28/11/2018

Negligencias en el ejercicio de la profesión periodística

La cobertura de los conflictos armados: el caso del bombardeo sobre Yugoslavia

Escrito por Laura Pérez Rastrilla

Principales conclusiones de la tesis Kosovo: La primera operación de ataque de la OTAN. Información y propaganda en los medios de comunicación españoles, en la que se aborda la cobertura que cuatro periódicos –El País, El Mundo, ABC y La Vanguardia– y dos televisiones –Televisión Española y Telemadrid– realizaron del bombardeo de la OTAN sobre Yugoslavia entre marzo y junio de 1999. Entre los principales objetivos del estudio se encuentran conocer y analizar el relato que los medios españoles proyectaron sobre el bombardeo de Yugoslavia y proporcionar una reflexión sobre las prácticas periodísticas en la cobertura de los conflictos armados.

LAURA PÉREZ RASTRILLA*

El 19 de abril de 1999, en pleno bombardeo de Yugoslavia, el Departamento de Estado de Estados Unidos habló de 500.000 kosovares perdidos o muertos, en un territorio de extensión similar a la provincia de Valencia, en el que habitaban dos millones de personas. A principios de ese mismo mes, el ministro de Defensa alemán, Rudolf Scharping, aseguró que el campo de fútbol de Prishtina, capital de Kosovo, se había convertido en un campo de concentración. Unos días antes, el portavoz militar de la OTAN, anunció, de acuerdo a una información “de una muy buena fuente”, que dos célebres personajes públicos albanokosovares habían sido asesinados.

Estas noticias, que aparecieron en portadas y abrieron telediarios, llevaron a los medios de comunicación a concluir que Yugoslavia estaba cometiendo un genocidio en Kosovo. Esta situación constituyó, a su vez, el principal argumento en el relato de los medios de comunicación españoles para presentar el bombardeo de la OTAN como una decisión política justificada. Sin embargo, la información de las tres noticias resultó ser falsa.

Propagación de noticias falsas
En la investigación de la cobertura del bombardeo contra Yugoslavia se han identificado negligencias en el ejercicio de la profesión periodística que facilitaron la propagación de noticias falsas o lo que hoy se conoce como fake news. Una de ellas fue el recurso a la especulación y el rumor como fuente de información.

Se recurrió a la especulación y el rumor como fuente de información

Esta narración especulativa quedó reflejada en el uso del lenguaje, como el excesivo recurso al denominado “condicional de rumor”. “Se habría firmado”, “estarían hacinados” y “habrían sido disparados” son ejemplos del mismo. Este condicional solo sirve para lanzar una sombra de sospecha, ya que, precisamente, lo que indica es que no se sabe algo. Por esta razón, aunque sea correcto gramaticalmente, los manuales de estilo desaconsejan su uso. La opción defendida por los corresponsales extranjeros entrevistados es dejar claramente constancia de qué información ha sido comprobada y cuál se basa en rumores. Álex Grijelmo recomienda que, ante estas situaciones, la noticia no se dé y el periodista se centre en contar solamente lo que sabe que sucedió. Otra manifestación de la inseguridad sobre la veracidad de la información que se publicaba sobre el conflicto fue el abuso de expresiones como “al parecer”, “tal vez”, “quizás” y “se conoce que”. El habitual empleo de estas fórmulas y del condicional de rumor generaba una gran confusión entre lo que realmente se conocía y lo que solo eran conjeturas.

Otro elemento determinante en la propagación de noticias falsas fue la ausencia de la fuente y la ocultación de los sujetos de las acciones. A los esfuerzos por dominar el discurso mediático de los bandos implicados en el conflicto armado se sumó la escasa exigencia de los periodistas hacia las autoridades para que mostraran pruebas de las acusaciones o facilitaran las fuentes. El origen de la información se enmascaraba con expresiones como “según fuentes anónimas”, “altas fuentes estadounidenses”, “diferentes analistas”, “según fuentes informadas”, “según medios occidentales” y “se habla de”. La constante ocultación del origen de la información, sin que se justificara la protección de la fuente, impedía confirmar la veracidad de lo afirmado, reclamar explicaciones ante la emisión de información falsa y evitaba descartar fuentes de dudosa credibilidad.

