22/10/2024

Intensificación de la censura en Rusia

Nadie puede traer malas noticias a la mesa del zar

Rusia Xavier Colá

Escrito por Xavier Colás

Bajo el liderazgo de Vladimir Putin, Rusia ha regresado a prácticas represivas similares a las de la era soviética, especialmente tras la invasión de Ucrania en 2022. El Gobierno ha intensificado la censura, persiguiendo a periodistas y prohibiendo medios independientes, mientras resucita el término “agente extranjero” para estigmatizar a los periodistas críticos con su gestión. La censura de internet y la propaganda estatal manipulan la información, y las nuevas leyes penales castigan severamente la difusión de “información falsa”. Esta represión ha obligado a muchos periodistas a exiliarse, mientras dentro del país los últimos medios independientes están siendo eliminados.

 

* XAVIER COLÁS

Nadie trae malas noticias a la mesa del zar. Y la mesa del zar es hoy más grande que nunca. La victoria de Vladimir Putin en marzo lo posiciona para convertirse en el líder con más años en el poder en Rusia en un siglo, superando incluso al dictador soviético Iósif Stalin. El académico estadounidense Jerome M. Gilison describió las elecciones soviéticas como una “curiosidad psicológica”, una afirmación ritualizada y performativa del régimen más que una votación real en cualquier sentido de la palabra. Rusia ha vuelto a ese lugar. El régimen espera que los medios certifiquen esa libertad impostada; y cuando no lo hacen, los convierte en enemigos.

Desde que invadió Ucrania en febrero de 2022, Rusia ha violado con más saña los derechos humanos fundamentales, incluida la libertad de expresión, restringiendo la capacidad de periodistas y medios de comunicación independientes para realizar su trabajo y operar dentro del país. La mayoría de los medios independientes en Rusia han sido prohibidos, bloqueados, desacreditados o sometidos a censura militar.

La realidad rusa es aleccionadora para todos nosotros. Timothy Snyder, en su libro El camino hacia la falta de libertad (The road to unfreedom) escribió que lo que ha ocurrido en Rusia durante este siglo “es lo que podría ocurrir en Europa y América: la estabilización de una desigualdad masiva y el desplazamiento de la política en favor de la propaganda”. Conceptos como fake news no fueron inventados por Donald Trump, sino que se usaron ampliamente desde Rusia para crear confusión respecto a Ucrania ya en 2014.

Una dictadura siempre intenta erosionar la facticidad, la relevancia de los hechos. El 4 de marzo de 2022, poco más de una semana después de que comenzara la invasión rusa de Ucrania, el Parlamento de Rusia adoptó enmiendas al Código Penal que establecían castigos penales y administrativos por “desacreditar” al Gobierno ruso, al estamento militar o difundir “información falsa” al respecto.

El número de periodistas encarcelados en Rusia ha alcanzado un máximo histórico desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania el 24 de febrero de 2022, según datos de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU (ACNUDH). Solo en 2023, las autoridades rusas arrestaron a 34 periodistas. Entre los detenidos se encuentran dos extranjeros: el corresponsal del Wall Street Journal, Evan Gershkovich, acusado de espionaje; y la periodista de Radio Free Europe/Radio Liberty Alsu Kurmasheva, acusada de no declararse “agente extranjero”.

El término “agente extranjero” recuerda la campaña de la era soviética contra los “enemigos del pueblo”. Los señalados como “agentes extranjeros” tienen que identificarse como tales en las redes sociales y en otras publicaciones, y afrontan complicados requisitos de presentación de informes financieros. El Gobierno lo ha utilizado para marginar no solo a los que critican la invasión rusa de Ucrania, sino también a las voces que cuestionan otras políticas del Kremlin, incluidos artistas, organizaciones de medios y grupos de la sociedad civil.

