La directora de la agencia Reuters, Alessandra Galloni, pronunció el 7 de marzo de 2022 la Conferencia Conmemorativa anual de Reuters. Por su interés, con el consentimiento expreso del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford, Cuadernos de Periodistas reproduce a continuación su ponencia.
ALESSANDRA GALLONI*
Cuando hace varios días me senté para plasmar mis pensamientos sobre el papel para este público, los vehículos militares rusos se multiplicaban en el norte de Kiev, la capital de Ucrania.
Los medios también se estaban preparando: reporteros, fotógrafos, videoperiodistas, fixers, conductores y seguridad en el terreno, además de redactores, productores, diseñadores, verificadores de hechos y comentaristas en las redacciones de todo el mundo. Es decir, todo ese poder periodístico formidable de muchos de los editores, locutores y de las agencias reunidas hoy aquí.
Los ucranianos se movilizaron también: tomaron las armas para defender a su país frente al ejército ruso, y utilizaron sus teléfonos móviles para hacer una crónica de la guerra, en tiempo real, para el mundo. Vídeos de misiles sobre Kiev, de tutoriales sobre cómo conducir un tanque, de ciudadanos que construyen refugios antiaéreos caseros y de aglomeraciones en las estaciones de metro inundaron las redes sociales en todo el mundo. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, llamó directamente a tiktokeros y blogueros rusos, entre otros, a levantarse y a ayudar en la guerra.
Las redes sociales, que en ocasiones se refieren a nosotros como el cuarto poder, desde hace muchos años han democratizado el acceso a las noticias y a otras informaciones. Han permitido que más voces, y más diversas, surjan más allá de las de la autoridad, de las de los intereses económicos y de las de las empresas de medios de comunicación tradicionales. Han proporcionado al público una rápida y mejor comprensión de los acontecimientos como guerras, desastres humanitarios y acontecimientos políticos históricos a medida que se desarrollan. El Movimiento Verde de Irán, la Primavera Árabe, la guerra civil en Siria y la guerra entre Rusia y Crimea fueron todos transmitidos en directo con los teléfonos móviles por personas sobre el terreno. La proliferación de este “periodismo ciudadano” se ha disparado a medida que más usuarios se unen a los canales de las redes sociales. En la actualidad, 4.500 millones de personas están en las redes sociales en todo el mundo, y esa cifra está aumentando en un millón de usuarios al día, según la consultora británica en tecnología de la información Datapol.
En Estados Unidos, los contenidos generados por los usuarios representan ya el 39% de las horas de estos medios sociales, frente al 61% de los medios tradicionales, según un reciente informe de la Asociación de Consumidores de Tecnología y YouGov. Casi el 60% de los 44 millones de habitantes de Ucrania se registraron en los canales de las redes sociales el año pasado, y ahora están grabando sus vidas bajo asedio o bombardeos -o su huida de Kiev, Járkov, Mariúpol y otras ciudades-.
Esta guerra en Ucrania, que ya ha sido denominada como la “guerra TikTok”, nos está obligando de nuevo a preguntarnos en los medios de comunicación tradicionales: ¿cuál es nuestro papel? ¿Cómo una profesión cuyos principios se forjaron en gran medida en la época del periodismo impreso, la televisión y, para los medios millennials, la World Wide Web puede seguir siendo relevante en una época de medios sociales en constante evolución? ¿Qué hacemos cuando la mayoría de la gente en la mayor parte del mundo puede acceder y crear las noticias con su teléfono desde cualquier lugar? ¿Sigue siendo importante el alcance mundial cuando la tecnología ha hecho el planeta más pequeño y ha dado a los consumidores más noticias que nunca?
Seamos claros: más información y mejor acceso no siempre es más y mejor. Las redes sociales y los “periodistas ciudadanos” pueden ser brillantes a la hora de ofrecer a los espectadores una instantánea de lo que está sucediendo, una muestra visceral y a menudo emocional de diferentes aspectos de lo que está ocurriendo. Pero no necesariamente pueden proporcionar un reflejo fiel de todos los hechos, o una compresión más clara del panorama general.
