. Entonces, creo que sí se tiene que regular de alguna forma para que pudieran tener algún tipo de derecho más”, dice Isabel García, redactora del suplemento Viajes de El Mundo.

Desde asociaciones y sindicatos llevan años reclamando una ley que regule los derechos y responsabilidades de los profesionales y los incluya dentro del Régimen General de la Seguridad Social, así como lo están los pigiste en Francia. “Se reclama una ley que regule los derechos y deberes de esos profesionales y establezca su inclusión en el Régimen General de la Seguridad Social, con la cotización que corresponda por parte de las empresas. Esa ley debe establecer que ese trabajo sea regulado en los convenios colectivos y en un acuerdo marco que se debe negociar entre la patronal, los sindicatos y las organizaciones profesionales representativas del sector, en el que se fijarán unas remuneraciones mínimas para sus trabajos”, explica Aurelio Martín, vicepresidente primero de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE).

“Lo que pedimos es que estos trabajadores, periodistas autónomos, freelance o colaboradores de todo tipo, como quieran llamarlos, estén dados de alta en el Régimen General de la Seguridad Social, pero no pagando las cuotas que tienen que pagar ahora, que son exageradas, sino en función de sus ingresos, como están en Europa. Que si un mes un colaborador, un autónomo, saca 400 euros, pues lógicamente que no tenga que pagar 300 de Seguridad Social, sino una cantidad adecuada muchísimo menor, pero que estén en el régimen general de la ayuda social, como cualquier trabajador. De tal manera que si se ponen enfermos tengan derecho a asistencia o al paro en el caso de que dejen de trabajar”, argumenta Agustín Yañel, secretario general de la Federación de Sindicatos de Periodistas (FeSP).

La propuesta crea más preguntas y dudas sobre cómo se regularían las diferentes situaciones laborales del periodista autónomo. “El legislador deberá buscar las fórmulas. En todo caso, hay que establecer alguna norma que defienda los derechos del autónomo, por ejemplo, para una agencia de prensa en la que un corresponsal debe enviar diariamente crónicas, los 365 días del año, estar pendiente de lo que ocurra las 24 horas del día, pero solo cobrará por pieza la crónica que pase. Un avance sería el estatuto del corresponsal, fijar, al menos, determinados derechos en una relación con una empresa”, aclara Aurelio Martín, vicepresidente primero de la FAPE.

Esta propuesta de ley se asemeja a la regulación de los periodistas autónomos en Francia. No obstante, en el país galo, esa misma ley es la que impide que los periodistas freelances no puedan ser autónomos; y si quieren complementar sus ingresos fuera de la industria periodística, tienen que darse nuevamente de alta para poder declarar esos ingresos extra. Por eso es importante que cualquier propuesta de ley que regule esta figura no imposibilite que el freelance pueda acogerse a la opción o régimen que más le convenga para desempeñar su trabajo. Por ende, habría que ver, entre otras muchas cuestiones, si de llevarse a cabo esta ley, el periodista por cuenta propia generaría suficientes ingresos únicamente a través del periodismo o tendría que complementarlos -como muchos deben hacer ahora mismo-, dándose de alta como autónomo igualmente para poder declarar sus ingresos.

A pesar de llevar años intentando sacar adelante esta ley, no hay avances. “Es jurídicamente muy difícil de regular esta situación tal y como se encuentran las fórmulas de contratación laboral o de servicios de proveedores en España”, señala Aurelio Martín. Y, sin embargo, los repartidores de comida a domicilio, una figura de reciente aparición, ya cuentan con su propia ley, la ley rider, que regula su situación y protege sus derechos.

La tarea no es sencilla. En España no hay una gran tradición de asociacionismo dentro del sector. Los sindicatos y asociaciones no tienen tanta fuerza y masa profesional detrás como en otros países, y el nivel de confianza de los profesionales en los sindicatos tampoco es muy alto. Esto juega en contra de los periodistas autónomos, que ya suponen un 30% de los trabajadores. “Los periodistas han sido buenísimos para defender los derechos de muchos tipos de trabajadores excepto de los suyos”, dice Kike Andrés, redactor jefe de Internacional en El Confidencial.