Dos técnicas repetidas para ocultar la procedencia de la información o los agentes de las acciones fueron las fórmulas impersonales y los sujetos colectivos. Expresiones como “hay que”, “se debe” y “es necesario” difuminaban la diferencia entre análisis fundados en información sólida y la mera opinión del periodista o de esas fuentes que eran habitualmente anónimas. Los sujetos colectivos, como “todos creen”, “muchos piensan”, “nadie duda” y “casi todos dicen”, no solo servían para camuflar a los agentes de las acciones a través de sujetos imprecisos. La referencia a grandes colectividades abstractas, de carácter prácticamente universal, tiene además una función de control sobre la opinión del receptor por imposición numérica. Cuestionar lo que opinan “muchos” y “todos” o defender lo que “nadie cree” requiere un gran esfuerzo intelectual y se convierte en un acto heroico.

Una de las manifestaciones de sujetos abstractos colectivos más repetidas fue la referencia a la “comunidad internacional”. El empleo de este sujeto, que se encuentra con frecuencia en la cobertura de la información internacional, tuvo fundamentalmente tres consecuencias en la representación del bombardeo. En primer lugar, a la “comunidad internacional” se le atribuyeron deseos, obligaciones, decisiones o sentimientos, operando así como escudo de acciones individuales. En segundo lugar, la comunidad internacional era presentada en los documentos oficiales y en los textos mediáticos como voz de toda la comunidad de Estados. Sin embargo, los únicos Estados que realmente habían aprobado el inicio de la acción armada y los que la ejecutarían eran los miembros de la OTAN.

De este modo, tras las menciones a la “comunidad internacional” se ocultaba la ausencia de una legitimidad realmente internacional, ya que, como indica la jurista María Paz Andrés en el artículo “Kosovo, todo por el derecho internacional, pero sin el derecho internacional” (Meridiano CERI, 1999), 16 Estados no pueden atribuirse la representación de una comunidad internacional formada por más de 190 miembros. No había ninguna razón que justificara hablar de “comunidad internacional”, cuando la organización y los Estados que participaron en la acción armada estaban claramente identificados. Finalmente, habiendo sido descartada la ONU como representante de la comunidad internacional, el nuevo concepto carecía de una encarnación institucional que, además de permitir identificar el grado de poder y representatividad que realmente tenía, impedía pedir responsabilidad por sus acciones.

No se comprobaban las manifestaciones de ministros, portavoces o militares

Estas prácticas en la elaboración de los textos mediáticos evidenciaban la desatención de las mínimas medidas necesarias en la verificación de una información, como la constatación de pruebas, el contacto directo con las fuentes y la corroboración por diferentes vías. El argumento de autoridad se impuso como mecanismo de aprobación de la información publicada y emitida. Los datos y los hechos que relataban ministros, portavoces o miembros del ejército no se comprobaban y, simplemente, se daban por buenos. Los profesionales que cubrieron el conflicto no se percataron de que a quienes otorgaban una voz de autoridad eran, desde el 24 de marzo de 1999, una parte en el conflicto armado y, por lo tanto, de manera legítima y previsible, el trabajo de estas fuentes consistía en intentar dominar el discurso mediático a su favor.

Los corresponsales tendían a confiar en los representantes de la OTAN y de los Estados participantes en el conflicto por las relaciones de afinidad que mantenían con estos, lo que fomentaba la concesión de prerrogativas inapropiadas en la producción de información. Un ejemplo de ello eran las conexiones en directo con la OTAN durante la emisión diaria del briefing [sesión informativa] en sus cuarteles generales para los cierres de los telediarios del mediodía. El resultado fue que, estimulados por unas dinámicas caracterizadas por la falta de corroboración de la información y la aceptación de fuentes anónimas, los errores y la información falsa se extendieron con facilidad.

Kosovo y la II Guerra Mundial
Los medios de comunicación españoles recurrieron con frecuencia a la analogía en la representación del bombardeo y en la explicación del conflicto, a pesar de tratarse de una práctica poco recomendable en la elaboración de la información periodística y que, en caso de aportar una explicación sustancial, debe emplearse con cautela.