Verificando hechos durante una guerra
La digitalización de la información ha facilitado la obtención de noticias del otro lado del planeta, pero también ha hecho más sencillo el acceso a realidades no verificables y distorsionadas. Además de las noticias, las redes sociales pueden transmitir invenciones, teorías conspirativas y propaganda.
El actual conflicto no ha sido diferente. Imágenes no verificables de supuestos atentados, material de archivo de antiguos conflictos, declaraciones sin pruebas, todo ha circulado ampliamente. De hecho, hay tantas cosas falsas por ahí que es difícil estar al día.
Veamos algunos titulares de artículos que hemos verificado nosotros mismos:
- “Verificación de hechos: no hay pruebas de que los ucranianos estén vendiendo tanques rusos abandonados en eBay”
- “Verificación de hechos: el vídeo de soldados rusos y ucranianos ‘cara a cara’ es de Crimea en 2014”
- “Verificación de hechos: un vídeo muestra los restos de la explosión del puerto de Beirut, no de la guerra de Ucrania”
Fuentes, con o sin nombre, pueden hacer afirmaciones no verificables. Ayer mismo [6 de marzo de 2022], informábamos de que los medios de comunicación rusos habían citado una fuente rusa no identificada que decía que Ucrania estaba cerca de construir un arma nuclear, una “bomba sucia” a base de plutonio. Observamos -en el titular y en el encabezado de la historia- que ni los medios rusos ni las autoridades rusas habían dado ninguna prueba de ello.
Incluso las afirmaciones de fuentes citadas y oficiales pueden ser difíciles de verificar. Cuando salió la noticia del ataque ruso a una central nuclear el pasado viernes por la mañana, el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano tuiteó la noticia del ataque a la central, la mayor de Europa. Si explotara, dijo, podría ser “diez veces mayor que Chernóbil”. Aunque la persona que hizo la afirmación fue el ministro de Exteriores, su información resultó difícil de comprobar y nosotros, por ejemplo, lo revelamos. Al final, la situación en la central nuclear acabó no siendo tan grave como se temía inicialmente.
Hasta cuando las invenciones se corrigen posteriormente, borrar la información errónea es difícil, según dicen los psicólogos, porque la mente humana crea pensamientos formativos que permanecen. Norbert Schwarz, profesor de Psicología y Marketing en la Universidad del Sur de California, afirma: “Si después escuchamos una corrección, esto no invalida nuestros pensamientos -y son nuestros propios pensamientos los que pueden mantener un sesgo-, incluso cuando aceptamos que la información original era falsa”.
O, como Sally regañó memorablemente a Harry en el clásico de Rob Reiner: “No puedes retirarlo…, porque ya está ahí fuera”.
Entonces, ¿cuáles son las defensas costeras para este océano de información que mezcla hechos y falsedades y se baña en nuestras playas virtuales?
En el mejor de los casos, el periodismo objetivo puede ofrecer una comprensión más clara del panorama general.
En su mejor momento, el periodismo profundo puede tomar múltiples hilos de información y sintetizarlos en una narración coherente, con contexto, que descubra lo que aún no se sabe.
En la mejor versión, el periodismo basado en hechos puede servir de antídoto contra la desinformación que obstruye cada vez más y más las redes sociales.
El periodismo basado en hechos, antídoto contra la desinformación que obstruye cada vez más las redes
En Reuters, trabajamos para lograr un periodismo independiente, basado en hechos reales, que proporcione una información sólida que ayude a las personas a tomar decisiones. Y creemos que nuestra presencia global combinada con nuestra profunda huella local nos permite recabar, verificar y explicar los hechos desde donde se originan, permitiéndonos acercarnos a la verdad.