No obstante, desde 2020, la Comisión Europea está trabajando en una serie de directrices para que los trabajadores por cuenta propia sin asalariados -es decir, autónomos como los periodistas autónomos- puedan negociar sus condiciones laborales a través de colectivos y asociaciones, sin prejuicio de infringir la ley de competencia, pues la Comisión Europea entiende que este tipo de autónomos que trabajan para sí mismos no son una empresa al uso, sino trabajadores independientes. Eso sí, esta propuesta en ningún caso incluye una regulación de precios.

La economía del autónomo y su relación con los medios
Los ingresos que perciben por su trabajo, junto con la falta de un marco laboral que se adecue a sus necesidades, son los dos ingredientes del principal problema de los periodistas autónomos: sus ingresos netos y, por ende, su precariedad económica. Según la encuesta elaborada por el European Journalism Centre y en la que participaron más de 900 periodistas, los ingresos que perciben por su ejercicio profesional son la principal causa de preocupación. El 39,9% de los encuestados respondió que ingresaron menos de 15.000 euros en 2021 (1.250 euros al mes).

Este resultado concuerda con los datos publicados en el Informe Anual de la Profesión Periodística de la APM. En la edición de 2021, un 59% de los encuestados obtuvo menos de 1.500 euros al mes, de los cuales un 38% ganó menos de 1.000 euros (12.000 euros). No debería extrañarnos cuando el grueso de las colaboraciones freelances sigue siendo el medio escrito, tanto en papel como en digital, siendo la radio y la televisión -tanto tradicional como digital- los formatos con menor número de colaboraciones. Por tipos de pieza informativa, el artículo, crónica o reportaje de dos folios y medio sigue siendo el más elaborado. Precisamente, el tipo de medio de comunicación y formato con más colaboraciones es aquel que arrastra una mayor crisis por el auge de lo digital.

Y eso tiene su impacto en las tarifas que se pagan a los periodistas autónomos. “Antes, las tarifas eran mucho más altas para los freelances que escribían para papel. En el momento en que todo ha ido cambiando al soporte digital, todo se ha abaratado aún más. Entonces, desde el punto de vista de tarifas, creo que es una situación bastante precaria. Pagan muy mal piezas que se han hecho en sitios difíciles”, dice Lola Huete, directora de Planeta Futuro, la sección de Desarrollo Global de El País.

En el año 2018, el sindicato CNT presentó un informe sobre el estado de las colaboraciones freelances nacionales, tras haber publicado en 2017 uno similar sobre la situación de los corresponsales freelances. El documento -que habría que actualizar- incluía las tarifas que diferentes medios de comunicación habían pagado por diferentes piezas. Por ejemplo, tanto la cadena Cuatro como La Sexta pagaron hasta 300 euros por vídeo, mientras que El Economista o El Español pagaban 90 y 100 euros por reportaje, respectivamente. Eso sin descontar los impuestos. Pero, aparte de los informes elaborados por la CNT o el observatorio catalán de medios Media.cat, apenas hay información pública sobre las tarifas que se pagan a los periodistas autónomos.

En España no existe ningún organismo o página web que reúna las tarifas actuales, lo que ayudaría a tener una mayor transparencia hacia el periodista autónomo y un paso hacia la mejora de su situación económica. En Francia, la página web Paye Ta Pige recoge las tarifas que se pagan en los medios de comunicación por tipo de pieza. En el Reino Unido, Journo Resources, una start-up centrada en hacer la industria periodística más accesible, tiene una base de datos actualizada con los datos que se pagan actualmente por pieza o turno de trabajo. También, el National Union of Journalists, el sindicato de periodistas inglés, tiene una base de datos de tarifas recomendadas, basadas en los precios que se pagan en la actualidad en los medios de comunicación. Tampoco es que se mantengan en secreto. En Twitter, los editores publican abiertamente el rango de tarifas cada vez que buscan de forma proactiva historias y los medios de comunicación tienen páginas concretas donde especifican qué tipo de historias buscan, cómo deben proponerse, el rango de precios y las condiciones.