La mayoría de los medios independientes en Rusia han sido prohibidos, bloqueados, desacreditados o sometidos a censura militar

Uno de los novelistas más populares de Rusia, Boris Akunin, fue incluido en la lista en enero. En abril, el Ministerio de Justicia (siempre sin fundamentación ni posibilidad de apelar) señaló como “agentes extranjeros” a dos destacados periodistas: el corresponsal ruso de la BBC, Ilya Barabanov (que ha escrito extensamente sobre la guerra de Rusia en Ucrania y el grupo mercenario Wagner), y la reportera Asya Kazantseva. El Ministerio de Justicia acusó a Barabanov, ahora exiliado en Riga, de “difundir información falsa” sobre las decisiones y políticas del Gobierno ruso y de oponerse a la guerra en Ucrania. Kazantseva firmó una carta abierta de científicos y periodistas rusos exigiendo que las tropas rusas se retiren de Ucrania.

Bloqueo de internet

Las autoridades rusas también han seguido reforzando el control sobre la infraestructura de internet, bloqueando arbitrariamente sitios web sin orden judicial y ampliando la lista de organismos estatales encargados de hacerlo. La censura de internet ha aumentado en Rusia durante más de una década, pero la escala y efectividad de los bloqueos más recientes han sorprendido incluso a los expertos técnicos. Hasta el año pasado, Roskomnadzor, el regulador de internet del país, había bloqueado cerca de 200 sitios web, según el seguimiento del Instituto Internacional de Prensa (IPI). Las técnicas se suman a una dosis diaria de propaganda estatal, que trata de propiciar las emociones por encima de los hechos: el patriotismo, el rencor o simplemente el miedo son sublimados mientras se silencian los datos sobre el número de muertos, las razones de la invasión o sus resultados. RT es la versión exterior de este paradigma, una cadena capaz de presentar a un negacionista del Holocausto como un activista de derechos humanos o a un conocido nazi como experto en Oriente Medio.

Destruir siempre es más fácil que crear. Los mensajes bloqueados en Rusia incluyen medios de comunicación independientes, grupos de derechos humanos, miles de sitios web que criticaban la invasión rusa de Ucrania y contenido sobre personas LGBT. Como resultado, la gente en Rusia tiene un acceso cada vez más restringido a información y puntos de vista no estatales. Los enemigos del Gobierno hace tiempo que son presentados como enemigos del pueblo. Rusia es presentada al mismo tiempo como una potencia mundial todopoderosa y como una víctima del resto de los países. La audiencia rusa cada vez tiene menos capacidad de acceder a diversas fuentes y tomar decisiones plenamente informadas sobre asuntos de vital interés público. La judicatura domesticada y la prensa dócil favorecen un sistema de partido único o, más bien, de cero partidos: ni siquiera el partido del Gobierno importa demasiado en la corte del zar posmoderno. La sociedad civil está desarbolada y ni siquiera un colapso del régimen sería suficiente para reconstruirla a tiempo. Los rusos no saben qué hacer, han cultivado su vida privada sin intromisiones, pero no la discusión pública. De pronto, la política se ha metido en su vida privada: la guerra, en general, y la movilización, en concreto.

Ante el zar eterno

Este año ha ido más lejos en la represión. La nueva legislación adoptada por el Parlamento ruso el 15 de marzo amplía la lista de entidades que será ilegal “desacreditar”. Además de ser intocable el ejército regular ruso, la lista de entidades sagradas incluye ahora a todos los funcionarios rusos en el extranjero, así como a todas las unidades militares que “contribuyan a llevar a cabo las tareas atribuidas a las Fuerzas Armadas rusas”, según el texto del proyecto de ley citado por MediaZona, una agencia independiente. Esto implica que incluso los mercenarios son intocables. Se instala la narrativa de “ellos y nosotros”, héroes contra enemigos.

El número de periodistas encarcelados en Rusia ha alcanzado un máximo histórico desde el inicio de la invasión de Ucrania

El regreso de Rusia a las prácticas soviéticas va mucho más allá de las elecciones. Un estudio reciente realizado por periodistas rusos del medio Proekt utilizó datos para determinar que Rusia es más represiva políticamente hoy que la Unión Soviética bajo todos los líderes desde Stalin. Durante los últimos seis años, según informa el estudio, el régimen de Putin ha acusado a 5.613 rusos de cargos explícitamente políticos, incluidos algunos muy ligados a la comunicación pública como el “descrédito del ejército”, “difusión de información errónea”, “justificación del terrorismo” y otros supuestos delitos, que han sido ampliamente utilizados para castigar las críticas a la guerra de Rusia contra Ucrania o la mera justificación de la defensa de su territorio por parte de Kiev. Esta cifra es significativamente mayor que en cualquier otro periodo de seis años de dominio soviético después de 1956.