Robert Jervis, profesor en la Universidad de Columbia que ha estudiado la percepción de los acontecimientos internacionales, advierte sobre el negativo impacto de las analogías en la comprensión de un hecho. La razón es que estas suponen una simplificación, ya que se eliminan las especificidades del nuevo hecho, reduciendo dos acontecimientos a uno solo. Se retoman los recuerdos y las interpretaciones del evento pasado, en lugar de acudir a los escenarios presentes, siendo el resultado una pérdida de rigor y precisión.

Una de las imágenes más extendidas en el relato mediático del bombardeo de Yugoslavia fue la rememoración de la Segunda Guerra Mundial y, en concreto, la comparación con el Holocausto. La nomenclatura que evocaba la década de los 30 en Europa se propagó por los discursos políticos y mediáticos. La comunidad serbia era equiparada a los nazis y la comunidad albanokosovar a los judíos. En la descripción de Slobodan Milosevic, la referencia histórica más repetida también tenía que ver con la Segunda Guerra Mundial: el entonces presidente de Yugoslavia era representado repetidamente como una reencarnación de Adolf Hitler.

La consigna se aprobó hasta el punto de que algunos medios de comunicación españoles ilustraron artículos sobre el conflicto que estaba teniendo lugar en Kosovo con imágenes de la Segunda Guerra Mundial. El 2 de mayo, El Mundo utilizó una foto de deportaciones de judíos durante la Alemania nazi para ilustrar un artículo sobre Serbia titulado “Alemania, ayer; Serbia, hoy”, que contenía numerosas referencias al Holocausto. El 3 de abril, La Vanguardia mostró en portada una foto con refugiados albanokosovares, con el siguiente pie de foto: “Como en La lista de Schindler”. En una noticia sobre el desarrollo de la guerra, el 31 de marzo, Telemadrid mostró un rótulo que decía: “Como los nazis”. En otro ejemplo, ABC publicó a toda página un artículo, el 20 de abril, en el que se abordaba la responsabilidad que tenía Slobodan Miloševic en el ataque de la OTAN. En el centro de la página se insertó una foto de Adolf Hitler.

Artículo de opinión publicado en 'ABC', el 20 de abril de 1999, sobre la responsabilidad de Slobodan Milošević en el bombardeo de Yugoslavia. Fuente: Archivos de 'ABC'

Estas comparaciones funcionaron como sustitutas de pruebas reales sobre el acontecimiento que estaba teniendo lugar en el presente, de modo que era la propia analogía la que se exhibía como evidencia. La conclusión era que la historia de Kosovo podía interpretarse a partir de la Alemania de los años 30. Este planteamiento impidió que se reflexionara sobre las especificidades del conflicto y que se situara en la contemporaneidad de su mundo.

Un aspecto ineludible en el análisis de comparaciones con la Segunda Guerra Mundial es su función propagandística. La representación de la irrupción de “un nuevo Holocausto en Europa” facilitó el control emocional de los receptores del discurso. Con esta comparación se rescataba el imaginario de la Segunda Guerra Mundial para activar el temor entre la población estadounidense y, sobre todo europea, y se inducía al público a que aceptara, e incluso reclamara, una intervención militar. Este recurso propagandístico era igualmente empleado por el Gobierno yugoslavo y los medios de comunicación afines para mantener el apoyo de los ciudadanos a través de su control emocional. Cuando los medios españoles descubrieron que en las páginas de algunos periódicos yugoslavos el bombardeo de la OTAN era comparado con los bombardeos nazis de Belgrado en 1941 o en la televisión se equiparaba a Bill Clinton con Adolf Hitler, expresaron su disconformidad por considerarlas prácticas periodísticas inapropiadas.

Factores de impacto
Una vez reconocidas las prácticas periodísticas predominantes en el relato del bombardeo, en el estudio se examina, a través del análisis del contexto y de las entrevistas con los profesionales que informaron durante el conflicto, qué factores influyeron en la cobertura específica que se llevó a cabo.

Los periodistas españoles manifestaron haber realizado su trabajo en total libertad

Una de las primeras causas que se consideró fue la existencia de presiones, coacciones o amenazas a los corresponsales por parte de sus Gobiernos o de sus redacciones para que dirigieran su información en una dirección determinada. Sin embargo, todos los periodistas entrevistados que trabajaron para medios de comunicación españoles –no ocurre así con los periodistas que trabajaban para medios extranjeros– manifestaron haber realizado su trabajo en total libertad y negaron haber sufrido cualquier tipo de imposición o intimidación para orientar la información. El tiempo transcurrido desde el acontecimiento estudiado, así como la desvinculación profesional de la mayoría de los entrevistados con los medios para los que trabajaron en 1999, son elementos que otorgan credibilidad a los testimonios.