Como consecuencia de las bajas tarifas y los trámites fiscales, los principales inconvenientes de ser autónomo son todos de carácter económico: la inestabilidad económica, seguida por los altos costes de los impuestos y las cotizaciones y la incertidumbre de las contrataciones, según se desprende del Informe de la APM. En el ámbito europeo, la encuesta del European Journalism Centre matiza esta idea aún más. Un 82% de los encuestados están preocupados por los precios que se pagan por las piezas; un 74%, por su capacidad de ahorrar para el futuro, y un 72%, por las variaciones económicas entre meses.

¿Y cuál es la perspectiva desde los medios de comunicación sobre la precariedad del periodista autónomo? La situación de precariedad en algunas empresas periodísticas impide mirar más allá de mejorar las condiciones de los trabajadores en las redacciones. “El problema es que hay tanta crisis en el sector que una empresa que está con un ERE o con un ERTE, que está reduciendo el sueldo a sus empleados, que tiene que prescindir de ellos, pues claro tampoco va a mirar tanto por los que entre comillas están fuera, porque realmente también forman parte del equipo de ese medio. Pero claro, es verdad que, si estás con un ERE o con un ERTE, que estás reduciendo el sueldo de tus empleados, pues primero miras un poco por los contratados”, dice Isabel García. No obstante, añade que, “en algunos casos, incluso esto ha podido beneficiar a los freelances, porque hay más colaboraciones para ellos, puesto que el trabajo no se ha reducido, todo lo contrario”. Más trabajo, pero eso sí, sin una mejora en las condiciones. Un 57% de los encuestados por el European Journalism Centre considera que las condiciones de trabajo han empeorado en los últimos años, frente a un 33% que considera que se han mantenido igual. Solo un 9% percibe una mejora.

Para Kike Andrés, redactor jefe de Internacional de El Confidencial, hay un claro desequilibrio en cómo se reparten los presupuestos de un medio de comunicación. “Los ingresos que generan los medios quizá están injustamente repartidos, hay partes de un medio que acumulan gran parte de la masa salarial que tienen las redacciones y eso deja un poco menos de espacio para el resto. Esto hace que la tradición periodística española del freelance español sea de unas condiciones bastante malas. Normalmente, en el periodismo anglosajón hay más periodistas freelances que han conseguido tener unas condiciones de trabajo apropiadas y prosperar dentro de él siendo autónomo. Algo que creo que en el periodismo español es muy difícil, porque tienes que integrarte en una redacción y, dentro de la misma, estar en la parte de ese medio que genera valor agregado para prosperar”.

Una investigación sobre las condiciones de los periodistas autónomos en España, realizada por varios profesores investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche y publicada en 2021, confirma las palabras de Andrés. Uno de los periodistas autónomos entrevistados señaló que “freelances colaborando con esta organización ganan, más o menos, entre 1.000 y 1.300 euros. Algunos 1.500 euros. Pero un periodista en la redacción gana 5.000 o 6.000 euros al mes. Por supuesto, soy mucho más rentable para ellos”.

Pero no está todo perdido. Aquellos medios de comunicación cuya producción recae en buena medida fuera de la redacción, que tienen una mayor dependencia de las colaboraciones de los periodistas, sí consideran importante mejorar sus condiciones laborales y económicas. Es el caso de Pikara Magazine, que el pasado 20 de abril, en su ejercicio de transparencia de ingresos anuales, anunciaba un incremento del 20% de sus tarifas. O el caso del medio de análisis internacional El Orden Mundial: “Desde que empezamos, siempre hemos sido un medio que se ha basado, en un porcentaje muy alto, en colaboraciones”. Es decir, “una parte de lo que se publica (…) lo escribe gente colaboradora de fuera de la redacción. Entonces, nosotros siempre hemos tenido muy claro que hay que dedicar un presupuesto importante a pagar esos artículos, pues sin esos artículos no tendríamos nada. Como, además de editor, soy directivo y uno de los socios fundadores, no hay tensión entre la parte editorial y la parte directiva por ese supuesto, es que no hay ni debate”, explica Blas Moreno, codirector y editor de este medio.