Los castigos son severos. Doce de ellos cumplen penas que van desde cinco años y medio hasta 22 años tras las rejas. Entre ellos se encuentra Vladimir Kara-Murza, columnista del periódico The Washington Post de Estados Unidos, que ha ganado el Premio Pulitzer.

El régimen pisa el acelerador. Desde marzo, al menos siete periodistas se han enfrentado a cargos administrativos o penales; en particular, por críticas a las acciones de Rusia en Ucrania o por presuntos vínculos con el fallecido político opositor Alexey Navalny y su Fundación Anticorrupción (FBK), calificada de “extremista” en 2021. En abril, en apenas tres días, las autoridades de Moscú detuvieron al menos a tres periodistas rusos de medios y agencias de noticias occidentales considerados “hostiles” por el Kremlin. Las autoridades rusas parecen estar intentando fortalecer aún más el control de la narrativa, tanto en torno a cuestiones internas como en lo que se refiere a la conducción de las hostilidades en Ucrania.

La censura de internet ha aumentado en Rusia, pero la escala y efectividad de los bloqueos más recientes sorprenden incluso a los expertos técnicos

Tras las expulsiones y encarcelamientos de otros corresponsales occidentales y rusos durante el año pasado, les ha tocado el turno a rusos que trabajan para medios de fuera. Serguei Mingazov, reportero de la edición rusa de la revista estadounidense Forbes, sufrió arresto domiciliario acusado de desacreditar las acciones del ejército ruso en Ucrania. Su delito: compartir información de terceros sobre la masacre de Bucha en las redes sociales. Las autoridades confiscaron su ordenador y su teléfono, así como los de su esposa e hijos.

Serguei Karelin, de Associated Press, y Konstantin Gabov, de Reuters, están acusados de colaborar con el equipo del disidente Alexei Navalny, quien murió en una prisión rusa en febrero. Ese mes fue noticia el corresponsal de la radio alemana WDR, Bjorn Blaschke, quien fue multado con el equivalente a 400 euros en febrero por el delito de haber desacreditado al ejército ruso. Según publicó El País, la policía sacó a Blaschke de un tren mientras viajaba de Vladivostok a Moscú por un post publicado en 2022 en el que relacionaba la ofensiva contra Ucrania con el aumento del coste del trigo y el combustible en varios países africanos. Por precaución, WDR sacó al corresponsal de Rusia poco después de su arresto. Así es como el Estado ruso ha logrado que, a la vez que expulsa a un goteo de corresponsales, otros tantos se vayan por miedo o porque en las redacciones se asustan ante lo que pueda pasar y les dan orden de salir.

La presión policial ha ido en aumento. Antes, en las manifestaciones se arrestaba a periodistas por error; ahora, en las protestas van a por ellos. Te interrogan, te copian el móvil entero, es un trampolín a más problemas. Yo en la última me libré de milagro, me aparté a tiempo, me eché la capucha y crucé un centro comercial. Pero nos grabaron. Nos identificaron. La policía vino a casa preguntando por mí. Después de eso, mi visado no fue renovado.

El último proceso

Aunque la guerra “borró” a los medios independientes rusos, algunos “micromedios” siguieron operando. Ellos son ahora el objetivo. La Oficina del fiscal general de Rusia describió la actividad del medio SOTA como “nada más que un intento directo de desestabilizar la situación sociopolítica dentro de Rusia”. Las autoridades rusas ponen así a SOTA, quizás el último medio independiente que hablaba con libertad en Rusia, en su lista de “indeseables”, lo que convierte cualquier contacto con ellos -incluso darle un like a una publicación- en delito.

Antes, en las manifestaciones se arrestaba a periodistas por error; ahora, en las protestas van a por ellos

SOTA sigue el camino de otros medios como Dozhd y The Insider, ambos medios de noticias independientes que las autoridades rusas designaron como “indeseables” en los meses posteriores a la invasión de Ucrania a gran escala. SOTA ha negado las afirmaciones de que tiene vínculos con los dos medios de comunicación, así como con “agentes occidentales”. El organismo estatal ruso de vigilancia de internet, Roskomnadzor, bloqueó el sitio web de SOTA en marzo por difundir información “falsa” (en realidad, contar la verdad) sobre la guerra en Ucrania y el ejército ruso. Solo se podía visitar con VPN.