Somos un medio global, con 2.500 periodistas repartidos en más de 150 países alrededor del mundo. También somos profundamente locales. Nuestros periodistas vienen de 85 países y publicamos en 15 idiomas. Yo soy italiana y empecé en Reuters en 1996 en el servicio de lengua italiana en Roma.
Esta combinación de presencia mundial y de conocimiento local -un término que utilizo a menudo es “glocalidad”- nos ha permitido durante mucho tiempo entrar en acción en el lugar y en el momento en que surge la información, ofrecer noticias desde el terreno con un profundo contenido y dar un tipo de contexto que no consigues cuando te lanzas en paracaídas. Cuando los acontecimientos ocurren, nosotros llegamos allí primero, nosotros ya estábamos allí, y nosotros nos quedaremos mucho después de que la mayoría se haya ido.
Cubriendo la guerra
Cuando los tanques rusos entraron en las afueras de la ciudad de Donetsk en la madrugada del martes 22 de febrero, horas después de que el presidente Putin reconociera oficialmente las dos regiones secesionistas de Donetsk y Luhansk, dos periodistas ucranianos trabajando para Reuters captaron las primeras imágenes de este trascendental conflicto.
Permítanme darles otro ejemplo de nuestra reciente cobertura sobre la COVID-19 en África. Al principio de la pandemia, hubo muchos miedos e incógnitas acerca de cómo el virus COVID-19 podría propagarse en ese continente. Esto ocurrió en parte debido a la falta de información documentada sobre los servicios médicos. Ni siquiera la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros de África para el Control de Enfermedades tenían claros los recursos con los que contaban los países en África para luchar contra la pandemia, porque no tenían la información adecuada de sus miembros. Decidimos ofrecérsela, obteniéndola de la fuente.
Enviamos preguntas a los ministerios de Sanidad y a las autoridades de Salud Pública en todo el continente, pero no resultó suficiente. Algunos países no tenían la información. Otros no querían compartirla con nosotros, con la OMS ni con nadie.
Así, nuestros periodistas locales salieron a las calles. Utilizaron sus contactos para realizar múltiples, y a menudo frustrantes, visitas a las oficinas gubernamentales, a manifestaciones públicas, a hospitales, a médicos, a asociaciones de profesionales y a otras fuentes para extraer las cifras y la información que necesitábamos. Al final recopilamos datos de 48 de los 54 países africanos, lo que nos permitió ofrecer la imagen más detallada disponible públicamente a nivel mundial en ese momento sobre la preparación de África para la pandemia: esto incluía el número de camas en cuidados intensivos, ventiladores, pruebas, enfermeras de cuidados intensivos y anestesistas.
Quiero decir desde el principio que no somos la única organización de noticias que se esfuerza por la objetividad y la verdad. Han escuchado a otros en este escenario que tienen la misma misión de servicio público. La mayoría de los medios independientes tienen sus principios rectores, sus tablas de la ley.
‘Principios de confianza’
Nuestro compromiso con la verdad está inscrito en nuestra forma de actuar. En 1941 -en medio de la Segunda Guerra Mundial-, amenazas de propaganda y censura empujaron a los entonces directivos de Reuters a establecer un código guía que llamamos “Principios de confianza”. Estos principios -incluimos un enlace a ellos al final de cada noticia que publicamos en Reuters.com- nos comprometen con la independencia, la integridad y la ausencia de prejuicios. Son vinculantes para todos los empleados de nuestra empresa, y una junta especial se asegura de que los mantengamos.
Detrás de estos principios, hay una serie de cuestiones esenciales que intentamos cumplir cada día (muchos de ustedes practican lo mismo):
- Queremos ser los primeros, pero preferimos tener razón, y estar seguros, antes de ser los primeros.
- Verificamos los hechos, incluso cuando la fuente nos lo está contando de primera mano (y a veces, precisamente, porque nos lo está contando esta primera fuente).