El Orden Mundial ha ido subiendo poco a poco la tarifa de lo que paga a sus colaboradores, que ahora mismo es a 100 euros la pieza. “Siendo muy honesto, al principio no pagábamos nada. Esto empezó siendo un blog amateur de cuatro matados en la universidad. Sí que es cierto que, a medida que fuimos creciendo, vimos que había que pagar los artículos, por principios y también porque si queremos exigir calidad, tienes que pagar. La gente no te va a responder si no le pagas”, explica Blas Moreno. “En cuanto podamos, lo volveremos a subir otra vez, ya que creo que estamos en un precio bastante aceptable para lo que está establecido en el sector; no obstante, quiero pagar más si podemos”.

En el caso de El Confidencial, Kike Andrés, quien también fue periodista freelance en su día, ha conseguido aumentar las tarifas que se pagan a los corresponsales autónomos, y ahora una crónica sencilla se paga a 100 euros, si bien hay crónicas que se pagan a 150 y 200 euros. Si el artículo es más complejo, pasa a considerarse reportaje y la partida presupuestaria es diferente.

“Conseguí subir las tasas. Antes solo se publicaban piezas de 100 euros. Conseguí hacer esas diferenciaciones y pagar piezas hasta de 200 euros. No es habitual, pero con algunas piezas que me llegaban decía: ‘Bueno, por esto no puedo pagar solo 100 euros, es una vergüenza. Esto lleva por lo menos una semana de trabajo; como mínimo, 200 euros para que, por lo menos, el periodista no pierda’. Eso fueron casi tres años de batalla. Porque una vez que la tarifa se establece es difícil hacer esos cambios”, dice Kike Andrés, de El Confidencial.

Sin embargo, la lucha desde la posición de redactor jefe no es fácil. “Cada sección tiene un presupuesto mensual, dependiendo de la actualidad, tú vas encargando piezas y publicando. Todos los años se hace un presupuesto general. Este año, nosotros tenemos las elecciones francesas, tenemos las elecciones húngaras, tenemos varias cosas y ahí es intentar negociar con el medio a ver cuánto dinero hay para tus coberturas, tanto las que hagamos desde aquí como las que podamos encargar fuera”, explica Kike Andrés. En este sentido, los redactores jefes y “los editores tienen poquito poder en el sentido empresarial de la palabra”. No son quienes establecen los precios.

Las tarifas y su negociación son uno de los ejemplos más claros del desequilibrio de poder entre el medio de comunicación y el periodista autónomo. Son excepcionales las ocasiones en que el periodista freelance consigue negociar. Por ejemplo, ahora con la invasión de Ucrania, en la que la audiencia quiere información y los medios necesitan satisfacer esa demanda, los periodistas por cuenta propia tienen mayor poder de negociación. También ocurre cuando el periodista ya tiene cierto reconocimiento dentro de la industria. Pero, en ninguno de los dos casos, eso significa que sea aceptable que el resto de los autónomos tengan unas tarifas más bajas, aunque al final las acepten, como única vía para publicar sus historias.

Los presupuestos tan cerrados de los medios hacen que el autónomo no tenga margen para negociar

En condiciones normales, los presupuestos tan cerrados que manejan los medios de comunicación hacen que el periodista autónomo no tenga margen para negociar y que, si consigue una mejora, acabe perjudicando la posibilidad de que otro periodista freelance pueda publicar. “Pocos negocian ya. Por ejemplo, imagínate que a mí alguien me viene y me dice: ‘Te vendo esta historia, pero son 150 euros’. Directamente, le digo: ‘¿A quién le quito esos 50?, ¿quién se va a quedar sin esos 50?’. Como te digo, no es que esos 50 no se vayan a gastar y se lo vaya a llevar el periódico o el redactor jefe; es otro compañero que no va a poder publicar o que va a poder publicar menos. Entonces, hay que hacer un ejercicio de valoración, caso por caso”, asegura Kike Andrés, de El Confidencial.