En este sentido, es también relevante tener en cuenta la posición del Gobierno de España durante todo el conflicto, marcada por la pertenencia a la OTAN, pero también por la ausencia de un firme compromiso con las demandas del bando defendido por la organización militar. Lo que probablemente subyacía en esta actitud de prudencia era el temor a una traslación del conflicto de Kosovo al conflicto territorial e identitario español. Era fácil establecer un paralelismo entre la reclamación de independencia de los albanokosovares con la de Cataluña o el País Vasco. No obstante, las contradicciones ideológicas de la mayoría de los grupos políticos con los bandos del conflicto neutralizaron los intentos de obtener réditos políticos en el ámbito interno. Por un lado, era un Gobierno nacionalista español el que participaba en una operación de apoyo a un movimiento independentista y el que clamaba por priorizar los derechos identitarios de una comunidad sobre la soberanía de un Estado. Por otro lado, los partidos y movimientos de izquierda, tradicionalmente más tolerantes con las reclamaciones independentistas, se encontraban legitimando una operación armada de la OTAN.

Esta coyuntura, que exigía mantener un juego de equilibrios en la esfera política, evitó que se dieran presiones en una dirección clara en el ámbito interno y concedió más libertad a los periodistas. Ni las instituciones españolas ni los representantes políticos intentaron destacar sus posiciones, así que los periodistas españoles encontraron sus principales fuentes de información en la relación directa con militares y civiles en Bruselas y en representantes públicos y diplomáticos de países miembros de la Alianza Atlántica. En algunas ocasiones, desde los medios de comunicación se defendió la acción de la OTAN y las demandas de la comunidad albanokosovar con mayor vehemencia que el propio Gobierno de España, el cual, probablemente, percibiendo las contradicciones entre su gestión interna y la externa, optó por mantener un perfil bajo.

Así, teniendo siempre en cuenta la posibilidad de que exista temor a reconocer una coacción o una amenaza, en este caso se dan las circunstancias para afirmar que este no fue un criterio para comprender la representación del conflicto.

A lo largo del estudio se han identificado tres factores que sí tuvieron un peso relevante en el relato del bombardeo sobre Yugoslavia. El primero, las dificultades derivadas del trabajo periodístico en un escenario de conflicto armado, cuya consecuencia más extrema es el daño a la integridad física del periodista. En concreto, durante el periodo de bombardeo, los mayores impedimentos para la producción de una información rigurosa fueron la ocultación de información y de las fuentes, en lo que respecta a la OTAN. En el bando yugoslavo, los principales escollos fueron las restricciones que algunos periodistas se encontraron para acceder a ciertos territorios. Entre las medidas tomadas por el Gobierno yugoslavo se encontraba la negación de visados, la confiscación de material periodístico y la retención e intimidación de periodistas por parte del ejército yugoslavo.

El desconocimiento de la región y las lenguas favoreció el uso de analogías conocidas

Un segundo factor de peso identificado en la cobertura del bombardeo fue el desconocimiento de la región, de las lenguas locales y de las dinámicas políticas y sociales contemporáneas en Yugoslavia, circunstancia que resultó determinante en la omisión de información y la simplificación del relato. Para la mayoría de los corresponsales, el contacto previo con la zona se limitaba a los años de conflictos armados inmediatamente anteriores al bombardeo. La falta de familiaridad con la región, agravada por el desconocimiento de las lenguas locales, favoreció el empleo de analogías con personajes y escenarios más conocidos. Esta circunstancia implicaba, además, que toda la información local que recibían los corresponsales pasara forzosamente a través de los ojos de los traductores, haciéndoles especialmente vulnerables ante la propaganda local. Los periodistas, especialmente los enviados especiales, se vieron obligados a convertirse en expertos en la región en cuestión de semanas, dando pie a un relato simplificado, con errores y en el que se priorizaba la posición de la OTAN, que se encargaba de facilitar información a diario.