- Practicamos un periodismo “sin sorpresas”, de modo que todos los individuos de nuestras historias saben lo que estamos afirmando sobre ellos antes de publicarlas -y hacemos un esfuerzo real, no solo superficial, por conocer su opinión-.
- Revelamos hechos clave que no se conocen.
- Nuestro objetivo es la neutralidad en el estilo y en la sustancia (a los editores que se encuentren aquí, ¿se han dado cuenta de que cuando los reporteros están de acuerdo con una fuente, tienden a usar el término “explicar”, pero cuando no están de acuerdo, tienden a “insistir”?).
- Y corregimos los errores de manera exhaustiva y lo más rápidamente posible.
Pero ¿qué ocurre cuando hay una campaña implacable, y a menudo maliciosa, contra los propios hechos -y contra aquellos periodistas objetivos que los trasmiten-? Lo que ocurre cuando la confianza en los medios de comunicación está por los suelos.
Todos nosotros tuvimos una lección transcendental sobre la supresión de los hechos -y sus consecuencias para la humanidad- durante la pandemia.
Seis millones de personas han muerto a causa del virus en los dos últimos años. Sin embargo, según una encuesta realizada en febrero por Statista, el 30% de los habitantes de la India, el 23% de los de Sudáfrica, el 15% de los de Polonia y el 13% de los brasileños todavía creen que la COVID-19 es un mito. Y a pesar de la abrumadora evidencia a favor de las vacunas, en Estados Unidos, cuyos habitantes tienen quizás el mayor acceso a la información en el mundo, un tercio de la población está aún sin vacunar.
En algunos países en los que opera Reuters -Estados Unidos, Gran Bretaña, China, Rusia, Egipto, Indonesia, Nicaragua, Venezuela y Yemen-, hemos informado de los esfuerzos deliberados de estos Gobiernos por minimizar o acallar noticias sobre la gravedad de la crisis de la COVID-19. Contrarrestamos sistemáticamente estos relatos del Gobierno recopilando hechos y estadísticas de fuentes no oficiales como los médicos del hospital, forenses y enterradores.
En algunos casos, nuestro reporterismo basado en hechos provocó serias represalias. En 2020, por ejemplo, cuando publicamos un artículo en el que decíamos que en Irak había más de mil casos confirmados de COVID-19, más que los 772 comunicados, el Gobierno ordenó a Reuters que cerrara nuestra oficina en Bagdad, que se disculpara y que pagara una multa. Nos negamos. Finalmente, el Gobierno cedió. Pero esto solo ocurrió tras largas conversaciones con funcionarios y después de que Christiane Amanpour avergonzara públicamente al entonces presidente en la CNN.
El fotógrafo de Reuters Danish Siddiqui, ganador del premio Pulitzer en 2018, fue muy criticado en la India cuando relató cómo la COVID-19 estaba asolando su país, con imágenes de hospitales, cementerios y piras funerarias abarrotadas. En Twitter, los críticos dijeron que las fotografías eran falsas o que iban en contra del interés nacional. Siddiqui pasó a cubrir la caída de los talibanes en Afganistán. Durante esa misión, fue asesinado por soldados talibanes mientras cubría una batalla entre ellos y las fuerzas especiales afganas, aproximadamente un mes antes de la caída de Kabul. Tenía 38 años.
Un momento peligroso
Es una época peligrosa para los periodistas, especialmente para los que dicen la verdad incesantemente.
Es una época peligrosa para los periodistas, especialmente para los que dicen la verdad incesantemente
En 2018, el asesinato de Jamal Khashoggi, columnista de The Washington Post y destacado crítico de Arabia Saudí, por parte de sus agentes gubernamentales conmocionó al mundo.