En cambio, para Blas Moreno, de El Orden Mundial, ello está abierto a la valoración de cada trabajo. “No tenemos escenario contemplado. Si el tema o el autor que nos lo ofrece merece mucho la pena y vemos que hay considerarlo, pues creo que se podría negociar (…). La diferencia a nivel empresarial entre pagarte 100 y pagarte 130 es ridícula, no supone nada pagarle a una persona 50 euros más por un artículo puntual. Empezar a subir 50 euros más a todos los artículos sí que supone una diferencia”. Para el cofundador de El Orden Mundial, el problema está en el “agravio comparativo”. “Yo tengo un colaborador que regularmente hace sus artículos en tiempo y forma, saca temas chulos y cobra dinero y está contento, y llega otro y le ponen un artículo por 150 euros. ¿Qué clase de mensaje y de protección ofrezco a mi colaborador más veterano, más regular?”.

Sin embargo, estas subidas siguen siendo la excepción, y, en general, las tarifas siguen sin reflejar la cantidad de tiempo invertido en una pieza. La descompensación entre tiempo y dinero hace que asumir más trabajo sea imposible en términos temporales. Uno de los participantes de la investigación realizada por la Universidad Miguel Hernández de Elche explica cómo le ofrecieron 60 euros por un artículo de investigación que le llevo producir cuatro meses. “En términos de euros por hora, gano más dinero haciendo cualquier otra cosa”, añadía otro participante. Para ganar 1.000 euros netos, los autónomos tienen que asumir una cantidad ingente de trabajo, más si quieren ganar lo suficiente como para poder compensar los meses con menos encargos. La ausencia de estabilidad laboral, es decir, conseguir tener cierta regularidad en uno o varios medios de comunicación que te permitan asegurar una cantidad a final de mes, requiere tiempo para desarrollar una relación con el redactor jefe en cuestión.

El periodismo es una de las pocas industrias, sino la única, en la que los precios los establecen las organizaciones, y el periodista autónomo está, en ese sentido, por regla general, supeditado al medio, cuando la relación debería ser igualitaria en términos de negociación. Por eso, Kike Andrés, de El Confidencial, añade: “Yo siempre les digo: ‘La pieza tiene que salir rentable’, ya que, si no, se pierde dinero haciendo periodismo y eso es lo que no puede ser (…). Por eso, al final, tienes que medir el esfuerzo para no trabajar en balde y para luego no tener que mal publicar el trabajo (…). Dependiendo desde dónde me están escribiendo la historia, con una tarifa voy a conseguir una profundidad u otra. No puedo esperar que alguien en Tokio por 100 euros tenga una fuente en el Gobierno, porque obviamente es imposible. La información se paga. Cuanta más calidad de información tienes, más tienes que pagar por ella, pues más trabajo se necesita”.

Zonas grises, derechos de autor y salud mental
Las bajas tarifas y el vacío legal son el caldo de cultivo para la proliferación de una serie de prácticas entre los medios de comunicación y los periodistas autónomos que impactan de forma negativa en la inestabilidad económica y mental del profesional. A la hora de hacer frente a estas situaciones, el profesional no tiene ningún tipo de protección ni mecanismo legal al que recurrir cuando no se respetan sus derechos, su trabajo o su vida personal. Algunos de esos supuestos, que están recogidos en los informes elaborados por la CNT, pueden regularse legalmente; otros, mediante acuerdos e implantación de buenas prácticas, y otros, mediante la empatía y el respeto entre profesionales. Por ejemplo, la falta de compromiso de algunos medios para pagar piezas que, tras haber sido encargadas, no son publicadas. El periodista autónomo no solo pierde el dinero del artículo, sino también el tiempo que podría haber invertido en otro encargo. En el Reino Unido existe una cláusula que se puede incluir en los contratos denominada kill fee, mediante la cual el autor recibe un porcentaje del precio acordado por el artículo en caso de que este no se publique.

Pero ¿cómo se van a incluir cláusulas de ningún tipo si las colaboraciones de los periodistas autónomos se hacen en la más completa informalidad? Aun cuando la legislación española permite que los contratos sean verbales o por escrito, los “contratos” consisten en acuerdos por medio de correo electrónico y sin que medie una firma por ambas partes. Un contrato escrito, como se hace en otros países europeos, es fundamental para que los periodistas, no solo conozcan sus derechos respecto al encargo, sino para que esos mismos derechos estén protegidos. De los medios consultados, solamente El Orden Mundial manda un contrato escrito junto con la primera colaboración del profesional. “Nos preocupaba mucho lo contrario, que algún autor luego nos reclamara algo por no haber firmado con él antes un acuerdo de ‘son estos los derechos del artículo, vas a cobrar tanto’ y sea firmado por las dos partes”, explica su editor, Blas Moreno.