Este aspecto conduce a una reflexión sobre la tendencia del modelo periodístico, ya que, como compartían los entrevistados, en este sentido, la situación ha empeorado. En la actualidad, los obstáculos para especializarse en una región son aún mayores que en la década de los 90. Las difíciles condiciones económicas en las que vive la gran mayoría de los profesionales de la información les obliga a moverse por una infinidad de regiones, siguiendo continuamente las noticias más impactantes. Asimismo, normalmente, esta dinámica, en condiciones de precariedad, impide adquirir un conocimiento más profundo y completo de las zonas que se cubren.

Finalmente, un tercer factor de impacto en la elaboración del relato mediático sobre el bombardeo fue la afinidad ideológica. Esta se manifestaba, bien como una simpatía hacia la OTAN y los principios defendidos por la organización, bien bajo la defensa de una causa justa. Mientras que el primer caso fue minoritario o menos explícito, la segunda línea argumental dominó el relato de los medios de comunicación españoles. El triunfo de este discurso fue resultado de los esfuerzos de la Alianza Atlántica por mostrar el bombardeo como una acción humanitaria, un enfoque que, en palabras del entonces portavoz de la OTAN, Jamie Shea, resultó determinante para lograr la simpatía de los medios occidentales. La acción armada, defendida como la primera guerra en defensa de los derechos humanos, se presentó como un hecho excepcional en la historia de los conflictos armados. Esta percepción de la guerra, configurada desde mediados de los 90 y puesta en práctica con el bombardeo de Yugoslavia, resultó determinante en la representación de los conflictos armados posteriores, llegando hasta nuestros días.

El portavoz de la OTAN, Jamie Shea, atendiendo a los medios durante el bombardeo de Yugoslavia. Fuente: Archivos de la OTAN

En el caso del bombardeo sobre Yugoslavia, la afinidad ideológica propició la concesión de una inapropiada confianza hacia el relato de uno de los bandos en conflicto, agravando los problemas propios del trabajo periodístico en un escenario de conflicto armado. El relato yugoslavo rara vez era representado en los medios de comunicación y las vías alternativas de acceso a la información, como el contacto con los corresponsales que sí estaban en territorios de difícil acceso, eran desechadas. La OTAN recibió un trato privilegiado por parte de los medios españoles, priorizando la representación de sus intereses o dando por bueno cualquier dato proporcionado por la Alianza. Esta simpatía fomentó la omisión de información, la difusión de rumores o noticias falsas y la propagación de estereotipos favorables a los objetivos militares de uno de los bandos en conflicto.

Inapropiada confianza hacia el relato de uno de los bandos por afinidad ideológica

Casi 20 años después
El caos, el peligro y los obstáculos existentes en la cobertura de los conflictos armados no solo ponen en riesgo la vida de los profesionales de la información, sino que la propia información queda altamente expuesta a los intentos de manipulación de los bandos en conflicto.

Desde el bombardeo de Kosovo, los canales de circulación de información se han multiplicado, así como la velocidad. Estos factores exigen la introducción de nuevos elementos en los análisis, como las redes sociales; no obstante, las técnicas se mantienen. Los rumores se propagan de la misma manera que hace 20 años, la autoría se esconde con los mismos giros narrativos que hace décadas, los estereotipos activan una respuesta en el receptor como ocurría en el siglo XIX y las voces de autoridad funcionan como en tiempos del Imperio Romano.

Un cambio llamativo en la cobertura de conflictos armados, en el transcurso de estos casi 20 años, ha sido la progresiva degradación de las condiciones laborales de los corresponsales de guerra. La obligación de trabajar como freelances –lo que priva a los periodistas de la protección de su medio–, así como los exiguos pagos por las crónicas enviadas, dificultan aún más la producción de información rigurosa en escenarios ya especialmente delicados por su naturaleza. La cuestión es relevante por los abusos laborales dentro del gremio de periodistas y, en este caso, también por el significativo efecto que supera las fronteras de la profesión. Ante la exigencia de una información de calidad, periodistas y empresas de comunicación no deben olvidar que sus relatos, particularmente en los casos de conflicto armado, son la única versión que la mayoría de los ciudadanos tenemos sobre lo que ocurre en el mundo.