Periodistas que publican información veraz también se enfrentan a la violencia, a las restricciones legales, al acoso y a otros obstáculos en su trabajo. Estas leyes pretenden aplicarse a la desinformación deliberada por parte de los periodistas, pero en la práctica se utilizan a menudo para enterrar las noticias poco favorecedoras e inoportunas que los Gobiernos no quieren que se publiquen.
China sigue siendo el mayor carcelero por tercer año consecutivo, con 50 periodistas entre rejas, según el Comité para la Protección de los Periodistas. El año pasado, por primera vez, los periodistas de Hong Kong también fueron enviados a prisión, cuando China emprendió una brutal represión contra la libertad de prensa, tras las históricas protestas prodemocráticas del territorio. También en 2021, Myanmar se convirtió en la segunda cárcel de periodistas, después del golpe militar. Egipto, Vietnam y Bielorrusia completan los cinco primeros puestos.
En 2017, mis colegas Wa Lone y Kyaw Soe Oo fueron inculpados, detenidos y condenados a siete años de prisión porque informaron con exactitud y de manera justa sobre una horrible masacre de diez hombres musulmanes rohinyás a manos de las fuerzas militares y policiales en un pueblo de Myanmar llamado Inn Din. A pesar de los esfuerzos públicos y privados de los líderes mundiales y de nuestra propia e intensa campaña legal y publicitaria, los dos reporteros permanecieron en prisión durante más de 500 días. Cuando ganaron el premio Pulitzer en 2019 por su valiente cobertura, todavía estaban entre rejas. Fueron liberados en mayo de 2019.
En 2020, el videoperiodista de Reuters Kumerra Gemechu fue detenido en Nochebuena y encarcelado en Adís Abeba por la policía federal etíope. Aunque no se le acusó, estuvo recluido en régimen de aislamiento durante doce días. La policía dijo que estaba investigando acusaciones de que difundía noticias falsas, ayudaba a grupos paramilitares y violaba las leyes antiterroristas. La policía repentinamente abandonó su investigación, y Gemechu fue liberado a principios de enero. Incluso ahora, seguimos sin saber por qué fue encarcelado. Hemos seguido cubriendo la guerra en Etiopía.
La reportera brasileña Patricia Campos Mello pronunció un discurso desgarrador el año pasado sobre la agresión a los periodistas, en particular a las mujeres periodistas, en su país [escribió sobre ello en el número 40 de Cuadernos de Periodistas].
En Estados Unidos, los periodistas han sido sometidos a una presión cada vez más intensa desde 2017, cuando el presidente Donald Trump nos tildó de ser “las personas más deshonestas de la tierra”, justo doce días después de llegar a la presidencia. Desde este escenario, hace unos años, el exdirector de The Washington Post, Marty Baron, nos ofreció una visión escalofriante de los ataques del presidente estadounidense a los periodistas [sobre ello, y sobre otras muchas cuestiones, fue entrevistado en el número 42 de esta revista].
En efecto, la demonización de los medios de comunicación por parte de Trump ha seguido resonando ampliamente desde los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio, en los que los periodistas, al igual que los policías, fueron atacados por partidarios acérrimos de Trump. El odio a los periodistas también ocupa un lugar destacado en los sitios webs que operan fuera de la corriente principal. El año pasado, dos reporteros de Reuters se enfrentaron a amenazas de muerte cuando publicaron una serie de investigación realizada a lo largo de un año sobre la campaña de violencia e intimidación contra los funcionarios y trabajadores en las elecciones. Esta campaña de miedo fue orquestada por los fieles a Trump, que rechazaron aceptar el resultado electoral de la votación presidencial de 2020. En noviembre, como Reuters desenmascaró a los individuos que habían proferido estas amenazas extremas, nuestros reporteros se convirtieron también en víctimas de los ataques desgarradores a través de llamadas telefónicas, mensajes de voz, correos electrónicos, textos y mensajes en las redes sociales. Un hombre les dijo: “Estáis todos acabados. Vais a ir todos a la puta hoguera”. Nuestros reporteros están todavía investigando.