Otro problema recurrente es el retraso en el pago de las piezas informativas. Lo habitual es que las piezas se paguen tras su publicación, no después de ser entregadas al editor o redactor jefe; y, en algunos casos, aunque el periodista mande la factura, Administración espera hasta ver el artículo publicado, lo que, a veces, no sucede inmediatamente. Ello, sin contar que las piezas no se pagan tras la publicación, sino a los 30 o 60 días después del mes vencido -hay medios que son la excepción-. Muchos autónomos desconocen que en sus facturas pueden añadir un sobrecargo por pago tardío, tal y como específica la Directiva 2011/7/UE. En este sentido, a principios de junio de 2022, el estado de Nueva York sentaba un nuevo precedente al aprobar la ley “Freelance Isn’t Free Act”, mediante la cual las empresas del estado que contasen con los servicios de un escritor o periodista freelance -por un mínimo de 250 dólares- están obligadas a realizar un contrato escrito, a pagar dentro del tiempo estipulado en el contrato o en los 30 días. Las empresas que incumplan el contrato podrían enfrentarse a multas de hasta 25.000 dólares.

El 51% de los periodistas autónomos europeos están preocupados por el equilibrio entre vida personal y laboral

Asimismo, el 51% de los que respondieron a la encuesta del European Journalism Centre están preocupados por los derechos de autor. Cada vez que un medio reproduce un artículo, un vídeo, una foto que no le pertenece, eso genera unas regalías que el periodista, como autor de esa obra, tiene derecho a cobrar. Prácticas como utilizar fotografías y vídeos sin atribuir la fuente y sin pagar por ello también están a la orden del día. En España, la única organización a la que los periodistas pueden asociarse y que recoge las regalías por derechos de autor es Cedro. Sin embargo, esta institución solo recoge derechos de autor de los periodistas en prensa, tanto digital como tradicional. Aquellos que trabajen en vídeo, fotografía o audio no pueden asociarse a Cedro, dejando al resto de los profesionales sin mecanismos para reclamar esas regalías.

Para acabar, es importante hablar del bienestar del freelance y el impacto de su inestabilidad en su salud mental. Trabajar fuera de una oficina, así como la inestabilidad económica, provocan que los límites entre la vida personal y laboral se desdibujen. De hecho, el 51% de los europeos encuestados están preocupados por el equilibrio entre su vida personal y laboral. La inestabilidad económica provocada por las variables de picos de trabajo entre meses puede hacer que el autónomo decida aceptar más cantidad de trabajo de la que puede sacar adelante para compensar. Esa misma preocupación es la que le puede hacer estar disponible las 24 horas, incapaz de desconectar del trabajo. Y a eso súmale la ansiedad y el estrés constante por llegar a fin de mes. Todo ello supone un incremento en el nivel de estrés y ansiedad. En última instancia, cabe decir no a una colaboración por querer tomarse unos días libres o por tener obligaciones personales que le impidan entregar un trabajo a tiempo, lo que puede generarle una preocupación por lo que pueda suponer en su relación con los medios para los que trabaja.

En el plano de la salud mental, por último, la soledad es la compañera habitual del trabajador autónomo. En el Informe de la APM, los encuestados citaban la soledad como la última de las desventajas del periodista. La creación de espacios abiertos donde puedan surgir conversaciones, generar ideas o buscar apoyo ante los obstáculos administrativos, laborales y económicos es importante para crear comunidad frente a las estructuras mediáticas. Nuevamente, aquí y allá hay pequeñas comunidades y redes de apoyo digitales como el canal de Slack Society of Freelance Journalists, creado al principio de la pandemia, como una forma de apoyo, o la Fundación Rory Peck, que ofrece ayudas económicas a periodistas autónomos.

Poner en valor la aportación de los autónomos
El redactor jefe es una figura clave en la relación entre medio de comunicación y periodista autónomo. Es el intermediario entre el resto de la estructura mediática y él; por tanto, la persona que mejor puede conocer la situación real de los periodistas por cuenta propia que colaboran con el medio. ¿Qué pueden hacer los redactores jefes para que se valoren más a estos periodistas?

