Consultorio Deontológico

¿Cuáles son los límites deontológicos entre el periodismo y el activismo?

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Escrito por Milagros Pérez Oliva

Tanto los medios de comunicación como los periodistas tienen ideario, una cosmovisión que impregna su manera de observar la realidad. El que un medio tenga una determinada orientación ideológica no significa que no pueda hacer buen periodismo. Asimismo, la existencia de medios de diferente orientación política forma parte de los requisitos de pluralidad informativa. En el caso de los medios, ese ideario se refleja en su línea editorial y en la elección de los articulistas. Los periodistas, por su parte, disponen de herramientas metodológicas que les permiten minimizar el sesgo de subjetividad en su labor profesional. Este equilibrio se refleja en la idea de que las opiniones son libres, pero los hechos deben ser sagrados. Por eso, la mayor parte de los códigos deontológicos y los libros de estilo exigen una separación nítida entre opinión e información, de manera que el lector pueda diferenciarlas claramente.

En la medida en que ejerce un papel fiscalizador y de control, el trabajo periodístico puede resultar incómodo para quienes resultan perjudicados por su trabajo. Con frecuencia, los políticos afectados se defienden desacreditando y acusando de partidismo a los periodistas que realizan esta labor, ignorando que están cumpliendo con su deber de investigar y ofrecer a la ciudadanía información relevante. El periodismo siempre ha de ser militante en la búsqueda de la verdad y en la investigación de los asuntos de interés público, y muy especialmente de aquellos que se tratan de ocultar.

Hay que distinguir entre periodismo de causa y periodismo partidista. Se puede hacer un periodismo militante en favor de una causa, por ejemplo, los derechos humanos, la ecología o el feminismo. Las publicaciones sectoriales orientadas a la defensa de una determinada causa pueden publicar informaciones, artículos y reportajes centrados en ella, sin dejar de hacer un periodismo riguroso y veraz. Es una cuestión metodológica. Solo tiene que atenerse a los hechos y cumplir los requisitos éticos y metodológicos del periodismo riguroso a la hora de confeccionar la información.

El periodismo militante contribuye al desprestigio de los medios en su conjunto y erosiona uno de sus principales activos: la credibilidad

El problema no reside en que un medio y un periodista tengan preferencias, sino en que esas preferencias pasen por delante o lleven a ignorar los principios éticos de la profesión. Ocurre cuando la defensa de una determinada causa o ideario lleva a distorsionar las informaciones con la intención de imponer una determinada percepción de la realidad. Es un tipo de periodismo militante, llamado también periodismo de trinchera, que en sus manifestaciones más extremas conduce a la distorsión deliberada de los hechos y los datos en favor de una determinada causa partidista. Este tipo de periodismo contribuye al desprestigio de los medios en su conjunto y erosiona uno de sus principales activos: la credibilidad.

La sospecha de que lo que algunos medios persiguen no es tanto ofrecer una información veraz a los ciudadanos, sino construir un determinado relato en favor o en contra de algo o alguien solo puede conducir a la pérdida de confianza en la función del periodismo. Lamentablemente, cada vez se extiende más la idea de que todos los medios mienten, y si todos lo hacen, ninguno es creíble. La confusión que el periodismo de trinchera genera lleva a algunas personas a pensar que han de leer medios de distinto signo ideológico para poder hacerse una idea cabal de lo que realmente ocurre, como si la verdad estuviera en un término medio.

Los fraudes periodísticos más escandalosos se han producido en medios que tenían normas muy laxas sobre el recurso a las fuentes anónimas

Este tipo de periodismo suele deslizarse hacia prácticas profesionales poco escrupulosas, que incumplen la deontología profesional. Por ejemplo, convirtiendo lo que son meros rumores en noticia, con el fin de difamar o erosionar el prestigio de un adversario. O abusando del recurso a fuentes anónimas que nadie puede comprobar. Salvo en aquellos casos en que la revelación de la identidad de la fuente puede suponer un peligro para ellas o para terceras personas, el periodismo riguroso debe explicitar siempre la fuente. Este es un dato esencial para que el lector pueda identificar los intereses en juego y verificar la solvencia de la información. El abuso de las fuentes anónimas da al periodista un poder omnímodo, una capacidad de manipulación e incluso de falseamiento que no siempre resulta fácil desenmascarar. Los fraudes periodísticos más escandalosos se han producido en medios que tenían normas muy laxas sobre el recurso a las fuentes anónimas.

Otra forma de incurrir en periodismo militante es ponerse al servicio de una determinada causa partidista. En los últimos años ha proliferado el periodismo de filtración que pretende hacerse pasar por periodismo de investigación, cuando en realidad se limita a vehicular un material informativo, muchas veces adulterado o fraudulento, que le ha sido suministrado por una fuente interesada en provocar un determinado efecto. Lo hemos visto en varias filtraciones judiciales o policiales relacionadas con el independentismo catalán, en algunas de las causas seguidas contra Podemos que luego han sido archivadas y en las actuaciones de la llamada policía patriótica. En este caso, el periodismo solo es el brazo ejecutor de oscuras campañas que buscan generar un determinado estado de opinión en relación con esos asuntos.

 

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