En Rusia, los medios de comunicación se enfrentan a un nuevo reto. El viernes por la noche, Moscú presentó una ley que prohíbe la publicación de “información falsa” sobre las fuerzas armadas rusas. Las infracciones de las organizaciones de noticias se castigan hasta con diez años de cárcel, y con 15 años de prisión aquellas que causaran “graves consecuencias”.
Algunos medios de comunicación, incluidos BBC, Bloomberg y Canadian Broadcasting Corp, han suspendido temporalmente su información sobre el terreno. Esta ley todavía no se ha aplicado, y todos están evaluando aún las posibles consecuencias de estas medidas.
En Reuters seguimos decididos a ofrecer una cobertura en Rusia basada en hechos y fiable, de acuerdo con nuestros “Principios de confianza”, de integridad, independencia y ausencia de prejuicios.
La audiencia quiere noticias objetivas
Me motiva que el deseo de noticias objetivas basadas en la comprobación de los hechos continúa existiendo por todo el mundo, aunque -o quizás porque- corren el riesgo de desaparecer frente a verdades alternativas e insultos en las redes sociales. Según el Instituto Reuters, la confianza en las noticias creció seis puntos durante la pandemia de COVID-19, con un 44% de la muestra que dice confiar en las noticias la mayor parte del tiempo. Un estudio reciente del Instituto Americano de la Prensa afirma que la mayoría de los estadounidenses solo apoya uno de los cinco valores fundamentales del periodismo. Pero este valor concreto -que más hechos llevan a la verdad- es apoyado por el 67% de los estadounidenses.
Una de las razones del aumento de la confianza en los medios tradicionales durante la pandemia, según muestran varios estudios, es que las personas consumían noticias para tomar decisiones personales cada día para sí mismas y sus seres queridos, sobre cómo tratar los síntomas de la COVID-19, si era seguro viajar o cómo vacunarse o enfrentarse al aprendizaje online.
Aprendí una lección sobre el valor de una información correcta muy pronto, cuando empecé como periodista financiera: los inversores y los comerciantes necesitan información precisa para tomar decisiones de inversión inteligentes. Si cometes un error, pierden mucho dinero -y no vuelven a confiar en ti-. Si dices la verdad -aunque pierdan mucho dinero-, volverán a ti.
Otra explicación, sugerida por los investigadores del Instituto Reuters, es que, durante la pandemia, los periodistas citaron más a científicos y a médicos, fuentes que son consideradas más fiables que las políticas.
Creciente necesidad de repensar con quién hablamos como periodistas si queremos obtener una historia real
Esto se basa en algo más amplio: una creciente necesidad de repensar con quién estamos hablando como periodistas si queremos obtener una historia real. Como se ha señalado a menudo, la prensa falló al informar sobre la profundidad del apoyo al brexit en 2016 y la posibilidad real de que Donald Trump se convirtiera en presidente. La razón es que no hemos intervenido lo suficiente -o no escuchamos lo suficiente- en las vastas franjas de población fuera de nuestra zona de confort.
Una de las iniciativas que hemos lanzado en Reuters durante el último año se llama “Volver a la fuente”, un esfuerzo de toda la redacción para reforzar y ampliar la diversidad de voces y perspectivas que buscamos. Ya sea con quien hablamos en los mercados o con quien hacemos un perfil en una zona de guerra, estamos siendo más reflexivos para estar seguros de plasmar el mundo como es. Es más fácil hacerlo, por supuesto, si esas perspectivas se reflejan en nuestra propia redacción. Como primera mujer en este puesto, y como primera no angloamericana al frente de una organización mundial de noticias, quiero abrir nuestros ojos a lo que no se ha visto antes.