“Creo que los mandos intermedios tienen un papel superimportante, pues, aunque no tengan el presupuesto en sus manos, sí que son el eslabón de comunicación que puede hacer que se valore el trabajo del periodista que está en el terreno, dar valor a la pieza que te manda esa persona… Si no traspasa al editor o a la persona que está ahí lo que esa información vale… Por eso creo que tienen un papel importantísimo en hacer ver el valor de la información que provee”, explica Maribel Izcue, redactora jefa de Revista 5W.

Blas Moreno, de El Orden Mundial, es más específico: “Desde el punto de vista del editor puro y duro, creo que el primer paso es presionar para que se pague más a los autores. Presionar más a la dirección o, en mi caso, directamente como directivo impulsarlo. Y luego también (…), encaminarnos hacia un modelo de periodismo que apueste mucho más por la calidad. Quizá a costa de publicar menos artículos, pero que sean más trabajados y con una mayor profundidad”.

A pesar de las condiciones laborales y económicas de los periodistas autónomos, medios, editores y redactores jefes son conscientes del valor que aportan las informaciones que son elaboradas por los freelances. El único problema es que eso no se refleja económica ni laboralmente.

“Son imprescindibles. Sería ideal que la forma de trabajar con los freelances fuera de otra manera, es decir, también sería necesario que esa relación cambiará un poco. Un periódico para estar vivo necesita visiones frescas, nuevos ángulos, mirar en sitios donde nadie está mirando; y, muchas veces, ese trabajo lo hacen los autónomos, ya que tienen que peinar el terreno allá donde los periodistas que estamos más acomodados -porque tenemos un trabajo fijo y estamos en la rueda-, a lo mejor no miramos (…). Aparte, el freelance nunca está pensando -y esto es maravilloso- en si una historia va a molestar a alguien. Lo mejor del freelance es que para él lo más importante es la historia, y como está centrado en eso, hace que la historia sea lo más relevante”, dice Kike Andrés, de El Confidencial.

La independencia del autónomo incrementa su identificación con la misión del periodismo

La independencia para perseguir historias incrementa la identificación del periodista autónomo con la considerada misión del periodismo. Según la encuesta del European Journalism Centre, un 79% de los freelances cree que es extremadamente importante contar la verdad; un 59%, difundir, concienciar a las audiencias sobre lo que pasa en el mundo; un 44% cree que es importante mantener a raya a instituciones y los poderes políticos, y otro 44%, dar contexto a los acontecimientos mundiales.

“De partida, evidentemente, un freelance que se va al terreno, en nuestro caso de información internacional, ya denota que tiene un interés por el tema. Que es una persona que ha tenido ese ‘algo’ que le ha movido a interesarse. Lo que aporta el hecho de que un periodista esté en el terreno es algo que no se puede sustituir por mucho que hoy en día tengamos analistas, tengamos posibilidad de hacer entrevistas (…). Nada sustituye a un periodista que está en el terreno. Da la casualidad de que hoy en día muchos de ellos son autónomos”, afirma Maribel Izcue, de Revista 5W.

Planes educativos de las universidades
El 67% de los encuestados en el Informe Anual de la Profesión Periodística 2021 “considera que el actual grado de Periodismo no cubre de manera razonable las necesidades del futuro periodista”. Y cuando hablamos de periodismo freelance, esto es una realidad. Los planes docentes universitarios no incluyen una asignatura sobre cómo desenvolverte como freelance. Existen cursos breves o talleres, por ejemplo, en la Escuela de Periodismo de El País o en el Instituto Atresmedia, en los que el periodista autónomo puede hacerse una idea de lo que requiere elegir este camino, pero es necesario más formación y en mayor profundidad para que los futuros periodistas salgan al mercado laboral con la confianza y las herramientas necesarias.

Para muchos estudiantes universitarios, jóvenes periodistas y recién graduados, el periodismo freelance puede ser una muy buena forma de ganar experiencia y salir con un porfolio de trabajos publicados bajo el brazo al acabar la universidad -solo durante el primer año, por lo de la cuota de autónomos, ya saben-. No obstante, la mayoría no ha recibido nunca una formación específica sobre cómo contactar con los medios, cómo proponer historias, cómo negociar precios, cómo desarrollar una cartera de clientes o diversificar unas fuentes de ingreso que les permitan tener una estabilidad económica.