Moscú introdujo su lista de “indeseables” en 2015 para tomar medidas enérgicas contra las ONG extranjeras y prohibir a los rusos trabajar con ellas o hacer donaciones. Siguiendo el camino de la mayor parte de las disposiciones legales represivas, esta lista ha ido cobrando una relevancia progresiva. Al principio, afectaban solo a unos pocos desafortunados. Pero, poco a poco, las autoridades han utilizado la ley sobre organizaciones “indeseables” para atacar a instituciones educativas, medios de comunicación independientes, grupos de derechos humanos y organizaciones ecologistas.

Muerte de medios

Del vistazo general a fecha de 2024 se puede concluir un cambio en el enfoque del primer “putinismo” (2000-2008), en el que publicar la verdad podía implicar que el informador arruinase su carrera o, en algunos pocos casos, fuese atacado físicamente. Desde 2012 se ha ido minando el estatus financiero y legal de los nuevos medios (pequeños, enfocados solo a web, con fórmulas de financiación ligadas al crowdfunding); para, a partir de 2022, directamente proscribirlos y meter en la cárcel a todo el que difunda algo distinto a lo que dice el Gobierno. Como resultado, en Rusia no hay medios independientes. Las últimas entidades libres fueron prohibidas o huyeron del país después de la guerra total de Putin contra Ucrania, incluidas Proekt, Meduza, Ekho Moskvy, Novaya Gazeta -ganadora del Premio Nobel- y Dozhd.

El caso más simbólico fue el del periódico independiente Novaya Gazeta, que dejó de publicarse en Rusia en marzo pasado, después de que el Kremlin impusiera estrictos controles a los medios que cubrían la invasión rusa a gran escala de Ucrania. Desde el año 2000, seis periodistas y colaboradores de ese periódico fueron asesinados. Entre ellos se encontraba la periodista de investigación Anna Politkovskaya, quien expuso los abusos contra los derechos humanos cometidos por las fuerzas rusas y sus “caciques” en Chechenia. 

Desde 2012 se ha ido minando el estatus financiero y legal de los nuevos medios

Ahora todos están en la diana. El sistema ha cambiado el enfoque poco a poco: antes se mataba a un “goteo” de periodistas para asustar al resto; ahora se “mata” con engendros legales a los propios medios, para que se imponga el silencio.

El año pasado, las autoridades rusas añadieron a Dimitri Muratov, renombrado editor y premio Nobel de la Paz, a su lista de “agentes extranjeros”. Muratov recibió el Premio de la Paz en 2021 en reconocimiento a su lucha por defender la libertad de expresión en Rusia. Desafiante. Muratov subastó su medalla Nobel para recaudar dinero para los refugiados ucranianos. Pero al año siguiente, el 5 de septiembre de 2022, el Tribunal de Distrito de Basmanny en Moscú revocó la licencia de medios de Novaya Gazeta, vetándola en Rusia. Esta medida se basó en un reclamo de Roskomnadzor, la agencia de vigilancia y censura del Gobierno.

Ante este panorama, los periodistas de Novaya Gazeta huyeron a Letonia el año pasado y lanzaron una nueva publicación en línea, llamada Novaya Gazeta Europa. El mejor periodismo de Rusia se está haciendo desde fuera: “Los periodistas rusos sacan investigaciones para quitarse el sombrero y son detenidos sistemáticamente, y los occidentales se llevan los premios. Los reporteros rusos son de otra pasta y en el futuro deberían dar clases magistrales en nuestras universidades, pero sospecho que serán olvidados el día que se pase página”, explica un corresponsal de un medio europeo.

Mientras, el “putinismo” sabe que convence cada vez a menos gente, pero las mentiras sirven para lucir un vínculo con el poder más intenso que el que liga a los rusos a una verdad confusa y antipática, y también peligrosa. Una verdad que hoy en día no logra poner nada en movimiento.

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