También pretendemos ser un control de la desinformación. Tal vez sea paradójico, pero incluso cuando los consumidores de noticias son bombardeados con desinformación de todos lados, un ejército mundial de verificadores de hechos está trabajando horas extras para separar los hechos de la ficción. Un censo realizado en junio de 2021 por el Duke Reporter’s Lab contabilizó 341 iniciativas activas de verificación de hechos, que operan en 102 países. Facebook se embarcó en un programa con editores independientes en 2016, tras las críticas generalizadas por la forma en que se permitió circular la información falsa en su plataforma antes de las elecciones de Estados Unidos en 2016. Nos encontramos entre esos editores, etiquetando los contenidos en Facebook e Instagram y publicando los artículos disponibles con verificación de hechos en inglés, español, árabe y hebreo en nuestro sitio web.
Hace unos 2.400 años, Aristóteles identificó tres ingredientes necesarios para persuadir al público, y parece que este “triángulo retórico” sigue siendo válido hoy en día. Pathos habla de la necesidad de los periodistas de comprender y transmitir la información que el público considera importante. La integridad de las fuentes, la evidencia que hay detrás de las palabras -o su logos-, también cuentan, ya sea un médico, un dato o una foto verificada de una zona de guerra. Y eso me lleva al tercer triángulo de Aristóteles: ethos, o la credibilidad, la integridad del orador o, en este caso, del periodista: para que el público crea en nosotros, necesitamos ser dignos de confianza.
Periodismo bajo ataque
Cuando Donald Trump ganó la presidencia en Estados Unidos, mi predecesor, Steve Adler, publicó un manifiesto en el que recordaba cómo informamos en muchos países en los que los medios de comunicación son atacados: haciendo todo lo posible para proteger a nuestros periodistas, informando de forma justa y honesta, recopilando información difícil de obtener y siendo objetivos. Eso incluye dejar de lado nuestras opiniones para poder informar sin que se sospeche de una agenda. Así lo expresó Steve en su memorándum: “Actuamos con serena integridad no solo porque está en nuestro reglamento, sino porque -a lo largo de 165 años- nos ha permitido hacer el mejor trabajo y el mayor bien”.
Esto no es fácil ahora en Ucrania. Es difícil no tener emociones fuertes ante las imágenes de edificios en llamas, de civiles que huyen en medio de los bombardeos, de niños refugiados en trenes repletos y de madres embarazadas que dan a luz en refugios antiaéreos. Es difícil no enfadarse ante la propaganda. Es difícil no estar ansioso cuando los colegas están en las calles de Irpín. Es difícil mantener la calma cuando los amigos temen ser encarcelados por hacer su trabajo en Moscú.
Llevo en mi nuevo puesto cerca de un año, pero parece más bien una década; la continua pandemia, la muerte de nuestro colega Danish, la caída de Afganistán en manos de los talibanes y ahora la guerra de Ucrania. Es un momento de agitación: la infinidad de retos a los que se enfrentan nuestros periodistas, así como los colegas de tantos medios notables y resistentes, a veces puede resultar abrumador.
En este momento, la fiabilidad de nuestras noticias es esencial, una cuestión de vida o muerte
Al mismo tiempo, mientras Europa se enfrenta a su mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, millones de ciudadanos confían en nosotros como nunca. Para demasiados de ellos, en este momento, la fiabilidad de nuestras noticias es esencial -una cuestión de vida o muerte-.
Para los que hacemos de nuestras crónicas el primer borrador de la historia, esto representa una gran responsabilidad y una oportunidad histórica. Espero que podamos convertir en nuestra misión común restablecer la confianza en nuestra profesión, que se ha erosionado considerablemente en los últimos años. Una misión para demostrar por qué el buen periodismo, hecho sin miedo y sin favores, sigue siendo una fuerza poderosa para el bien público en todo el mundo.
*Este artículo fue publicado originariamente en el Instituto Reuters: https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/news/2022-reuters-memorial-lecture-tanks-tiktok-and-trust-journalism-time-turmoil.
Traducción: Sonia Moreno