“Es una apuesta que están haciendo muchos periodistas jóvenes, de hecho. Muchas veces, con cargo a su bolsillo. Aunque vendan temas, jamás van a conseguir compensar económicamente lo que han invertido. Pero lo ven como una puerta de entrada al mundo del periodismo, porque, al final, es cierto que les permite entrar en contacto con medios, publicar, que su trabajo tenga una cierta visibilidad… Pero claro, en unas condiciones muchas veces penosas”, lamenta Maribel Izcue, de la Revista 5W, refiriéndose a los jóvenes periodistas que han acudido a cubrir el conflicto de Ucrania. Sus palabras, sin embargo, son extensibles a cualquier joven periodista autónomo que intenta hacerse un hueco.

En otros países, cada vez hay más iniciativas para que los periodistas tengan acceso al conocimiento y formación que requiere ser periodista autónomo. En 2018, Tim Herrera, antiguo editor de The New York Times, publicó en el Nieman Lab How to successfully pitch The New York Times (or, well, anyone else), que aún hoy sigue siendo un artículo de referencia en habla inglesa. Desde entonces, el exeditor del Times ha desarrollado la newsletter Freelancing with Tim, en la que comparte su conocimiento como editor sobre el periodismo freelance y desarrolla talleres sobre una variedad de temas, desde cómo sacarles partido a las historias a través de diferentes formatos hasta cómo hacer crecer una newsletter o negociar tarifas con los editores.

En el Reino Unido, las periodistas freelances Lily Canter y Emma Wilkinson hablan sobre los entresijos del periodismo autónomo a través de su newsletter y su pódcast Freelance for journalists. También han creado un programa de prácticas en el que jóvenes periodistas son vinculados con un periodista autónomo con experiencia a quien ayudan en tareas sencillas a cambio de una mentoría. Además, son autoras del libro Freelancing for journalists, un manual académico completísimo sobre todo lo que hay que saber para ser periodista autónomo.

La falta de formación solo contribuye a más inestabilidad. “En la relación freelance-medio de comunicación, el balance de poder está tan descompensado que parece que el periodista autónomo no tiene culpa de nada, pero no. El freelance tiene su parte de responsabilidad, aun siendo la parte más débil económicamente en esta ecuación. Tiene que ser inteligente, eficiente. El problema es que todo esto no lo enseñan en la facultad (…), salimos sin tener ni idea. No entendemos bien cómo funcionan los medios, no entendemos bien que deberíamos tener una agenda de medios, deberíamos saber qué tipo de tema venderle a cada medio”, afirma Kike Andrés, de El Confidencial.

La figura del periodista autónomo no es prescindible en el actual ecosistema mediático

Andrés entiende muy bien ambos lados de la ecuación. “Ahora, desde mi lado de la barrera, te puedo asegurar que, si alguien trabaja en El Confidencial unos meses o un par de años y luego se va a vender temas fuera, habiendo conocido a la bestia desde dentro, lo hace entendiendo cuáles son las necesidades de la audiencia (…). Si los freelances entendieran también lo que el medio necesita, sería más fácil conseguir publicar historias”. De ahí, prosigue, la importancia de que haya espacios de conversación entre el medio y el periodista autónomo, para que ambos puedan comprender las necesidades del otro, y de que los freelances entiendan “qué es lo que necesita cada uno de los medios y cómo difieren sus audiencias, y por qué lo que haces en un medio funciona y para otro no”, termina.

Queda un largo camino por recorrer para que el periodismo freelance sea sostenible, pero las soluciones están sobre la mesa. La figura del periodista autónomo no es prescindible en el actual ecosistema mediático, si bien sus condiciones laborales pueden hacer que estén condenados a desaparecer si no tienen una estabilidad económica. Por eso es importante que haya esos espacios de conversación y de entendimiento entre todos los actores de la industria periodística. Sobre todo, sin que ello perjudique al periodista autónomo.